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La obra era promovida por la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Redacción (15/01/2025 08:19, Gaudium Press) En hechos que rozan la locura y chocan en extremo el principio de contradicción, la Conferencia Episcopal Peruana ha tenido que denunciar “que la Facultad de Artes Escénicas de la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Especialidad de Creación y Producción Escénica y el Centro Cultural de la PUCP, avalen y auspicien una obra teatral que se presentará los días 30 y 31 de enero próximo, cuya publicidad, título y contenido instrumentalizan y aluden a la imagen del Inmaculado Corazón de la Virgen María”. El comunicado tiene fecha de ayer.
La publicidad de la representación en cuestión, presenta a un hombre con cabeza cubierta con velo negro, y en el pecho el corazón rodeado de rosas y con rayos que tradicionalmente representa al Inmaculado Corazón de María, símbolo de la persona augustísima de la Madre de Dios. Configura también la escena una aureola dorada sobre la cabeza del hombre, tal como se representa la aureola de la Virgen. El torso del hombre esta ‘recubierto’ con una tela de encaje negro plena de trasparencias. Completa el cuadro un hombre o mujer focalizado desde arriba, que aparenta tener el torso descubierto, y que sostiene lo que sería el manto o falda portado por el hombre que ‘representa’ a la Virgen. La alusión al Inmaculado Corazón se torna explícita cuando se lee el título de esa obra: ‘María Maricón’.
El anuncio de esa obra blasfema suscitó como incendio en bosque seco la indignación en todo el país. Ante el aluvión de protestas, la representación —patrocinada por el Ministerio del Cultura— ha sido suspendida.
Choque con la constitución Ex Corde Ecclesiae
En la nota del episcopado sobre la materia, se alude al carácter pontificio del claustro donde se planeó la representación: La obra que alude “a la imagen del Inmaculado Corazón de la Virgen María, [lo hace] en forma vejatoria que ofende la fe católica y que va a contracorriente de una comunidad universitaria que se define estatutariamente como católica y que cuenta con título pontificio”.
Verdaderamente, en la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, —sobre las Universidades Católicas, promulgada por Juan Pablo II el 15 de agosto de 1990, donde se define y regula la identidad y misión de las instituciones católicas de educación superior— se puede leer que “el objetivo de una Universidad Católica es el de garantizar de forma institucional una presencia cristiana en el mundo universitario frente a los grandes problemas de la sociedad y de la cultura”; asimismo, la Universidad Católica debe poseer, en sus “características esenciales”, “una inspiración cristiana por parte, no sólo de cada miembro, sino también de la Comunidad universitaria como tal”, además de “la fidelidad al mensaje cristiano tal como es presentado por la Iglesia” (n.13).
Tras el escándalo levantado, la PUCP emitió un comunicado, en el que se manifiesta contraria al “mal uso de símbolos religiosos”, y declara que se ha suspendido el Festival de teatro donde se emitiría esa obra. Anunció también que llevaría a cabo “los procesos necesarios con la finalidad de que situaciones como esta no vuelvan a suceder”. Entretanto, desde diversos rincones surgen las preguntas sobre cómo se está favoreciendo la identidad cristiana en ese claustro, desde el momento en que una obra de ese estilo puede ser concebida, la cual según sus propios realizadores, estaba pensada para explorar “el conflicto entre lo religioso y el género a través de la deconstrucción de diferentes vírgenes y santas católicas”. Era pues, una obra pensada para ‘deconstruir’ elementos de lo más sagrado que tienen lo cristianos, como es la devoción tradicional a la Virgen y a sus santos, además de expresar, veladamente y no tanto, rechazo en puntos clave de la doctrina católica en materia de sexualidad. En ese sentido, una obra anticatólica.
¿Realmente hay respeto al carácter católico?
La pregunta, pues, que se sigue levantando, es como puede surgir desde el seno de una Universidad Pontificia una obra de ese estilo, justamente cuando la Constitución Ex Corde Ecclesiae anima al “esfuerzo por formar una comunidad auténticamente humana, animada por el espíritu de Cristo” (n.21), manteniendo “con la Iglesia una vinculación que es esencial para su identidad institucional” (n.27). “Los miembros católicos de la Comunidad universitaria, a su vez, están también llamados a una fidelidad personal a la Iglesia, con todo lo que esto comporta. De los miembros no católicos, en fin, se espera el respeto al carácter católico de la institución en la que prestan su servicio, mientras que la Universidad, a su vez, deberá respetar su libertad religiosa” (n.27), reza la Constitución citada.
Incluso, algunos ya cuestionan que el escándalo sea zanjado con un simple comunicado de la Universidad, cuando la Constitución Ex Corde Ecclesiae establece que cuando surgieren “problemas” acerca del “carácter católico” de este tipo de universidades, “el Obispo local tomará las medidas necesarias para resolverlos, de acuerdo con las Autoridades académicas competentes y conforme a los procedimientos establecidos y —si fuera necesario— con la ayuda de la Santa Sede”.
De hecho, en el Comunicado del episcopado peruano, firmado por su presidencia, se lee que “la Conferencia Episcopal, al mismo tiempo, solicita a las Autoridades Educativa y Religiosa de la PUCP las medidas correctivas que este lamentable caso requiere y las disculpas al pueblo peruano, que ama y venera a la Virgen María”. Es del caso, expresan algunos (el alcalde de Lima ha pedido que se le quite el apelativo de católica a la PUCP), habiendo sido el escándalo mayúsculo y de cobertura nacional e internacional, que la autoridad universitaria, en comunión con la autoridad jerárquica, explique a la opinión de forma detallada como pudo surgir en su claustro una obra abiertamente blasfema y de contenidos anticatólicos, y como las medidas correctivas sugeridas irán al fondo del problema y de las fallas estructurales que lo causaron, a la búsqueda de su solución. (CCM)
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