miércoles, 27 de noviembre de 2024
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San Juan Fisher, restauró el brillo de Cambridge, modelo de obispo, mártir de la baja pasión de un rey

Hoy la Iglesia romana conmemora a dos grandes santos ingleses, Santo Tomás Moro y San Juan Fisher, mártires de la persecución del heresiarca Enrique VIII.

San Juan Fisher Obispo de Rochester y Martir

Redacción (22/06/2021 07:44, Gaudium Press) Hoy la Iglesia romana conmemora a dos grandes santos ingleses, Santo Tomás Moro y San Juan Fisher, mártires de la persecución del heresiarca Enrique VIII. Recordemos particularmente al gran San Juan Fisher, que fue obispo de Rochester y Cardenal.

Nace San Juan Fisher en Beverley, en 1469, hijo de un modesto comerciante que muere cuando aún sus hijos eran jóvenes.

A la edad de 14 años, el joven Juan va a Cambridge, distinguiéndose rápidamente en los estudios. Prontamente fue ordenado sacerdote, cuando tenía 22 años, y fue hecho director del famoso colegio Michaelhouse, y luego vicecanciller de la Universidad. De hecho fue San Juan Fisher quien restauró el brillo de Cambridge.

En 1502 renuncia a su cátedra para hacer de capellán de la madre del rey, Margarita Beaufort. Guiada por el santo, Margarita emplea con sabiduría su fortuna, funda en Cambridge los colegios de Cristo y San Juan, y establece una cátedra de teología en Oxford.

En 1504 San Juan Fisher fue elegido canciller de Cambridge, oficio que ocupó hasta su muerte. Poco después Enrique VII, padre de Enrique VIII lo nombra obispo de Rochester, con solo 35 años. El santo acepta esa dignidad con cierta repugnancia, la que se sumaba al peso que ya cargaba en la universidad. Llevaba una vida austera, dormía solo 4 horas, y lo acompañaba una calavera que le recordaba la muerte. Formó una de las mejores bibliotecas de Europa, que tenía la intención de legar a Cambridge.

Modelo de virtudes

Era verdaderamente humilde, sin ambición, y por ello, cuando le ofrecían sedes mejores que la que regentaba, decía que “no cambiaría a su pobre esposa por la más rica viuda de Inglaterra”. Era un ‘esposo’ fiel, como no lo fue el cruel Enrique VIII.

Escribió 4 volúmenes contra Lutero, que se constituyeron en la primera refutación de su doctrina y le dio renombre allende Inglaterra. El embajador de Carlos V decía que el obispo Fisher era “el ejemplo de todos los obispos de la cristiandad, por su saber y santidad”. Cuando a Enrique VIII no lo había dominado la pasión de la carne, también reconocía la grandeza del obispo Fisher.

En 1529 fue uno de los consejeros de la reina en el proceso de anulación de su matrimonio y Catalina de Aragón vio en San Juan Fisher a uno de sus mejores defensores. En un elocuente discurso demostró la validez de su matrimonio con Enrique VIII, discurso en el que recordó que el propio San Juan Bautista había sufrido el martirio por defender el vínculo matrimonial, algo en lo que lo secundaría.

Pero también defendió los derechos de la Iglesia y la supremacía del Papa de Roma. Era miembro de la Cámara de los Lores y allí se opuso como pudo a las medidas anticlericales.

El desenlace

San Juan Fisher no quiso firmar el documento de la sucesión, pues equivalía a afirmar la supremacía del rey sobre el Pontífice. Por esto fue condenado por traición a los 66 años, depuesto de su sede, prisionero en la Torre de la Campana. En esa situación el Papa le envió el capelo cardenalicio, lo que enfureció más al inicuo Enrique VIII y apresuró el desenlace: “Que el Papa envíe el capelo, si quiere. Yo me encargaré de que Fisher lo lleve sobre los hombros, porque ya no tendrá cabeza”.

Según se dice, el día de su ejecución las primera palabras que leyó fueron las de Cristo antes de su Pasión: “La vida eterna consiste en conocerte a Ti, único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra y he cumplido la tarea que Tú me habías confiado”. Dijo a la multitud que moría por la fe de la Iglesia Católica. Sobre su cuello se descargó el hacha del verdugo.

Enrique VIII hizo que su cuerpo quedara expuesto a la curiosidad del populacho, y luego fue arrojado en un hoyo del atrio de la iglesia de All Hallows Barking. Su cabeza estuvo clavada dos semanas en el puente de Londres.

Con información de El Testigo Fiel

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