jueves, 28 de noviembre de 2024
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San Clemente I Papa, tercer sucesor de San Pedro, hizo que los corintios aceptasen la autoridad de los pastores

Narran las tradiciones que fue desterrado por el emperador Trajano a Crimea, a trabajar en una cantera de mármol.

San Clemente I

Redacción (23/11/2020 08:38, Gaudium Press) El Santo de hoy es el tercer sucesor del apóstol Pedro, San Clemente I, conocido por algunos como San Clemente Romano. Fue por tanto el cuarto papa.

De su autoría es una espléndida Carta a los Corintios, el primer documento papal que se conserva después de las cartas de San Pedro. A pesar de que la fe progresaba en Corinto, había también algunos problemas: unos que se creían carismáticos no aceptaban la autoridad de los legítimos pastores, y el Papa tuvo que intervenir.

La Carta de Clemente es muy importante en la configuración que los siglos posteriores hicieron del primado de Pedro: es consciente el cuarto Papa de su autoridad, y evidencia su poder universal, al intervenir en uno de los primeros conflictos de la Iglesia fuera de Roma. Explica en la carta que se debe obedecer la autoridad, que esa autoridad jerárquica en la Iglesia fue establecida por el propio Cristo.

Importante también es que en la Carta a los Corintios de este papa se alude a la “tradición recibida”, en torno de la cual hay que unirse para obtener la paz.

Los destinatarios de esta Carta le dieron toda la autoridad que merecía, y cuenta Dionisio de Corinto que 70 años después de ser enviada aún se leía a los fieles en la misa dominical.

Su muerte

Narran tradiciones que fue desterrado por el emperador Trajano a Crimea, condenándolo a trabajos forzados por no haber querido adorar a los ídolos, que no son otra cosa que demonios.

Allá, en la cantera de donde se extraía el mármol, no había fuente cercana. El Papa Santo oró y apareció una fuente, que alivió a todos y ayudó en las conversiones que ya se estaban dando.

Afirman estas tradiciones que habiendo sido condenado a muerte, los verdugos ataron al cuello del Papa un hierro pesadísimo (tal vez un ancla) para que no se pudiese venerar su cadáver, pero que las olas del mar les devolvieron sus restos a los fieles.

San Cirilo y San Metodio retornaron los restos de San Clemente I a Roma, en el año 860.

Con información de Catholic.net

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