sábado, 23 de noviembre de 2024
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La siniestra Revolución Tendencial: el gran trabajo de la serpiente

Detrás de Revolución y Contra-Revolución, dos nociones de felicidad.

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Redacción (11/09/2024 06:55, Gaudium Press) No sé si será extrapolar demasiado las tesis del glorioso ensayo Revolución y Contra-Revolución, del profesor Plinio Corrêa de Oliveira, pero creemos que detrás del movimiento anticristiano de varios siglos que él denominó Revolución y su antinomia el movimiento Contra-Revolucionario, hay dos mensajes de felicidad, la felicidad que prometió el demonio a una Civilización que se llamó Cristiana, y la felicidad que promete Dios a quien quiera construir un mundo según su doctrina y su Persona Divina.

El demonio dice más o menos al oído, desde hace unos seiscientos años, de forma conveniente a cada estado del proceso, a cada conjunto de almas, algo más o menos así:

—Mire, lo que pasa es que aquí llegaron a este mundo unos fanáticos, que se afirmaron seguidores de Cristo, quienes se apropiaron del mensaje divino, que fueron creciendo en número, y más o menos consiguieron ir poniendo cadenas en el mundo civilizado a toda expansión del espíritu humano, que dizque porque era pecado; fueron poniendo trabas al natural gozo sensible, que porque decían conducía al mal, y los pueblos fueron creyendo esos cuentos, la gente se fue comprimiendo, achatando, se volvió esclava, se hizo dependiente, se tornó reprimida.

Es claro, es la misma voz —y en esencia la misma idea, versión actualizada, refurbished y ampliada— de cuando esa misma serpiente emplumada le sugirió a los padres del género humano que debían ‘liberarse’ de la ridícula ley de no tocar del árbol del bien y del mal, porque en el fondo lo que Dios temía es que ellos se expandieran y se volvieran dioses como Él.

El enemigo del hombre sabe cómo plantear sus ardides, y su planteo de ‘expansión de espíritu’ no es sino un apelar al orgullo que existe en todo hombre. Cuando él se refiere a ‘sensualidad reprimida’, es su invitación al predominio tiránico del apetito sensible sobre la voluntad y la razón, inclinación que existe también en todo hijo de Adán.

Él bicho siniestro conoce mejor que nosotros cómo quedó herida la naturaleza humana después de la caída original, y sabe que particularmente el orgullo y la sensualidad restaron como puertas frágiles por las cuáles puede intentar la conquista del castillo del alma. Entonces toca en esas puertas, intenta poner ácido en las cerraduras, en las bisagras, introduce el comején en las maderas a ver si se le abren o las destroza, algo que consigue con frecuencia.

Sin embargo, uno —y de ninguna manera el único— de los grandes hallazgos de la privilegiada mente del Dr. Plinio, enunciado en Revolución y Contra-Revolución, y que no todos entienden, es que estas solicitudes el demonio no las hace principalmente como quien quiere convencer a otros por medio de un discurso, como alguien que  empiece a divulgar las 95 tesis de Lutero en Wittenberg, o el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, sino con lo que él llamó Revolución Tendencial, algo sutil como el susurro de la lengua de una serpiente, y tan eficaz como su veneno.

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Foto: David Clode en Unplash

En esencia consistió ese susurro, y de forma creciente, en hacer vibrar en demasía la sensibilidad humana, enviciándola en ese tipo de vibración, como ya tuvimos la ocasión de explicarlo en otras notas, siempre deseando seguir las enseñanzas del prof. Plinio Corrêa de Oliveira.

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La gigantesca efusión de gracia que se había esparcido por el mundo, fruto del triunfo del cristianismo, había logrado recomponer la naturaleza humana dañada por el pecado original, restableciendo el equilibrio interno del hombre, armonizando de nuevo su naturaleza, liberándolo de la esclavitud de la sensualidad. Había que destruir eso, reintroducir el desorden.

Vino entonces el trabajo tendencial de la serpiente.

Lentamente, muy sutilmente al inicio, las artes, la música, la culinaria, las formas de vestir, la cultura, los ritmos de la vida se fueron acelerando, se fueron intensificando para agitar la sensibilidad, para que los sentidos vibrasen más y más, llevando a la agitación loca, la intensificación desordenada y tendiendo a una intensificación permanente.

Y después de un largo proceso, del gregoriano y el polifónico se llegó al rock ‘cristiano’. Del laúd y el clavicordio a la guitarra eléctrica y al golpeteo del beat y las baterias, de las primaveras sonrientes y floridas de Vivaldi o los fuegos de artificio de Handel se terminó desembarcando en el horror indigno y sucio de los reggaetones, o los aullidos desesperados y satánicos del metal o el punk.

El austero y conversado almuerzo en familia terminó siendo remplazado por el fast food y la fast life, Los paseos meditativos por la campiña o por un parque se cambiaron por el correr aupados en motores a combustión o reacción. Las lecturas serenas y formativas, que a la luz de las velas o en ambientes distendidos ampliaban los horizontes de la sabiduría y de la buena imaginación hacia el infinito, han sido reemplazadas hoy por la esclavitud a la agitación sensual de los videos en las pantallas negras.

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Foto: Ben White en Unplash

Y toda esa gigantesca Revolución Tendencial ­—que destroza la templanza, la armónica relación entre razón, voluntad y sensibilidad y por tanto el equilibrio interno del hombre— se hacía y hace fundamentalmente sin palabras, sin manifiestos, pero de forma muy real, y progresivamente esclavizante, llegando a todos los ambientes, incluso a segmentos insospechados, de manera tal que he tenido la ocasión de discutir con intelectuales católicos muy bien formados en doctrina, pero esclavos de formas avanzadas de Revolución Tendencial, que quisieron defender que el rock no tenía nada que ver con la vida espiritual.

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Pero no: cada vez que comulgamos el Santísimo Sacramento del Altar, y nos preparamos para la meditación y la adoración del Cuerpo del Señor en nosotros, los golpes de una batería ‘cristiana’ son el explosivo atentado de la meditación y contemplación; es como si dejáramos de estar arrodillados delante de Cristo para empezar a propinarle algunos golpes, a Él y a nuestras almas.

Por lo demás, ¿no es cierto que es más fácil introducir el rock ‘cristiano’ en una iglesia de arquitectura modernosa, que en una basílica medieval? ¿No es verdad que no es necesario decirle a la gente que asuma una actitud contemplativa y meditativa (esa sí cristiana) cuando se le introduce a un portento sublime y serio como una catedral de Toledo? ¿Y que cuando las personas entran en una iglesia tipo oficina bancaria o mero salón de reuniones sociales pues es facilísimo que asuman una actitud bancaria o de cotilleo de amigos adonde se va a escuchar chismes o las cuitas del día o de la semana? Es algo que va saltando a la vista, cuando vamos profundizando en el lenguaje sutil de la Revolución y la Contra Revolución tendencial.

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Pero todo comenzó hace mucho tiempo, no agrediendo sino sonriendo, halagando con mimos y ‘picardía’ el orgullo y la sensualidad, motores de la Revolución, según las tesis magistrales del ensayo Revolución y Contra-Revolución.

Entre tanto hoy es más fácil denunciar ese proceso que está llegando a su paroxismo, a sus extremos límites, pues allí arribando revela mejor su esencia, y se muestra no como productor de felicidad, sino de horror y esclavitud. Y porque su verdadero autor, el enemigo del hombre, orgulloso como es, ya no quiere ser halagado bajo los velos del hombre naturalista y anti-metafísico del renacimiento, o del bibelot inmoral y fatuo del Antiguo Régimen. Ya no quiere disfrazarse de seguro, verboso e ilustrado hombre-cortacabezas de la Revolución Burguesa o de su nieto el cabezahueca burgués ágil-productor de dinero, ahora más de shorts y con frecuencia playboy.

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No.

El enemigo del hombre ya quiere ser adorado en el horror de tipos humanos más abyectos, donde la pseudo-belleza está siendo remplazada casi totalmente por la satánica fealdad del infierno. Tipos humanos casi calcados de lo que él realmente es.

Sí, el bicho que se dice fuerte, y en muchos aspectos lo es, en verdad está débil… porque son muchos los hombres que aún tienen horror a vivir en las cavernas del infierno, y pueden llevarse el susto sanador de sus vidas, dándole oportunidad a la verdadera belleza propuesta por el cristianismo.

Parece llegada la hora de irles mostrando a esos hombres, en profundidad, lo que es la felicidad de Dios, de una Civilización verdaderamente cristiana.

Por lo demás, sin ínfulas anacrónicas, y como leía en estos días, hay que hacerle notar al hombre de hoy la contradicción que existe en detestar (normalmente sin razones y repitiendo como loros lo aprendido de chiquillos) una época de la historia como la Edad Media pero al mismo tiempo visitar por millones y todos los días los gigantes y bellos monumentos que nos dejó esa civilización.

Hay que mostrar al cada vez más desilusionado hombre de nuestros días que Cristo no solo produce catedrales góticas, sino que, y también por medio del sacrificio inherente a nuestro paso por esta Tierra, produce el cielo aquí en la Tierra, ahora que es evidente que el maligno, que prometía la felicidad al hombre ‘liberado’, torna claro que lo que nos trajo fue su infierno.

Entre tanto, en medio del horror, y por una gigantesca misericordia de Ella ya va despuntando la aurora del Reino de María, también por medio de la detección de la Revolución Tendencial y la acción de la Contra Revolución Tendencial… De eso intentaremos hablar en próximas notas.

Por Saúl Castiblanco

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