miércoles, 27 de noviembre de 2024
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¿Adaptarse o desviarse?

Vivimos en un mundo lleno de cambios e innovaciones que son tanto mejor aceptadas cuanto más cómodas para nosotros. La liturgia de ayer, el XV Domingo del Tiempo Ordinario, nos advierte: hay cosas que no pueden cambiar.

Jesus Predicacion

Redacción (12/07/2021 10:36, Gaudium Press) “Jesús llamó a los doce y comenzó a enviarlos” (Mc 6, 7). Recibido este encargo, los Apóstoles deben realizar de manera ejemplar la misión propia de la Iglesia docente, que es enseñar, santificar y gobernar (cf. CCE 872). Pero, ¿cómo y qué enseñar? ¿Cómo ayudarían en la santificación de las almas? ¿Y cómo gobernarían, una vez fundadas, las comunidades?

Sin duda, aquellos que, “de antemano pusieron su esperanza en Cristo, oyeron en él la Palabra de verdad, el Evangelio que nos salva” (cf. Ef 1, 12-13), desarrollarían su apostolado y su predicación de acuerdo con esta verdad. Así, sólo proclamando la verdad los Apóstoles estarían realmente propagando el reino de Dios; sin él, difundirían el error, conducirían a los hombres al vicio y al pecado, y aunque no se dieran cuenta, gobernarían en beneficio del diablo y sus planes de perdición.

¿Y qué lecciones podemos sacar, para nuestros días, de la liturgia de este XV Domingo del Tiempo Ordinario [ayer]?

La verdad inmutable

Ahora, la Iglesia Católica debe santificar, enseñar y gobernar, a través de la verdad, al pueblo de Dios esparcido por un mundo que no está en posesión de la verdad. Así, si la Iglesia quiere salvar almas instruyéndolas en las verdades de la religión, no debe adaptarse a los errores del mundo, sino esforzarse por devolverlas a la verdad, ya que cualquier adaptación al espíritu del mundo fácilmente da lugar a desviaciones.

Un ejemplo de ello lo tenemos en la primera lectura: ¿qué pasaría si Amós se adaptara a la voluntad de Amasias -un sacerdote ya rendido a los principios erróneos que gobernaban la sociedad en ese momento- y dejara de profetizar para no entrar en conflicto con el rey y la corte? (II Lectura) ¿No sería esto un rechazo a la misión que Dios le había confiado? Amós sabía muy bien que es mejor seguir la verdad del llamado Divino que los cómodos consejos de este mundo.

Y, en el Evangelio, el Divino Maestro – previendo el rechazo de que sus apóstoles serían víctimas – no les dijo que: Si en algún lugar no te reciben o no quisieren escucharos, trata de adaptar un poco tus palabras para que obtengas aceptación. Pero sí: “Sacudid el polvo de los pies como testimonio contra ellos” (Mc 6, 11).

Una doble lección

Entonces la liturgia nos presenta dos lecciones, una para los oyentes y otra para los predicadores. A estos, advierte que no se les permite modificar y adaptar la Palabra de Dios al espíritu del mundo para evitar chocar con él. A aquellos exhorta a ser dóciles a las palabras de la verdad y nunca hacer oídos sordos.

Sin embargo, a ambos se manifiesta la bondad de Dios, que de ninguna manera es antagónica a las duras verdades de la religión que a veces contradicen nuestras comodidades. Por eso propone que hoy cantemos: “Muéstranos tu bondad, Señor, y concédenos tu salvación”.

Por Alfonso Costa

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