martes, 26 de noviembre de 2024
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Cardenal Müller: Papado no es autocracia, es servicio a la unidad católica, en fidelidad a la Tradición

El antiguo prefecto de Doctrina de la Fe participó en el foro “La familia como tutela social de los más débiles”.

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Foto: Facebook Logos e Persona

Redacción (14/05/2023 19:00, Gaudium Press) En reciente intervención en Turín, el pasado 7 de mayo, el antiguo prefecto de Doctrina de la Fe Cardenal Gerhard Müller, ha delineado el fundamento, la misión y los límites del Papado.

Lo hizo en un foro organizado por la fundación Logos e Persona, en una intervención en la que hace gala de su alta formación teológica y su deseo de servir a la Iglesia. El tema del foro era “La familia como tutela social de los más débiles”, y la intervención del Cardenal Müller versaba sobre “La contribución de la Iglesia y el Papado”, tema acorde con su bastante publicitada última obra, “El Papa. Ministerio y Misión”, de la editorial Cantagalli. Este es un tema que además el purpurado ha venido profundizando de bastante tiempo atrás.

La exposición del Cardenal alemán está posteada también en el sitio Facebook de la fundación.

Garante de la identidad del Jesús histórico

El Cardenal Muller hace un barrido de los textos evangélicos en los cuáles se fundamenta el primado de Pedro, recordando que “Pedro es (…), junto a los otros apóstoles, el garante y el testigo de la identidad del Jesús histórico hasta su muerte en la cruz y del Cristo de la fe gracias al evento pascual. Como consecuencia, Pedro es también el representante de la unidad del círculo de los discípulos pre-pascual y de la Iglesia pos-pascual, que Dios ha puesto a estar en la base del evento de Pentecostés”.

Pedro, el pescador, el que negó “cobardemente a Jesús en tres ocasiones”, a quien en el mar de Tiberíades Cristo preguntó tres veces si “Me amas tú más que estos”, (Jn 21, 15-19) para reparar esa ofensa de haber negado al maestro, tuvo que manifestar ahí el amor al Redentor porque “este amor por Jesús ha operado también su conversión” (Lc 22,32).

Pero sobre esta Roca, Cristo edificó su Iglesia.

“El papado es, en su esencia más íntima, un servicio a la unidad de toda la Iglesia en la verdad del Evangelio. El ministerio de Pedro no es un oficio secular de gobernante a la manera de los reyes absolutistas y los zares autocráticos, sino un ministerio pastoral-espiritual. Los obispos y los papas no deben seguir el ejemplo de los gobernantes seculares que oprimen y explotan a su pueblo. Más bien, deben sobresalir en una mayor devoción a la salvación eterna de los creyentes. De hecho, Jesús dijo a los apóstoles, que discutían sobre cuál de ellos debía ocupar el primer lugar: «… el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo. Como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos». (Mt 20, 26-28)”, dijo el Cardenal Müller.

Esta unidad de la Iglesia ya era resaltada en el S. II por San Ireneo de Lyon contra los gnósticos:

“Contra la falsificación fundamental de los misterios cristianos de la unidad y la Trinidad de Dios, de la encarnación, de la sacramentalidad de la Iglesia y de la corporeidad de la redención, a fines del siglo II Ireneo de Lyon subrayaba contra los gnósticos de su tiempo y de todos los tiempos la unidad (unitas) y la comunión de la Iglesia universal sobre la base de la tradición apostólica. «En realidad, la Iglesia, aunque extendida por el mundo hasta los confines de la tierra, habiendo recibido la fe de los Apóstoles y de sus discípulos…, conserva con diligencia esta predicación y esta fe y, como si viviera en una sola casa, allí cree del mismo modo idéntico, como si tuviera una sola alma y un solo corazón, y predica las verdades de la fe, las enseña y las transmite con una voz unánime, como si tuviera una sola boca [.. .] De hecho, si las lenguas en el mundo son variadas, entre tanto el contenido de la Tradición es único e idéntico. Y no tienen otra fe u otra Tradición ni las Iglesias que están en Germania, ni las que están en España, ni las que están entre los celtas (en la Galia), ni las de Oriente, de Egipto, de Libia, ni las que están en el centro del mundo» [San Ireneo di Lione, Adversus haereses, I, 10, 2.]”, expresó el purpurado.

Vinculados a la Escritura y la Tradición

Hay una diferencia entre el contenido de la revelación recibido por Pedro y los apóstoles, y el que reciben los obispos y el Papa:

“Pero permanece una diferencia crucial entre apóstoles y obispos. Los apóstoles, con Pedro a la cabeza, fueron los destinatarios y portadores directos de la plena autorrevelación de Dios en Cristo. Los obispos y el Papa, en cambio, están vinculados en los contenidos a la realización de la revelación en la Sagrada Escritura y en la Tradición Apostólica. «El oficio (…) de interpretar auténticamente la palabra de Dios, escrita o transmitida, está encomendado al único magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este magisterio, sin embargo, no es superior a la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando sólo lo que le ha sido transmitido, en cuanto, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, escuchada piadosamente, guarda santamente y expone fielmente aquella palabra, y de este único depósito de la fe saca todo lo que se propone a creer como revelado por Dios» [Dei Verbum, 10.]”.

Confiarse en el Colegio Cardenalicio

Y aunque el Espíritu Santo asiste, también en la transmisión del depósito de la fe se exige “la mejor preparación humana posible”, dice el Cardenal, y “sea el Papa cuanto los obispos son obligados a hacerlo en consciencia”.

“Incluso – continúa el Cardenal alemán – para el gobierno general de la Iglesia, el Papa debe confiarse primero al Colegio Cardenalicio que, después de todo, representa a la Santa Iglesia Romana y – como el presbiterio aconseja a un obispo – asesora al Papa colegial/sinodalmente. Como en todos los casos, un órgano consultivo constituido por el supremo decisor según criterios de complacencia y clientelismo es de poca utilidad y hace más mal que bien a quien está en cargo. Este último no necesita las alabanzas que halagan la vanidad humana, sino la pericia crítica de los colaboradores que no están interesados ​​en los gestos benévolos del superior sino en el éxito de su oficio, es decir, del pontificado, para la Iglesia del Dios Único y Trino”.

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