jueves, 12 de septiembre de 2024
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‘¡Déjese amar por Ella…!’

Todos precisamos sentir afecto, y es absurdo creerse una ‘máquina’ de cualquier tipo no necesitada de afecto.

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Redacción (14/08/2024, Gaudium Press) El amor… Tema complicado, pero trascendental. Tanto, que también puede referirse a la primera y más importante virtud teologal.

Pues somos de carne y hueso, y precisamos sentirnos amados. Incluso los ángeles, también.

El instinto de sociabilidad (Aristóteles ya nos definió hace cerca de 2.500 años como animales sociales…), es de los básicos que habitan en el alma humana, y puede ser entendido como un instinto de ser apreciado, de ser querido por nuestros semejantes.

Recuerdo una vez que tuve la gracia de conversar con Mons. João Clá Dias, fundador de los Heraldos del Evangelio y de agudo discernimiento de espíritus.

Decía él que todos precisamos sentir afecto, y que es absurdo creerse una ‘máquina’ de cualquier tipo no necesitada de afecto. Afirmaba él que esa necesidad tan básica, la Virgen siempre buscaba atenderla: ‘Ella se encarga siempre de manifestarnos su amor’.

Las palabras de Monseñor tenían un sabor a algo como ‘Déjese querer por Ella…’.

Es que con frecuencia somos tan orgullosos, que nos creemos no necesitados de afecto. Algo como Esaú, que se ve que despreciaba los consejos de Rebeca, y que era más confiado en su propia fuerza moral y física. Pero fue Jacob, Israel, quien por seguir los consejos de su madre alcanzó la primogenitura. Fue Jacob el que se dejó amar por Rebeca, Esaú no.

Necesitados pues de amor, no hay que hurgar mucho en la historia de los hombres, para darnos cuenta de que con muchísima frecuencia el amor humano decepciona.

Son muchos los hombres que se casan ‘por amor’ (más que para dar amor, para recibirlo…). Pero cuando no hay fe y práctica cristiana —que es la que nos mueve a salir de sí para buscar el beneficio del otro— más temprano que tarde comienza a vencer el egoísmo, el cada uno ‘tirando para su lado’; el egoísmo instalado ambienta los choques, los conflictos, dando con frecuencia en rupturas, que marcan la vida entera y pueden traer grave perjuicio a los hijos.

Por ello, la frase de que el matrimonio (y en definitiva cualquier relación humana) debe ser entre tres, es algo no solo cierto sino esencial: No puede ser solo el egoísmo de fulano más el egoísmo de fulana, sino que a esto hay que sumar el Amor Divino, que vaya penetrando la convivencia y el ser de fulano y fulana.

Que Dios nos ama, es una verdad de a puño que con frecuencia olvidamos. Nos dio la existencia, y no una cualquiera sino eterna, llamada a compartir los tronos de los ángeles. Nos da toda la naturaleza para un sabio uso.

Pero más importante, nos dio a su propia Madre, que es también nuestra Madre en el orden de la gracia. Todos somos o estamos llamados a ser hijos espirituales de María, y en ese sentido, Ella nos ama con el mismo tipo de amor con que ama a su Hijo-Dios.

Pero nuestra soberbia es tan grande, que como que nos gusta caminar por la vida sin recurrir a su amor materno. Es como un grosero pulso que mantenemos con la Virgen; es como si le dijéramos: ‘sí, yo sé que usted es la Madre de Dios y mi Madre, pero déjeme que yo solo puedo’.  Sin embargo Ella es tan misericordiosa, que al estrellarnos contra el muro de piedra y ahí sí dirigirnos a Ella, Ella no nos recuerda nuestros desprecios sino que nos auxilia. Pero vueltos a levantarnos, es común que volvamos a despreciar su auxilio.

En fin, pidámosle a Ella también esa gracia —porque todo es gracia— que tiene como premisa la humildad, el sabernos frágiles, débiles, llamados a caminar en unión con Dios:

¡Madre mía, que siempre y a todo momento, nos dejemos amar por Vos!

Por Saúl Castiblanco

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