domingo, 24 de noviembre de 2024
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A la espera de una nueva luz

La luz que el mundo espera es una luz nueva, la gloria nacerá del sufrimiento paciente y triunfante.

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Redacción (27/01/2022 11:05, Gaudium Press) De diferentes maneras, los hombres alaban la memoria de quienes marcaron el pasado: le dedican escuelas, calles o monumentos, escriben obras a su respecto

Pero ¿de qué sirve toda la gloria del mundo frente a una alabanza de Dios? Sobre Juan el Bautista, por ejemplo, Jesús dijo que nadie era mayor que él, “entre los nacidos de mujer” (Lc 7,28).

Ahora bien, ¿cómo engrandece el Altísimo a alguien destinado a marcar el futuro? Revelando algo sobre él que marca a todos los espíritus. Así lo hizo el Padre Eterno con su Unigénito, a través de una voz del Cielo: “¡He aquí mi Hijo amado, escúchenlo!” (Mc 9, 7). Esta forma de alabanza solo la puede dar Dios.

María y la Santísima Trinidad

Es común entre los autores sagrados relacionar épocas históricas con las Personas de la Santísima Trinidad: el Antiguo Testamento se asocia con el Padre, el Nuevo Testamento con el Hijo, y un período futuro, de especial glorificación de Dios y María, con el Espíritu Santo.

El comienzo de cada una de estas edades está marcado por una revelación. Así, en el Antiguo Testamento, Dios se manifiesta como Causa Primera y Fin último, Autor único de todas las cosas, Padre providente, justo y misericordioso. Para inaugurar el Nuevo Testamento, el Hijo mismo se dio a conocer al mundo como Salvador, Redentor y Mediador.

Y es opinión corriente entre los teólogos que el Reino del Espíritu Santo se abrirá con una nueva explicitación, una nueva luz sobre el “Gran Desconocido”, que, aunque contenida en la Revelación, permanece oculta bajo los velos del misterio y, por tanto, nunca fue verdaderamente comprendida por los hombres hasta el día de hoy.

Tal luz debería marcar los siglos futuros y cambiar el curso de la Historia, al punto de resultar en la fundación de una nueva civilización.

Ahora bien, siendo el Espíritu Santo el Divino Esposo de María Santísima, y ​​dada la altísima perfección del vínculo que existe entre ambos, no se comprende que se le glorifique sin promover la glorificación de la Esposa.

Exaltación de María

Es de esperar, por tanto, que las maravillas obradas por la gracia con miras a establecer el Reino de María tengan como elemento central la exaltación de Nuestra Señora, de una manera que ningún hombre podría jamás imaginar.

Por otra parte, Dios suele intervenir en los momentos en que todo parece perdido, respondiendo a las oraciones de quienes, en medio de las pruebas más desgarradoras, se niegan a traicionar sus esperanzas.

No importa que sean pocos y débiles, con tal de que sean fieles: cuanto peor es la prueba, mayor es la glorificación posterior, pues el Señor se aprovecha de la propia insidia del diablo para vencerlo y humillarlo aún más.

Así, la exaltación de María preparada por Dios será una venganza tanto más humillante cuanto que el odio de Satanás hacia ella ha sido siempre grande. El Todopoderoso nunca deja nada sin castigo y se venga del mal hecho a los suyos.

(Texto extraído de Revista Arautos do Evangelho, n. 224, agosto de 2020).

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