lunes, 23 de septiembre de 2024
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¡Ese atentado exige reparación!

Cuando una persona dispara a alguien, tiene la prerrogativa de afirmar que fue un disparo accidental o en defensa propia. Pero, cuando dispara un arma sobre la víctima y muestra públicamente lo que hizo…

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Redacción (23/09/2024 11:44, Gaudium Press) La semana pasada, el mundo fue sorprendido por una sofisticada táctica de guerra que resultó en la explosión de miles de buscapersonas y walkie-talkies utilizados por miembros del grupo extremista libanés Hezbolá. La operación dejó 37 muertos y más de 3.500 heridos.

El asunto estuvo en el noticiario durante toda la semana, con destaque en los principales medios de comunicación. Se trata de una región que, desde que existe el mundo, ha tenido una historia de guerras y nosotros, que estamos lejos y no conocemos a fondo las cuestiones políticas, económicas y religiosas que están envueltas en estas constantes disputas, tenemos dificultades para entender los por qués de esta guerra. Sin embargo, ante este hecho insólito, todo el mundo quiso dar su opinión.

Los medios no prestaron atención a esta noticia

Aunque la acción estuvo tan bien planificada que conmocionó incluso a los estrategas, la realidad superó a la ficción y se saldó con decenas de muertos y miles de heridos. Lamentablemente, la vida humana parece tener cada vez menos valor.

Pero lo que me trae aquí, después de larga ausencia, es otro acto reciente de violencia que despertó muy poco interés en los principales medios de comunicación, habiendo sido más publicitado por los medios católicos.

Me refiero al tiroteo contra una cándida señora con su pequeño hijo en el regazo. Ambos fueron alcanzados por los proyectiles. La madre recibió tres disparos en el pecho y varios en el rostro. La cara y la cabeza del niño quedaron destrozadas tras recibir al menos 15 disparos.

Ni siquiera un inocente pájaro que el niño sostenía en su manita se salvó de la furia de la tiradora. Pero la prensa no prestó atención a esta noticia.

La autora del ataque sabía lo que hacía

Poco importa quién sea la tiradora, ella es sólo una más de las innumerables personas dominadas por el odio a lo sagrado que buscan sus “cinco minutos de fama”, que, por mi parte, no le daré publicando su nombre.

Lo que importa no es quién lo hizo, sino a quién se le hizo: María Santísima y su Divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.

¡Pero era sólo una estampa, Alfonso! Sólo una imagen de Nuestra Señora y el Niño Jesús… ¿por qué preocuparse por eso?

¡No, no era sólo una estampa! Y la activista que disparó con su arma lo sabe muy bien.

Tras sufrir retaliaciones en Suiza, donde vive, la tiradora presentó sus disculpas y una poco convincente y cínica justificación de lo sucedido.

Poco después, renunció al cargo que ocupaba en el Partido Verde de ese país, que expresó su preocupación de que su permanencia en las filas de liderazgo dañara la imagen del partido.

La joven tuvo el descaro de afirmar que “tomó un catálogo de arte y seleccionó al azar un icono de Nuestra Señora y el Niño Jesús, sin prestar atención a su significado religioso”.

No le prestó atención, pero corrió a Internet y publicó una foto de su hazaña, mostrando los rostros sagrados del Niño Jesús y su Santísima Madre acribillados a balazos.

¿Qué clase de gente se complace con algo así?

Vivimos tiempos difíciles y este tipo de actitudes ha aumentado y sigue aumentando. Un claro ejemplo fue el sacrilegio cometido con la imagen de la Santa Cena en la espuria ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París.

Allí, la respuesta no fue muy distinta a la dada por la tiradora: no se trataba de una imagen sagrada, sino de una obra de arte.

Resulta que la representación de la última cena de Jesús con los Apóstoles, pintura de Leonardo da Vinci que pertenece a la Iglesia, es una de las obras más famosas y conocidas en el mundo, ilustrando el momento fundamental de la institución de la Sagrada Eucaristía.

Son personas que actúan abiertamente en contra de nuestra fe y nos tratan como si fuéramos idiotas, que no entienden bien las cosas y ven malas intenciones en todo.

En cuanto al alegato de no haberse dado cuenta de que eran Nuestra Señora y Jesús, incluso una persona de pésima índole y acostumbrada a la delincuencia que estuviese disparando, no dejaría de saber quiénes eran ellos.

Y, aunque no fuera una representación de lo sagrado y fuera sólo un retrato de gente corriente, ¿qué clase de personas se complacerían en disparar a una imagen de una recatada dama con un niño pequeño en su regazo?

Odio a lo sagrado

Sí, la joven política sabía exactamente lo que hacía y a quién disparaba. Su gesto no es más que una demostración más del odio a lo sagrado que corre por muchas venas. Odio, sobre todo y especialmente, contra la imagen de la purísima Madre de Dios.

Un odio que se originó en el reino celestial cuando Lucifer gritó: “¡Non serviam!” – ¡No lo haré! – iniciando una guerra que está muy bien explicada en las Sagradas Escrituras y que irá mucho más allá y causará más víctimas que el feroz conflicto de Oriente Medio: “Pondré odio entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:15).

Así comienza y así termina la Biblia, con el relato de una misma historia que se desarrolla a través de los siglos. Lo que comienza en el Libro del Génesis concluye en el Apocalipsis de San Juan, que narra la persecución de satanás a la “Mujer vestida del sol, que tiene la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”, cuyo Hijo “que debe regir a todas las naciones paganas con vara de hierro, fue arrebatado junto a Dios y su trono”. (cf. Ap 12, 1, 5).

Cada vez que una iglesia es invadida, se destruyen imágenes y se hacen insultos y burlas contra Dios y los santos, especialmente contra los miembros de la Sagrada Familia, se demuestra ese odio profundo hacia lo sagrado que, lamentablemente, late en tantos corazones.

No es la imagen, sino lo que representa

Los disparos de esta política suiza no estaban dirigidos a una hoja con un grabado, del mismo modo que quienes patean, pintan y rompen imágenes de Nuestra Señora no descargan su ira contra figuras inanimadas.

Atacan deliberadamente las representaciones de la Santísima Virgen, no porque no les gusten las imágenes que nos acusan de idolatrar, sino porque odian lo que representan.

En un mundo convertido en un mar de depravación, en el que la suciedad del pecado corre por las manos y por los cuerpos, contemplar esa imagen virginal, ese rostro purísimo de María, sobre todo cuando lleva en sus brazos la cándida figura del Niño Dios, es demasiado para ellos, raya en lo insoportable, porque les hace tomar conciencia de la fealdad y la gravedad de los pecados que cometen y de las atrocidades que defienden.

A los ateos y protestantes les encanta acusarnos de ser “idólatras” por nuestra veneración a los santos, cuyas imágenes nos recuerdan a aquellos a quienes admiramos.

Cuando un católico se arrodilla piadosamente ante un crucifijo o la imagen de un Santo, no son esos objetos los que está venerando; simplemente los usamos para conectarnos espiritualmente con Dios y los santos, de la misma manera que miramos con nostalgia las fotografías de las personas que amamos y que están lejos de nosotros.

La idolatría al revés

Cuando un no creyente ataca una imagen, como lo hizo esa pobre joven, está practicando la “idolatría inversa”, destilando odio contra los iconos que nos acusan de adorar.

Sin embargo, al querer destruir todas las imágenes del mundo, nuestra fe no será sacudida ni destruida, porque Dios está vivo en el corazón de los fieles, que son templos vivos del Espíritu Santo.

¿Cuánto tiempo pasará hasta que el blanco de esta rabia destructiva se convierta en cada uno de aquellos que intentan reflejar el brillo divino en su comportamiento cotidiano, en su vestimenta, en su discurso y en sus rectas intenciones? – “Este (el demonio) entonces se irritó con la Mujer y fue a hacer la guerra al resto de su descendencia, a los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús” (Apocalipsis, 12, 17).

¡Por cada disparo, un Ave María!

Cuando me enteré de esta sesión de tiro al blanco contra lo sagrado, me sentí triste y avergonzado por tanta falta de respeto y crueldad.

Intenté imaginar el dolor inmenso que, en el Cielo, sentía la Santísima Virgen con cada disparo que impactaba en su pecho puro y en su rostro cándido y, sobre todo, con cada proyectil que impactaba en su Hijo, claramente el objetivo principal de la activista verde que “No sabía a quién disparaba”, ¡pero no falló ni un solo tiro!

Hoy fue esta mujer en Suiza. Ayer fueron los organizadores de los Juegos Olímpicos en Francia. Pronto será un comediante, un político, una persona anónima. Desde que satanás fue expulsado del Cielo con una tercera parte de los Ángeles, los hijos de las tinieblas están en todas partes.

Como cristianos no podemos evitar hacer actos de penitencia y reparación ante esta infamia.

¡Por eso, católicos, doblen sus rodillas y oren para reparar este sacrilegio! Eso no sucedió hace mucho tiempo, fue la semana pasada, ¡no importa que la explosión del buscapersonas en el Líbano haya copado su atención!

Y prepárense, porque muchas acciones iguales o peores se llevarán a cabo en tiempos cada vez más reducidos.

Sobre todo, no olviden que su arma tiene una cruz en la punta; su uso comienza con una profesión de fe: “Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra” y finaliza con “Ave Reina, Madre de Misericordia, dulce vida y esperanza nuestra, ¡Ave!” Por cada disparo, un Ave María; ¡El cielo espera nuestros actos de reparación!

 Por Alfonso Pessoa

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