Se le conoce como el apóstol de Andalucía. Quería fundar algo necesario para la Iglesia, pero cuando conoció la Compañía de Jesús, supo que Dios le había dado esta misión a San Ignacio.
Redacción (10/05/2023, Gaudium Press) San Juan de Ávila nace en el año 1500, en Almodóvar del Campo, España, de judíos convertidos.
A los 14 años lo envían a estudiar Derecho a Salamanca, pero siente que no es ese su camino y regresa a su casa. Se prepara entonces al sacerdocio, y retoma sus estudios pero ahora en la Universidad de Alcalá.
Cuando mueren sus padres, se convierte en el único heredero. Hace el acto heroico de vender todo, lo reparte a los pobres, y comienza a vivir de limosnas. Desde entonces, inicia una abundante vida mística con numerosas revelaciones.
Fue ya como sacerdote hasta Sevilla, para embarcarse a la misión, pues quería predicar a Cristo a quienes no lo conocían en ultramar. Pero el P. Fernando de Contreras lo escucha, y pide al Gran Inquisidor que le ordene permanecer en España, pues su prédica haría mucho bien en estas tierras. Nace entonces la carrera del que sería el Gran Apóstol de Andalucía. Su fama de predicador fue incontenible y hacía mucho bien a las almas.
Maestro de Obispos
Para sustentar espiritualmente a los que lo procuraban escribía muchas cartas espirituales, entre ellos a varios obispos, incluso uno santo, San Juan de Ribera. Mantuvo correspondencia con casi todos los santos españoles de su época.
Cuando conoció mejor la Compañía de Jesús, dijo “eso es lo que yo andaba detrás hace tanto tiempo. Y ahora me doy cuenta de que no me salía porque Nuestro Señor había encomendado esta obra a otro”, a San Ignacio. San Ignacio quería atraerlo a la Compañía pero las enfermedades de San Juan de Ávila no lo permitieron. En todo caso, su relación con los jesuitas fue la más estrecha posible, lo consultaban mucho y lo asistieron en la hora de la muerte.
Muchos nobles se dejaron dirigir por él. Hubo casos, como el de la Condesa Ana Ponce de León, que junto a sus doncellas se entregó bajo su dirección a una vida enteramente religiosa. Varias de sus discípulas fueron favorecidas con gracias místicas. Otros de sus discípulos restauraron la contemplativa Orden de San Basilio en España, varios entraron a la Compañía, a los Carmelitas. San Juan de Dios tuvo el golpe final de su conversión escuchando uno de sus sermones.
Después de que cumplió 50 años, los últimos 19 de su vida sufrió mucho la enfermedad. Fiebres, dolores renales, pero no dejaba de atender a quienes lo visitaban o dictaba cartas a sus dirigidos.
Muere el P. Juan de Ávila el 10 de mayo de 1569. Una discípula recibió la revelación de que su alma había ido al cielo directamente, sin pasar por el purgatorio.
Solo fue canonizado en 1970.
Deje su Comentario