sábado, 23 de noviembre de 2024
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San Jenaro, obispo, el de la sangre que se hace líquida en Nápoles

Hoy la Iglesia conmemora al obispo mártir de Benevento.

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Redacción (19/09/2024, Gaudium Press) Hoy la Iglesia conmemora, entre otros santos, a San Jenaro que fue obispo de Benevento, y el de la sangre custodiada en la catedral de Nápoles, que se torna líquida inexplicablemente en varias fechas al año.

No se sabe con certeza si era natural de Nápoles o de Benevento.

Cuentan las tradiciones que siendo emperador Diocleciano, uno de los más crueles perseguidores de la Iglesia, fue nombrado obispo de esta última ciudad.

Resultó que unos amigos del obispo fueron detenidos en Pozzuoli por disposición del gobernador de Campania, y San Jenaro iba a visitarlos con frecuencia, para animarlos.

Pero los carceleros un día dieron cuenta a sus superiores de las frecuentes visitas del hombre de Benevento, por lo que el gobernador ordenó que lo aprendieran y llevaran a su presencia en Nola, donde se hallaba el gobernador.

San Jenaro y compañeros fueron torturados, luego se les llevó a la prisión en Pozzuoli donde estaban sus amigos, y a todos se les condenó a ser despedazados por las fieras.

Pero el día en que las bestias debían devorar los cuerpos de los cristianos, estas no se le acercaron sino que solo rugían con mansedumbre. Sin embargo, el pueblo pagano sediento de sangre, en lugar de ver en ello un signo de Dios, dijo que la mansedumbre de los animales era resultado de la magia, por lo que exigió nueva sentencia, que fue decretada como decapitación, y que se ejecutó en las afueras de Pozzuoli.

En 1497 los restos del santo fueron trasladados a Nápoles.

Al menos desde hace cuatrocientos años la sangre del santo se hace líquida en la capilla del tesoro de la Catedral de Nápoles, en fechas como la fiesta del santo (19 de septiembre), la fecha de la traslación de sus restos a Nápoles (sábado anterior al primer domingo de mayo) y cuando se conmemora su intercesión para evitar los efectos de la erupción del volcán Vesubio (16 de diciembre).

En esos días se expone la reliquia sobre el altar. Al cabo de un tiempo, que varía comúnmente entre dos minutos y una hora, el sacerdote agita el relicario que contiene la sangre, lo vuelve cabeza abajo, y lo que era negro, sólido y seco se torna líquido y adquiere un color rojizo. A veces burbujea, y siempre aumenta de volumen.

En ese momento el sacerdote que expuso la reliquia anuncia con solemnidad, “¡ha ocurrido el milagro!”, se canta el Te Deum, y la reliquia es venerada por el clero y los fieles reunidos.

Con información de El Testigo Fiel.

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