sábado, 07 de septiembre de 2024
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Tres visitas, dos modelos, una elección…

En el encuentro de María con Isabel tenemos un ejemplo de perfección, y en el rechazo del Redentor por sus seguidores, un ejemplo de perversidad. Ante estos dos modelos vale la pena preguntarnos: ¿cómo será la visita de Dios a nuestros corazones?

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Redacción (31/05/2024 11:38, Gaudium Press) San Lucas relata en su Evangelio la encantadora escena del encuentro de la Virgen María con su prima Isabel, quien gesta un niño que les ha sido confiado de manera milagrosa. El diálogo entre ambas es tan elevado que no sólo se convirtió en objeto de consideración ocasional en la Liturgia, sino que dio lugar a dos de las principales oraciones de la Santa Iglesia.

Las palabras de Santa Isabel aparecen en el Ave María, y la respuesta de Nuestra Señora se convirtió en el himno de acción de gracias por excelencia. Himno paradigmático de perfecta restitución a Dios, el Magnificat es tan rico en enseñanzas que aún hoy se revelan nuevos tesoros sobre él.

El encuentro de estas dos santas mujeres constituye también un ejemplo de excelencia en la convivencia humana. No les preocupan las opiniones que otras personas tienen sobre ellas; no quieren brillar en la sociedad, no tienen muchos bienes ni ocupan altos cargos.

En la consideración que una tiene por la otra, nada es meramente humano: todo es sobrenatural. La relación entre ellas se establece en función de Dios. Así, mientras Isabel se considera indigna de ser visitada por la Madre de su Señor (cf. Lc 1,43), María dirige su alabanza al Todopoderoso, que realizó en ella maravillas (cf. Lc 1,49)… Hay admiración mutua, sin duda, ¡pero toda ella orientada hacia el Cielo!

En el mismo evangelio encontramos otro episodio, también de visita, pero muy diferente. Treinta y tres años después, Nuestro Señor ve a Jerusalén –la ciudad escogida y amada, escenario de su predicación y donde pronto sería asesinado– y pronuncia entre lágrimas esta terrible frase: “No dejarán piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo en que fuiste visitada” (Lucas 19:44). De hecho, el Hijo Unigénito había abandonado la gloria del Padre Eterno para visitar a su pueblo y “los suyos no le recibieron” (Jn 1, 11)…

Por otra parte, algunos comentaristas llaman la atención sobre una tercera visita: la que Dios propone hacer al corazón de cada hombre. Suele ocurrir a través de los Sacramentos, muy especialmente la Eucaristía, pero a veces sucede por medios sorprendentes. Puede ir acompañada de alegría y consuelo, o puede venir, por el contrario, con pruebas, enfermedades y dolores.

En el encuentro de María con Isabel tenemos un ejemplo de perfección, y en el rechazo del Redentor por sus seguidores, un ejemplo de perversidad. Ante estos dos modelos vale la pena preguntarnos: ¿cómo será la visita de Dios a nuestros corazones?

Dependerá de cada uno…

¡Cuántas visitas nos ofrece el Creador en un momento dado! Pero los efectos de su presencia divina variarán según la actitud que se adopte al recibir al Huésped de las almas. Muchos rechazan sus visitas, otros las desaprueban y pocos lo reciben con alegría. Cuando alguien oye la voz del Señor y le abre la puerta de su casa, entra a cenar juntos (cf. Ap 3,20).

¡No seamos ingratos, sino –como Isabel– acojamos la visita de Dios y de María Santísima con el corazón abierto!

(Texto extraído de la Revista Arautos do Evangelho No. 209, mayo de 2019. Editorial.)

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