miércoles, 19 de febrero de 2025
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Del Támesis al Tíber, del Anglicanismo a Roma: El Viaje Espiritual de Oscar Yuill

Oscar Yuill, ex anglicano y antes ateo, relata su conversión al catolicismo tras años de lucha interior. Dejó atrás la tradición anglicana por carencias en la devoción mariana y vacíos doctrinales.

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Redacción (14/02/2025 11:32, Gaudium Press) Oscar Yuill, alguien que ha recorrido un largo camino espiritual, compartió recientemente en el portal Mæl Dun  su experiencia de conversión del anglicanismo a abrazar la fe católica, decisión que lo llevó a considerarla la verdadera “Iglesia de Cristo”. A través de sus relatos, Yuill expone los motivos y las luchas internas que lo movieron a abandonar la Iglesia de Inglaterra, institución que había formado parte muy importante de su vida.

Al principio de su viaje espiritual, Yuill era ateo; pero siempre tuvo un corazón sincero en la búsqueda de la verdad, y en cierto momento sintió atracción por la autenticidad católica.

Ya en sus primeros pasos de conocimiento del catolicismo, experimentó una sensación de sinceridad y profundidad, que no había encontrado en otras tradiciones. A pesar del encanto que estaba sintiendo, pasaron varios años en los que Yuill casi “cruza el Tíber” [tercer río más largo de Italia, que separa el Vaticano de Roma], aunque en cada intento, regresaba buscando consuelo en lo familiar, en el anglicanismo.

En su testimonio Yuill relató que, aunque sentía la llamada hacia la Iglesia Católica, temía ser “tibio” en la que sería su nueva fe. Pensaba que “abrazar el catolicismo” implicaba comprometerse a plenitud con una vida de santidad, algo que no le era exigido así en el anglicanismo, donde las oraciones eran esporádicas, no había claridad. Además, esta práctica no tan exigente, le facilitaba las tentaciones de sumergirse en la mera política y la cultura. Sin embargo, algo lo seguía llamando hacia la Iglesia de Roma.

fotooo8 06 28 04 utcUn día tuvo la idea de que la Iglesia de Inglaterra era una “continuación de la Iglesia Católica”, argumento defendido por muchos intelectuales anglicanos. Él se aferraba a esta presunción, en la que la Iglesia anglicana era vista como la Iglesia original en Inglaterra, reformada, pero con raíces en tradiciones católicas. Fue así como intentó conciliar los Treinta y nueve artículos, pilares de la creencia y práctica anglicana, con su creciente afinidad hacia el catolicismo.

En cierto momento, él recordó que, durante la Reforma, anglicanos como Thomas Cranmer —arzobispo de Canterbury durante el reinado de Enrique VIII— llegaron a condenar a los que portaran un rosario, e incluso presionaban para que fueran encarcelados. Recuerdos como estos y la poca presencia de la Virgen en la liturgia anglicana, comenzaron a ser ya puntos más decisivos.

En los Anglicanos, María bastante ausente: Quiebre Determinante en la Conversión de Yuill

La contradicción entre ambas tradiciones se le fue haciendo más evidente.

Otro de los momentos cruciales de su conversión fue el estudio del “Libro de Oración Común”, famoso devocional y donde se contienen principios básicos de la fe anglicana.

Yuill se dio cuenta de que ese texto, que contiene elementos litúrgicos similares a los de la Iglesia Católica, no incluía una devoción profunda a la Virgen María, lo que para él representaba una “degradación” de la Madre de Dios. “Fue la refutación más decisiva del proyecto anglicano. Honrar a María ha sido una característica indiscutible del cristianismo desde la época de los apóstoles. Los reformadores degradaron a la Mujer vestida de sol, a la segunda Eva que aplastó la cabeza de la serpiente y llevó a Dios en su vientre”, lamenta.

La Crítica de Yuill a los Treinta y nueve Artículos y a la Autoridad Anglicana

Con el tiempo, y al profundizar en los Treinta y nueve Artículos del credo anglicano, Yuill cristalizó que “rechazan de raíz más de un milenio de práctica y doctrina cristianas”. A cierta altura concluyó de que el anglicanismo no solo casi había erradicado la devoción a María, sino que también había desechado prácticas esenciales de la fe de Cristo, como la oración de intercesión y varios de los sacramentos.

Él también fue percibiendo que las notas de la verdadera Iglesia —unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad— eran “obviamente ciertas en la Iglesia Católica”.

“Pienso especialmente en la santidad. La Iglesia todavía genera santos, como el beato Carlo Acutis. También existen milagros eucarísticos. Es obvio por qué los milagros eucarísticos ocurren en una Iglesia que enseña inequívocamente que el pan y el vino se convierte en cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo. Y también es obvio por qué tales milagros son pocos y espaciados en la comunión anglicana. Si diferentes pastores piensan que están haciendo cosas diferentes en el altar, ¿cómo puede la práctica ser coherente? ¿Y cómo puede ayudar a alguien su desunión o pluralismo?”, se preguntaba. Para Yuill, esto resultaba en una Iglesia vacía de verdadera autoridad y sin una enseñanza clara sobre lo que significaba ser cristiano.

Un antes y un después en la Conversión de Yuill: Santa Margarita Clitherow

Tiempo después Yuill experimentó una serie de eventos que lo convencieron de que el catolicismo era realmente su hogar.

En un viaje a York, visitó el santuario de Santa Margarita Clitherow, una mártir católica asesinada por esconder sacerdotes que eran perseguidos durante el reinado de Isabel I, siglo XVI.

Yuill recordó el impacto que le produjo conocer la historia de esta santa condenada a la peine forte et dure, es decir, ser aplastada hasta morir; al parecer se encontraba embarazada: “Aquello solo fortaleció mi resolución. Recuerdo que me enteré, como una punzada repentina y aguda, de que estaba embarazada cuando la aplastaron hasta morir. ¿Y por qué? Por esconder sacerdotes. Por ser católica”, enfatiza.

No solo Yuill, también su prometida decidió seguir el llamado al catolicismo.

Encuentra a “hermanos perdidos”

En su primera misa ya en una iglesia católica, Yuill sintió que estaba encontrando a “hermanos perdidos hacía mucho tiempo”, una sensación de hogar y comunidad que no había experimentado en la Iglesia anglicana.

Aunque reconoce que la Iglesia Católica atraviesa tiempos difíciles, con divisiones y ataques internos y externos, Yuill afirma que no hay duda de que esta es la Iglesia en la que ha encontrado la gracia que había buscado toda su vida: “Amo a la Iglesia porque es en ella donde este pecador ha sentido abundante gracia, y porque ella es mi madre”, expresando su gratitud por haber llegado finalmente al hogar.

Hoy, Yuill vive su fe católica con reconocimiento, “con buenos recuerdos y amigos y con gratitud” aliviado de no tener que justificar prácticas como el rosario o la devoción a María a otros feligreses. Está agradecido por el Catecismo, por el latín, por la tradición de la Iglesia, y por compartir la comunión con figuras tan veneradas como San Agustín, Santa Hildegarda, San Maximiliano Kolbe y el Papa Benedicto XVI. Yuill concluyó que, aunque deja atrás su vida en la Iglesia anglicana, siente que ahora está de regreso en casa.

Con información de ReligiónEnLibertad

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