“Vamos por el zoológico y un viejo león melenudo atrae especialmente nuestra atención. Él tiene algo de ‘viejo lobo de mar’, de esos que ya se las saben todas…”
Redacción (13/03/2025 17:36, Gaudium Press) Divertirse es particularmente analizar bien lo que nos rodea, porque en ese análisis entran en juego todos los recursos del alma, desde los meramente sensibles como los cinco sentidos, luego la percepción, la atención, la imaginación, la memoria, la fantasía, para terminar en las palabras que describen aquello que estoy contemplando.
Vamos por el zoológico y un viejo león melenudo atrae especialmente nuestra atención. Él tiene algo de ‘viejo lobo de mar’, de esos que ya se las saben todas; pero es un gran león, no un lobo ni un lobo marino.
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La jaula no hiede a olor de rosas, eso hace parte de su ‘masculinidad’. No nos mira, pues somos meros pequeños que han osado cruzar por su espacio visual, míseros moscorrofios inmerecedores del más mínimo átomo de su interés.
Su melena se observa en capas: primero viene una dorada y luego otra más oscura; no es que la primera sea de sus canas y la otra de su color de pelos natural, sino que es realmente una capa bicolor, como si fuera una mini chaqueta peluda y desaliñada en os tonalidades. En cierto momento abre su boca rugiente en retumbante grito, mostrando su aún completa dentadura, de la que destacan los afilados colmillos que harían morir de envidia al más feroz de los vampiros. Vemos entonces toda la potencia del león. ‘Uaoo, qué animal majestuoso, qué maravilla’, surge espontánea la exclamación.
Pero no solo nos quedamos en el león, no tenemos que limitarnos a lo que estamos viendo, sino que tenemos nuestra memoria, la imaginación, y podemos hacer correlaciones, ‘reversibilidades’ como las llamaba el prof. Plinio Corrêa de Oliveira: “ese león no es un gatito, pero algo tiene minino, y el gato tiene algo del león, es un león en miniatura. El gato también tiene hace gala de un temperamento tranquilo, calmo, él duerme y duerme, pero no hasta la hibernación desconectada y nirvanática, sino que el mimoso se puede convertir en fiero y ágil guerrero ante la menor amenaza o cuando decide atacar. Claro, el gato es más mimoso, es más propicio a ser mimado, aunque el león también tiene sus momentos de esparcimiento…”.
Las “reversibilidades” pueden ir de los animales a los humanos, pues todo los niveles de la creación son ‘reversibles’:
“¿En algún momento Churchill podía ser comparado a un león?, nos preguntamos. Se diría que Churchill tiraba más hacia el bulldog, pero hay una foto famosa del primer ministro en la que apoyado sobre una silla y con la otra mano en la cadera, él mira fijamente el objetivo de la cámara en actitud inquisitorial, también dispuesta a la réplica y al ataque. Es la foto del “The Roaring Lion”, el León Rugiente. Evidente. Churchill también tenía sus momentos leoninos, donde se percibía mejor su temple fiero, su disposición a la lucha tenaz cuando las circunstancias lo exigiesen, y sí que lo exigieron: ‘Seguiremos hasta el final, lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, sea cual sea el coste, lucharemos en las playas, lucharemos en los campos de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas; nunca nos rendiremos, y aun si, lo que no creo ni por un momento, esta isla o una gran parte de ella fuera subyugada y muriendo de hambre, entonces nuestro Imperio de ultramar, armado y custodiado por la flota británica, continuaría la lucha, hasta que, en el buen tiempo de Dios, el Nuevo Mundo, con todo su poder y fuerza, salga al rescate y la liberación del viejo’, dijo el León en el famoso discurso de las playas. Es el discurso de un león”.
En esos análisis de las realidades se han implicado todas las potencialidades del alma humana, desde los sentidos hasta la verbalización, y eso es placentero. Es como cuando un pajarillo cantor se pusiese a cantar su más dulce canto en el más lindo de los vuelos: entonces se podría decir que las potencialidades de la naturaleza del pajarillo están implicadas todas enteras en ese ejercicio, y cuando las potencias alcanzan su fin, la naturaleza es feliz.
Escrutando de esa manera la realidad que nos circunda, se van descubriendo maravillas incluso en las más pequeñas cosas, y se es feliz.
Pero esos ejercicios —en el fondo movimientos religiosos, pues procuran la huella de Dios en la Creación—requieren un espíritu sereno, templado, no agitado, no febricitante, no enviciado en las meras sensaciones extremas. Un espíritu que contemple y que piense. Esos espíritus ‘drogadictos’ —de los que la agitación del mundo moderno ha creado legiones— infelizmente tienen vedadas las dulces delicias de la contemplación reversible del Orden de la Creación.
Por Saúl Castiblanco
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