jueves, 28 de noviembre de 2024
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San Queremón y compañeros, tuvieron que huir a las montañas de Arabia, en la persecución de Decio

Pero Decio murió poco después...

San Queremon

Redacción (22/12/2020 07:38, Gaudium Press) San Dionisio de Alejandría, que vivió en el S. III, cuenta en carta a Fabio, obispo de Antioquía, algunas historias de mártires, entre ellas las de los Santos Queremón de Nilópolis y compañeros.

Está hablando San Dionisio de los martirizados bajo la persecución emprendida por el emperador Decio, que gobernó entre el 249 y 251, es decir muy poco. Pero en ese poco ya se distinguió por su odio hacia los cristianos, que lo llevó incluso a ordenar la muerte de un Papa, San Fabián.

Por otra parte, otros en grandes cantidades fueron desgarrados por los paganos a través de ciudades y pueblos”, narra San Dionisio de los muchos perseguidos bajo ese emperador. San Dionisio era contemporáneo, pero no llegó a sufrir el martirio.

El emperador Decio no sólo quiso que los cristianos rindieran culto indebido, sino que el fin no oculto era suprimir el cristianismo. El que no sacrificase por el emperador “y la seguridad del imperio” eran torturados y finalmente ejecutados.

El anciano Queremón

Entre “la multitud de los que debieron vagar en los desiertos y por las montañas, y que fueron cercenados por el hambre y la sed, el frío y la enfermedad, los ladrones y las bestias salvajes”, según relata San Dionisio de Alejandría, se destacaba Queremón, “persona de edad muy avanzada”, “obispo del lugar llamado ‘Ciudad del Nilo’ [hoy Dalas en Beni Suef, Egipto]”.

Ante la persecución, San Queremón obispo, junto con otros, huyó “a las montañas de Arabia y nunca regresó”.

Cuenta San Dionisio que no fueron encontrados los cuerpos de ellos; y que se sabía que muchos habían sido secuestrados por bárbaros en las montañas árabes, y que algunos pocos fueron rescatados con dificultad.

Entonces hoy celebramos al obispo mártir San Queremón, y sus compañeros, víctimas de algo que actualmente podría ser calificado como genocidio o intento de genocidio, pues se quería borrar de la faz de la tierra a toda una comunidad, por el mero hecho de ser creyentes en Cristo.

Pero parece que Dios quiso hacer justicia ya en esta Tierra contra los perseguidores.

Decio se encontraba persiguiendo godos en la Bulgaria nororiental, y los tenía casi a su merced. Los godos habían tomado la ciudad de Filipópolis (hoy Plovdiv), pero hasta allá llegó Decio y los cercó. Los godos viéndose derrotados, ofrecieron retirarse si se les perdonaba la vida, a lo que Decio se negó.

Se entabló la batalla de Abrito, en la que el hijo de Decio, Herenio Etrusco, co-emperador junto a su padre, perdió la vida por una flecha al inicio de la batalla. Decio ni se conmovió, o por lo menos no lo demostró a sus soldados a quienes dijo: “Que nadie llore; la muerte de un soldado no es una gran pérdida para la república”.

Palabras que se le aplicarían a él poco después, pues en un terreno de ciénagas empantanadas su ejército fue aniquilado y el mismo murió ahí.

Con información de El Testigo Fiel.

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