domingo, 24 de noviembre de 2024
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Amar con exclusividad lo maravilloso o no amarlo: ¡Esa es la cuestión!

Elementos de la doctrina del Absoluto de Plinio Corrêa de Oliveira.

Maravilloso

Redacción (24/02/2022 16:14, Gaudium Press) Solo hay dos amores decía San Agustín, o el amor de Dios hasta el olvido de sí, o el amor de sí hasta el olvido de Dios. El uno conduce al cielo, el otro al infierno. No existe – nunca ha existido – una tercera vía.

Con matices diferentes, y en una versión que consideramos actualizada a las nuevas generaciones, el mismo principio era expresado un día por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira.

O se ama a Dios en lo maravilloso, en lo sublime, en eso que habla del cielo empíreo, de forma exclusiva o exclusivista, o el egoísmo toma cuenta del alma, con todas sus consecuencias. No hay tercer camino, decía.

Afirmaba el Dr. Plinio que antes de la tentación, el niño inocente toma una posición o exclusivista o no exclusivista delante las maravillas del Universo, esas en las que percibe la mano de Dios.

Expresaba que el niño inocente gusta de cuentos de hadas, de escuchar las buenas historias de Cristo y la Virgen, de todas las formas de maravilloso, porque todo ello le habla de un mundo más elevado y noble que el mundo real, el cual no lo satisface por entero. Que el niño ‘huye’ hacia esa, una zona maravillosa, que se le presenta con notas sobrenaturales y un tanto irreales pero en conexión con la realidad, y a la que se siente poderosamente llamado.

Entonces, por eso se encanta con la mariposa que pasa ante él, con el pajarillo colorido que revolotea en un jardín, con infinidad de seres: pues más que con ese pajarillo o esa mariposa o ese león, el niño, a través de esos seres que son magníficos, percibe un universo aún más magnífico, un universo con seres más perfectos, y por eso un universo más cercano a Dios. Ese es el secreto de la inocencia infantil.

Pero ocurre que el amor a ese maravilloso en la infancia, en algunos fue total, y en otros no tanto. Decía el Dr. Plinio que cuando ese amor no fue exclusivo, queda en el alma una embajada del mal, llamada egoísmo, sobre la cual trabaja la tentación y el demonio, consiguiendo muchas veces y finalmente la victoria sobre esa alma.

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Es claro, la vida del hombre no es una línea recta de ascensión o decadencia, sino que puede ser como una montaña rusa, sujeta a las influencias de la gracia, de los ángeles y los demonios, de los ambientes y el mundo, etc. Pero insistía el Dr. Plinio en que la intensidad del amor que se manifestó a Dios en la inocencia de la vida al contemplar lo maravilloso, era un elemento trascendental en la definición del futuro del alma.

Sin embargo, lo bueno es que aún perdida la inocencia, el ser humano tiene la capacidad de recuperarla, con la ayuda de la gracia, y particularmente por esa vía.

Expresaba el Dr. Plinio que el llamado de lo maravilloso-divino era como el de la Sabiduría, que dice la Escritura que está constantemente convocando a los seres humanos, en los cruces de los caminos, tocando las puertas, esperando ser escuchada. Es decir, el Dr. Plinio decía que a todo hombre constantemente Dios está enviando mensajes de él a través de lo maravilloso, para que lo conozcamos y lo amemos.

No es sino prestar cada vez más atención a esos ‘toques’ maravillosos de Dios, amarlos con un amor cada vez más exclusivo, excluyente y total, que la inocencia se va restaurando.

Toques’ de Dios, que el Dr. Plinio llamaba de ‘flashes’, que se pueden dar a partir de muchas realidades o situaciones. Puede ser un encanto especial que hoy siento en la elevación del cáliz, o al contemplar el rostro inocente de un niño, o la agilidad de un gato. Algo que podíamos haber contemplado varias veces anteriormente con indiferencia o hasta desdén, pero que un día feliz brilla con luz especial y trae noticia de Dios.

Son momentos en los que la Sabiduría toca la puerta. No podemos despreciarlos, pues son presencia de Dios. Son restauradores.

La gran cuestión no es To be or not to be. La gran cuestión es ser admirador exclusivista de lo maravilloso o no serlo. Pidamos esa gracia a la Virgen, la Reina de la Fábula, de lo Sublime, de lo Maravilloso.

Por Saúl Castiblanco

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