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“El movimiento llamó la atención precisamente por su discreción. Después de todo, durante años, los sobrevivientes de abuso y sus defensores han denunciado el uso público y repetido de las obras de Rupnik”.
Foto: OSV News photo/CNS file, Tyler Orsburn
Redacción (10/06/2025 09:09, Gaudium Press) El pasado fin de semana, una operación silenciosa borró del sitio web oficial del Vaticano la presencia visual de una de las figuras más controvertidas de la Iglesia reciente: el ex jesuita Marko Iván Rupnik. Sin previo aviso, sin una declaración, sin una justificación oficial, el arte del sacerdote esloveno, acusado de abusos sexuales en serie, simplemente fue retirado de la red.
El movimiento llamó la atención precisamente por su discreción. Después de todo, durante años, los sobrevivientes de abuso y sus defensores han denunciado el uso público y repetido de las obras de Rupnik como una afrenta directa a la memoria y el dolor de las víctimas. Como informó Ed Condon para The Pillar, la insistencia en mantener sus mosaicos prominentes se había convertido en una “contra-señal” a los esfuerzos de renovación de la era de Francisco: un recordatorio de que en ciertos pasillos, la estética aún hablaba más alto que la ética.
La repentina “limpieza” visual ya ha sido leída por los analistas como un gesto inaugural del pontificado de León XIV. Sí, el nuevo Papa —un canonista de formación y reputación austeras— parece dispuesto a corregir lo que sus predecesores prefirieron ignorar, ocultar o burocratizar hasta el agotamiento. Pero la pregunta sigue siendo: ¿es este el comienzo de una verdadera rendición de cuentas o simplemente una maniobra cosmética para aliviar la presión pública?
Rupnik, además de estar acusado, ya fue formalmente excomulgado en 2020 por absolver a un cómplice de un pecado contra el sexto mandamiento, lo que, hay que decirlo, constituye un delito canónico gravísimo. Aun así, continuó gozando de prestigio y órdenes en la Curia romana, protegido por una red opaca de favores y omisiones. Su excomunión sólo salió a la luz dos años después. Mientras tanto, el proceso canónico en su contra sigue estancado, supuestamente debido a dificultades para establecer un tribunal fuera del Vaticano, según el cardenal Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
Según la información oficial del Anuario Pontificio 2024, el padre Marko Rupnik todavía figuraba como consultor del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Aunque el sacerdote no es mencionado cuando se consulta en el portal www.vatican.va, la referencia en el anuario cuatro años después de su condena es significativa.
Fuentes independientes confirman que, incluso después de las acusaciones, Rupnik mantuvo el título de consultor en ese dicasterio y siguió siendo una figura influyente en Roma.
Por otra parte, otros dicasterios a los que estaba vinculado —como el Pontificio Consejo para la Cultura y el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización— ya no lo incluyen, lo que sugiere revisiones posteriores.
Ed Condon señala que la eliminación de las imágenes puede ser “literalmente un cambio superficial” —aunque bienvenido— pero advierte que las decisiones realmente importantes aún esperan la pluma papal. Entre ellas, la sustitución de figuras clave como el cardenal O’Malley, de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, y posiblemente del propio Fernández, cuya actuación selectiva en los casos de abusos pone en duda la coherencia del sistema.
El mayor problema, por tanto, no es la desaparición de las obras, sino lo que éstas señalan. ¿Tendrá León XIV el coraje no sólo de condenar a un jesuita caído, sino de enfrentarse a todo el sistema que lo crió, promovió y protegió durante décadas?
Porque, seamos sinceros: derribar los mosaicos de Rupinik es fácil. Lo difícil es remover el cemento que lo protegía.
Por Rafael Tavares
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