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El Papa ofreció una extraordinaria lectio divina sobre la fe a los párrocos romanos

Ciudad del Vaticano (Jueves, 23-02-2012, Gaudium Press) Son pocos los momentos durante el año en que el Santo Padre ofrece una reflexión improvisada y son los momentos que al mismo tiempo demuestran la grandeza del pensamiento de Joseph Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI. Eso fue confirmado ayer de mañana durante una ‘lectio divina’ en la audiencia al clero romano, que por primera vez sucedió en la Sala Pablo VI envés de la Sala de las Bendiciones, siempre en el Vaticano. «Infelizmente vemos en este nuestro mundo esta infantilidad» espiritual y de fe. El Papa, al reflexionar sobre la Epístola de San Pablo a los Efesios, cap. 4, 1-16, pidió a los presentes una renovación catequística, para vivir la verdad, la fe en la humildad y con mansedumbre y firmeza, sin discutir la omnipotencia de Dios.

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El Papa enfatizó a los sacerdotes romanos la necesidad de la humildad

Como Obispo de Roma, Benedicto XVI, recibe una vez por año, al inicio de la Cuaresma, a todos los párrocos romanos. Es una ocasión para compartir algunos pensamientos teológicos, espirituales y pastorales con el clero de la ciudad. A sus párrocos presentes recordó que el sacerdote es llamado a ser «humilde y manso» y a dar testimonio de vida de una fe «adulta» que ayuda a otros a descubrir la propia vocación sacerdotal.

El llamado para ser sacerdote es un llamado a «ser pastores en su servicio». El Papa recordó la obligación de oír este llamado y ayudar a los otros a oírlo. «El gran sufrimiento de la Iglesia de hoy en Europa y Occidente es la falta de vocaciones sacerdotales, pero el Señor llama siempre, falta la escucha. Tenemos que estar atentos y ayudar a otros para que sea escuchado».

Uno de los aspectos del llamado de Cristo es aquel de «estar encadenados a su pasión y amor». Porque el verdadero amor es aquel que «da libertad» y que «torna capaz». El Papa recordó que el llamado a una vocación es «llamado a la esperanza», un llamado que no es «solamente individual» o «aislado», sino es un «fenómeno dialógico» del «nosotros», «yo» y «tú» expresando la dimensión eclesial del llamado.

Continuando, Benedicto XVI resaltó que «humildad» y «mansedumbre» son las virtudes cristológicas del llamado sacerdotal. Imitar al Señor es «entrar al camino de la humildad» que contrasta a la soberbia. Ser cristiano, observó el Papa, significa «superar esta tentación». En la humildad, somos llamados a «aprender mi pequeñez» porque «en mi pequeñez soy grande». La humildad llama a «aceptar al otro». «Aceptar eso – dijo el Santo Padre – aprender eso y aprender, aceptar mi posición en la Iglesia, mi pequeño servicio como grande a los ojos de Dios. Y justamente esa humildad, ese realismo nos torna libres».

La humildad es fundamental también en la dimensión eclesial. «La ausencia de humildad – observó el Papa – destruye la unidad; humildad es una fundamental virtud de la unidad y solo así crece la unidad del Cuerpo de Cristo: nos tornamos realmente unidos y recibimos nosotros la riqueza y la belleza de la unidad».

También la fe debe ser «vivida». El Santo Padre pidió renovar el conocimiento de la fe a través del estudio de los documentos conciliares y el catecismo para responder al «analfabetismo religioso» de hoy. Otro elemento de crecimiento para el cual son llamados los fieles es en la «fe adulta». Sino el «resultado es la dependencia de las olas del mundo, de las opiniones del mundo, de la dictadura de los medios de comunicación, de la opinión que todos piensan y quieren».

A los sacerdotes habló también sobre la omnipotencia de Dios que no puede ser colocada en cuestión, aunque algunos teólogos «incluso buenos» la coloquen en duda, queriendo «disculpar a Dios» por el mal que hace en el mundo. En la historia él se dio al límite por nuestra libertad. Pero «al final siempre se ve la luz», estamos en el camino de la esperanza, afirmó el Papa. En esta luz no hay oposición entre ministerio y carisma, ambos son «dones de Cristo». Es «un carisma ser sacerdote» que en la tradición occidental del celibato realiza la dimensión escatológica del llamado.

En una lectio divina de 38 minutos, improvisada, el Santo Padre presentó puntos de reflexión en la proximidad del Año de la Fe que será inaugurado para toda la Iglesia universal el 11 de octubre próximo.

 

 

 

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