viernes, 27 de septiembre de 2024
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Lo maravilloso también es camino hacia Dios

Quien ataca lo maravilloso ataca a Dios. La importantísima función social de lo maravilloso, de lo sublime, de la belleza.

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Foto: Antonin Carvalho en Unplash

Redacción (26/09/2024 16:43, Gaudium Press) Un día el prof. Plinio Corrêa de Oliveira dijo que la inocencia, es decir, el estado límpido del hombre salido de las manos de Dios, tiende naturalmente a la maravilla, a la grandeza, lo que es solo un escalón de la tendencia natural de todo hombre hacia la Perfección Divina, hacia Dios.

Es decir, la tendencia de todo hombre hacia Dios es conexa y precedida por la admiración de lo maravilloso, como el encanto que cualquiera siente con un portento como la Sainte-Chapelle, o el Castillo de Chambord, o al contacto con una personalidad gigante como un Carlomagno o un San Pío X. De esta manera, podríamos concebir que Dios no solo se contempla en la Escritura o en una adoración al Santísimo Sacramento, sino también en toda maravilla, en toda grandeza.

Este ímpetu de admiración de Dios en las cosas magníficas del Orden de la Creación es ciertamente frenado por el pecado, el original y los actuales, que tienden a enconcharnos en nuestro egoísmo y en nuestros intereses más básicos; sin embargo, siendo una tendencia tan fuerte y fundamental, la inclinación a lo maravilloso ahí se mantiene, haciéndonos ansiar ver cosas majestuosas, grandiosas y sublimes, no solo las de este mundo sino incluso las que se puedan hallar en el Reino celestial, aún más bellas.

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En ese sentido, quien por ejemplo usando una varita mala mágica, hiciese desaparecer todos los diamantes de la tierra, atentaría contra la sublimidad, que en el sentido de lo dicho antes, es escalera al cielo. Este atentado contra el brillo blanco diamantino no solo estaría dirigido a los dueños de los diamantes, sino contra todo el género humano que desea conocer un Koh-i-noor, o incluso un diamante aún más magnífico, reflejo de Dios.

Nuestro destino es Dios, y nuestro corazón no descansará hasta que no descanse en Él, decía San Agustín. Pero también es cierto que las cosas que nos hablen de Dios, que nos reflejen a Dios, justamente por ello son descanso para nuestra alma, desde un magnífico paisaje como la Bahía de Guanabara, pasando por la grandeza de un Rey Sol, hasta una exposición del Santísimo Sacramento en una bella custodia de oro con formas solares.

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Foto: Amsterdan City Archives en Unplash

Ese es el papel de la belleza, incluso de la llamada ‘superflua’: Darnos noticia de Dios, y con ello permitirnos saciar en algo la sed que tenemos de Dios. ¿Habrá algo que posea una mayor función social?

En ese sentido, creemos que para este mundo de caos y que incita a la desesperación, puede ser muy útil lo que el Dr. Plinio llamaba ejercicios de trascendencia, que no son otra cosa sino estar a la procura constante de la maravilla, incluso a partir de cosas simples, de los hechos cotidianos, incluso no tan maravillosos.

¿Alguna vez entró usted a una iglesia sublime? Ciertamente que sí, en la propia ciudad, o en otra cuando estuvo de visita. Pues, ¿por qué no recordar ese templo maravilloso, cuando vamos a un templo digno, pero no tan grandioso, como por ejemplo la iglesia de nuestro barrio? Del templo sencillo, trascendemos a la basílica magnífica, y de esta al Creador del cielo, el templo celestial. De esa manera traemos solaz a nuestro espíritu y mitigamos en algo la sed de maravilloso, que como ya dijimos es sed de Dios. El dinero empleado en construir una iglesia sublime no es desperdicio, es inversión en felicidad, de muchos, de todos los visitantes.

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Foto: Annie Spratt en Unplash

Pero esto no solo lo podemos hacer en el campo religioso, sino también en el temporal, realizando así un acto ‘religioso’-temporal en el sentido de que buscamos la unión con Dios.

¿Alguna vez fuimos a un museo, donde encontramos una mesa tallada, tal vez policromada, de formas elegantes, bellas, agradables? Esto es algo que se encuentra por doquier. Pero resulta que infelizmente esa no es la mesa de nuestra casa, de nuestro estudio… No importa, en la imaginación y en un momento de solaz, una cosa me puede llevar a otra, con destino final la grandeza de Dios.

Maravillosos también fueron muchos hechos del pasado, desde batallas donde brilló el heroísmo de forma particular, lances diplomáticos donde resaltó la astucia y la inteligencia, o labores que exigieron una perseverancia total. Cansados de este mundo de futilidad, la Historia nos puede descubrir hechos maravillosos y con eso traer descanso a nuestras almas. En este campo, una buena vida de santos es insustituible.

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Redescubrir las maravillas del pasado, e ir dejando a un lado esas series cada vez más de horror de la televisión.

Claro que todo esto no es un escape de este mundo, donde tenemos que vivir y luchar, con los pies en la tierra. Pero sí es establecer un faro para no perder el rumbo, hacia el cielo, en este mundo caótico y tendiente al horror. Y oxigenarnos un poco con la maravilla para soportar las luchas de este mundo.

Sed de maravilloso, sed de sublime, sed de grandeza… sed de Dios. Quien por orgullo, por envidia, por lo que sea, odia lo grandioso y lo maravilloso, odia a Dios o termina odiando a Dios. No hay salida.

Pero para que el egoísmo y el pecado no nos lleven a la desesperación y al desánimo, es preciso cultivar la vida de la gracia: oración, sacramentos. Sin la gracia somos ramas cortadas y tiradas a la vera del camino. Sin la gracia morimos aunque estemos con vida. Sin la gracia despreciamos hasta lo sublime, y claro, despreciamos a Dios.

Por Saúl Castiblanco

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