“Porque cuando uno de ustedes dice: ‘Yo soy de Pablo’, y otro: ‘Yo soy de Apolo’, ¿no es esto una forma de pensar completamente humana?”
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Redacción (02/06/2025 09:53, Gaudium Press) “Porque cuando uno de ustedes dice: ‘Yo soy de Pablo’, y otro: ‘Yo soy de Apolo’, ¿no es esto una forma de pensar completamente humana? Pues ¿quién es Apolo? ¿Y quién es Pablo? Son meros siervos, por medio de los cuales ustedes llegaron a la fe”. (1 Cor 3, 3-5)
El otro día, en una conversación sobre el nuevo Papa, alguien me preguntó: “Bueno, señor Alfonso, el Papa León XIV fue elegido el 8 de mayo… ¿por qué usted no se ha pronunciado todavía?”. Una pregunta que puede ser sólo una pregunta, y también puede tener muchos significados. Así que a partir de ahí decidí hablar.
La muerte del Papa Francisco y la elección del Papa León XIV dejaron muy clara la lamentable impresión de una Iglesia dividida, algo que no debería existir, ya que la Iglesia Católica es santa y una. Esta impresión, de hecho, fue ampliamente explotada por los medios de comunicación, incluso antes del Cónclave: por un lado, los progresistas y liberales, más estrechamente vinculados al Papa Francisco, y por el otro, los conservadores, menos vinculados al difunto Papa.
Desde este punto de vista, es de suponer –y hay vastas publicaciones en este sentido– que hay un ala no del todo satisfecha con la elección del Papa León XIV y otra, más conservadora, bastante satisfecha, pues algunos discursos y posturas del nuevo Papa han mostrado la imagen de un hombre moderado y más inclinado a la tradición católica, pese a que el propio pontífice ha declarado que continuará la línea de Francisco de una Iglesia inclusiva y sinodal.
Una apuesta sin ganadores
Antes del cónclave, las casas de apuestas movieron grandes sumas y cinco candidatos tenían la delantera. Una apuesta que, por la sacralidad del cargo, ni siquiera debería haberse realizado, pero que, si se realizó, decepcionó a los apostadores, porque el resultado estaba lejos de lo que parecía obvio, y el Papa elegido era un cardenal prácticamente desconocido, que ni siquiera estaba entre los veinte probables candidatos.
Una sorpresa que, al principio, pareció una incógnita, pero que, a medida que pasan los días –todavía muy pocos–, las cosas se van delineando y tomando forma alrededor de la Cátedra de Pedro. Aunque ha disgustado a algunas personas, tanto dentro como fuera de la religión católica, el Papa parece hacer más contentos que descontentos.
Pero más importante que el hecho de que el cardenal Robert Francis Prevost fuera elegido Papa es el hecho de que, siendo él o cualquier otro, habría descontento, porque las fisuras que se observan, más superficiales o más profundas, según el ángulo desde donde se mire, conducirían al inevitable descontento de unos u otros.
No es la primera vez que esto sucede en la Iglesia, porque como seres humanos somos propensos al partidismo, y la misma Curia, formada por hombres, no es inmune a este peligro.
Entre Pablo y Apolo
Tenemos un registro muy antiguo de la primera vez que ocurrió este tipo de cosa, no necesariamente con un Papa, sino con quienes estaban a su alrededor, y afortunadamente, junto con el relato del mal, se nos da también el remedio, y quien nos lo da es el Apóstol San Pablo:
“Mientras haya celos y disputas entre ustedes, ¿no será porque son carnales y actúan según criterios humanos? Cuando uno de ustedes dice: «Yo soy Pablo», y otro: «Yo soy de Apolo», ¿no es eso según criterios humanos? Pues ¿quién es Apolos? ¿Y quién es Pablo? Meros siervos, por medio de los cuales ustedes abrazaron la fe, y eso según la medida que el Señor repartió a cada uno de ellos: yo planté, Apolo regó, y Dios dio el crecimiento. Así que ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios, que da el crecimiento. […] Por tanto, que nadie se jacte en los hombres. Todo es suyo: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente y el futuro. Todo es suyo. Pero ustedes pertenecen a Cristo, y Cristo pertenece a Dios. (1 Cor 3, 3-7; 21-23).
Esto no quiere decir que no podamos tener nuestras preferencias e identificarnos más con un estilo u otro de gobierno, pero incluso el hecho de tener esas preferencias deja claro los duros golpes que ha sufrido la Iglesia en las últimas décadas, asemejándose mucho más a una institución humanitaria de lo que aquello que realmente es: una sólida roca de origen divino que, pase lo que pase, gobierne quien la gobierne en la tierra, permanecerá indestructible, porque su fundamento es Jesucristo y las puertas del infierno nunca prevalecerán contra ella.
Bajo el signo de León
Ahora estamos bajo el signo de León. A todos nosotros, católicos bautizados, nos corresponde luchar para cerrar las fisuras que existen y recuperar la unidad de los primordios de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, la única fundada por Nuestro Señor Jesucristo, su Esposo y también su Cuerpo Místico.
Debemos tener la honestidad de evangelizar siempre y en toda circunstancia, porque ésta es la misión principal del cristiano: llevar el Evangelio a todas las criaturas (cf. Mc 16,15).
Y, al evangelizar, no podemos caer en trampas engañosas que nos lleven a creer y enseñar algo diferente a esto, porque, si por escrúpulos humanos de querer agradar a todos, propagamos que todos los caminos y todas las religiones llevan a la salvación, simplemente estaremos negando a Nuestro Señor Jesucristo, contradiciendo la revelación que Él mismo nos hizo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Jn 14,6).
Nosotros somos la Iglesia
Notemos un detalle muy interesante en esta afirmación de Jesús que debe estar en el centro de nuestra fe. Él no dijo “nadie va al Padre”, sino “nadie viene al Padre”, dejando muy claro que el Padre y el Hijo son la misma Persona, lo cual explica detalladamente en los siguientes versículos:
“Si me conocieran, también conocerían a mi Padre; desde ahora lo conocen, porque lo han visto. Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre, y nos basta». Jesús le respondió: «¿Tanto tiempo he estado con ustedes y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo, pues, dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que les hablo no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en mí, es que realiza sus propias obras. Créeme: estoy en el Padre, y el Padre en mí”. (Jn 7, 11)
Esto es ser católico, esta es nuestra fe. La Iglesia Católica fue fundada por Dios mismo. No fue creada por un profeta, por un teólogo, por un disidente; y si no tenemos claro esto, nos engañamos a nosotros mismos, traicionamos nuestro Bautismo y también engañamos a las demás personas.
Por eso, debemos ser cristianos y orar por la Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana y ser cada vez más santos para hacerla más santa, porque la Iglesia somos todos nosotros y este “todo” es formado por cada uno de nosotros…
El primer puesto fue otorgado a una mujer
Pero si quieren saber si me gustó la elección del cardenal Robert Prevost, sí, me gustó. Primero me sorprendió, como a todos, y luego me alegró, porque, desde su primera aparición en la Logia y el anuncio del nombre que adoptó, León XIV, un aire de sacralidad parece haber vuelto a envolver la Iglesia.
Fue también muy importante que su primera visita fuera a Genazzano, donde reposa el fresco milagroso de la Virgen del Buen Consejo, una réplica del cual estuvo presente en la Misa de Entronización de su pontificado. Todo esto me parece muy saludable.
Conocí a Nuestra Señora del Buen Consejo a través de Mons. João Clá Dias – que era muy devoto de ella, al igual que su mentor espiritual, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira – que escribió un excelente libro que cuenta toda la historia del traslado del fresco de Albania a Genazzano y las consecuencias de ello.
Mons. João nos dejó un legado muy importante que tiene a Fátima en un extremo y a Genazzano en el otro; dos manifestaciones milagrosas de Nuestra Señora con una fuerte conexión con los acontecimientos actuales.
La primera, Nuestra Señora de Fátima, por haber revelado secretos fundamentales para nuestra fe y comprensión de las transformaciones que sufriría el mundo, y la otra, Mater Boni Consilii, por haber sido consejera de papas y santos, incluidos fundadores de órdenes religiosas, como San Alfonso María de Ligorio, San Pablo de la Cruz, San Clemente María Hofbauer, San Gaspar del Búfalo, San Luis Orione y San Juan Bosco.
Mons. Juan Clá, que fue también fundador, no inició los Heraldos del Evangelio de otro modo que bajo el consejo de esta amorosa Madre. Por eso, tengo muchos motivos para estar contento con un Papa que retoma aspectos importantes de la tradición de la Iglesia y que confía el primer puesto de su pontificado a una mujer: Nuestra Señora del Buen Consejo.
Un nombre atípico elegido por el padrino
Y para finalizar, quiero compartir una historia que pocas personas conocen, pero que, debido a una antigua amistad, tuve la oportunidad de acompañar. Hace tres años, Mons. João se convirtió en el padrino de un niño, cuya escogencia del nombre le confiaron sus padres. Sorprendentemente, Monseñor sugirió que el niño se llamara León.
“Un consejo audaz y padres valientes. Va a sufrir bullying cuando llegue al colegio”, fue lo primero que pensé. ¡Y hoy el pequeño León tiene el mismo nombre del Sumo Pontífice! Pequeñas señales que nos hacen darnos cuenta de que nuestra visión se amplía enormemente cuando, aún viviendo en el mundo, nos dejamos guiar por el Espíritu Santo de Dios.
Oremos por el pontificado de León XIV, recordando la enseñanza de San Pablo: “apenas un siervo que nos fue dado”. Un siervo de Cristo. ¡Un siervo de Dios!
Por Alfonso Pessoa
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