sábado, 23 de noviembre de 2024
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Gracia, gracia, ¿por qué eres tan olvidada en la Iglesia?

Olvidar la gracia es pre-herético.

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Redacción (22/04/2023 15:12, Gaudium Press) Resulta que la gracia fue El Tesoro que Cristo nos dejó, para nuestra salvación, comprado por su Pasión, y se habla poco de él.

Es lo que nos abre las puertas del cielo, una gota de gracia vale más que todo el universo natural, y en algunos ambientes, de Iglesia, parecería que fuese como la oveja negra de la familia, esa que no conviene mencionar.

Leer también: La desgracia del hombre sin gracia – Los tesoros del hombre con gracia

Es más, no hablar de gracia es casi que pre-herético: porque como decía el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en su glorioso ensayo Revolución y Contra-Revolución, la revolución en las ideas es una consecuencia natural de la revolución en las pasiones: el hombre justifica sus pasiones desarregladas con doctrinas erróneas. Y como lo único que verdaderamente arregla las pasiones es la gracia, no hablar de gracia, no promocionar la gracia, es preparar el camino de la herejía, de la sinrazón que quiere justificar con su doctrina absurda una pasión que no se quiso subyugar y regular por medio de la gracia.

Por eso vemos cosas como la noticiada en estos días, de ese prelado alemán seguidor del camino sinodal alemán, que decía que el celibato eclesiástico es imposible de practicar. Y que por tanto, es absurdo exigirlo.

Lo peor es que el confundido Monseñor tiene toda la razón: el celibato es imposible de practicar… si no es con el auxilio de la gracia.

Pero Monseñor, usted se quedó verdaderamente corto: no solo el celibato, sino también la caridad verdaderamente cristiana, la rectitud cristiana, la veracidad cristiana, toda la vida cristiana es IMPOSIBLE de practicar sin el auxilio de la gracia. Y la solución no es abolir los requerimientos de la vida cristiana, intentando justificar esa abolición con doctrinas de las más atravesadas (herejías), sino volverse a nutrir de los canales de la gracia, porque Excelencia, como decía Santa Teresita, TODO ES GRACIA. Sin la gracia somos nada, al menos en nuestra condición de cristianos.

– La potencia de la gracia es tal, que hizo de bárbaros germanos –sus antepasados, esos que adoraban árboles y que de tan salvajes que eran ni siquiera sabían fabricarse sus propios ídolos como otros bárbaros– una gran nación, pero que solo fue grande cuando fue cristiana.

– ¿Sabe qué hizo la diferencia que va del árbol del bárbaro a un portento como la Catedral de Colonia? Esa fuerza que venía del costado lacerado de Cristo, mediada por el sacerdote administrador de sacramentos, mediada por la oración, la FUERZA DE LA GRACIA.

Por eso, cuando a ciertos desubicados se les ocurrió decir o pensar que la oración era cosa de beatas, o que la confesión y comunión frecuentes era algo ya superado por los nuevos aires renovadores, pues indefectiblemente el destino ya estaba fijado, para los conjuntos humanos que lamentablemente siguieran esos postulados: el regreso a la barbarie.

Por fortuna Jesucristo, el Señor de la Gracia, desde lo más alto de los cielos está listo a dispensarla a los borbotones, a los torrentes, si reconocemos la necesidad de Él, que es sinónimo de la necesidad de su vida, la vida de la gracia: Sin Mí nada podéis hacer, nos dijo ya.

Por eso, es papel fundamental, no solo de los catequistas, sino de los ministros de Cristo, poner de relieve a tiempo y a destiempo el papel primordial de la gracia. Y claro, ser ellos mismos canales propulsores de los torrentes de la gracia, promoviendo y facilitando las confesiones, el acceso a la eucaristía, la vida de oración comunitaria, familiar y personal.

Si así, todo se restaura.

Como decía San Luis de Montfort: Gracia, gracia, gracia, gracia…

Por Saúl Castiblanco

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