jueves, 21 de noviembre de 2024
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San Marcelo Centurión, lanzó su espada y bastón delante de sus tropas pues no quiso incensar ídolos

San Marcelo admite los hechos delante del juez que lo condena, y pide a Dios que sea bueno con él.

SAN MARCELO

Redacción (30/10/2024, Gaudium Press) La historia de San Marcelo (+298) el centurión – uno de los santos que la Iglesia celebra hoy– guarda analogías con la de San Mauricio y la legión tebana.

De San Marcelo se conservan actas que tienen mucha credibilidad.

San Marcelo, mandaba una centuria, y aunque hay tradiciones que ubican la primera parte del drama en León – España, al parecer todo se desarrolló en Tánger, norte de África.

El gobernador Fortunato le dirigió a Aurelio Agricolano la siguiente comunicación:

“Manilio Fortunato a Agricolano, su señor, salud. En el felicísimo día en que en todo el orbe celebramos solemnemente el cumpleaños de nuestros señores augustos césares, señor Aurelio Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de centurión delante de las tropas de nuestros señores”, relata el gobernador. Afirman las tradiciones que lo que ocurría es que toda la tropa iba a ofrecer sacrificios a los dioses paganos para pedir la protección por su emperador, y por ello el Centurión Marcelo cortó esa posibilidad de raíz.

Continúa Fortunato diciendo a Agricolano que Marcelo se afirmaba cristiano, y que no podía militar más que en el ejército de Jesucristo. Por esto Agricolano lo enviaba a que fuera juzgado por el viceprefecto Agricolano.

Ya en Tánger, y delante del viceprefecto, se lee el acta de acusación, San Marcelo confirma, y entonces es decapitado.

Ya delante de Agricolano, se da el siguiente guión, un 30 de octubre del 298, según relata la “Passio” de San Marcelo:

El 30 de octubre, el centurión Marcelo compareció ante el juez, a quien se comunicó lo siguiente: «El gobernador Fortunato ha remitido a tu autoridad al centurión Marcelo. He aquí una carta suya, que te leeré si lo deseas.» Agricolano dijo: «Lee». Entonces se leyó el informe oficial: «De parte de Fortunato a ti, mi señor», etc. Entonces Agricolano preguntó a Marcelo: «¿Hiciste lo que dice el informe oficial?»
Marcelo: Sí.
Agricolano: ¿Servías regularmente en el ejército?
Marcelo: Sí.
Agricolano: ¿Qué te impulsó a cometer la locura de arrojar las insignias y a hablar en esa forma?
Marcelo: No es una locura temer a Dios.
Agricolano: ¿Dijiste realmente todo lo que cuenta el informe oficial?
Marcelo: Sí.
Agricolano: ¿Arrojaste las armas?
Marcelo: Sí, porque a un cristiano que sirve a Cristo, no le es lícito militar en los ejércitos de este mundo.
Agricolano: La acción de Marcelo merece un castigo.

En seguida pronunció la sentencia: «Marcelo, que tenía el rango de centurión, ha admitido que él mismo se degradó al arrojar públicamente las insignias de su dignidad. Por otra parte, el informe oficial hace constar que pronunció palabras insensatas. En vista de lo cual, disponemos que perezca por la espada». Cuando le conducían al sitio de la ejecución, Marcelo dijo: «Que mi Dios sea bueno contigo, Agricolano». En esa forma tan digna, partió de este mundo el glorioso mártir Marcelo.

Con información de Catholic.net y El Testigo Fiel

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