jueves, 12 de junio de 2025
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Una misa en las alturas: el padre Doohan y su peregrinación al campamento base del Everest

Con su sotana y su fe en la cumbre, el padre Doohan celebró la misa más alta de su vida, a 5.300 metros de altura

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Redacción (11/06/2025 11:11, Gaudium Press) Desde Escocia hasta el techo del mundo, con el corazón en la Eucaristía y el alma peregrina: Así podría resumirse la historia del padre Ninian Doohan, un sacerdote escocés de 44 años que recientemente presidió la misa más especial de su vida, a 5.300 metros de altitud, en el campamento base del Monte Everest, en el valle de Khumbu (Nepal); tal vez fue la misa más “alta” de la Historia.

La celebración, que tuvo lugar sobre una piedra tallada utilizada como altar, fue mucho más que una proeza física. Fue una peregrinación cargada de fe, sacrificio y amistad, fruto de una promesa que el sacerdote hizo meses antes a su amigo sherpa Gele Bishokarma, a quien había bautizado en la iglesia de San Patricio de Edimburgo el pasado 25 de diciembre de 2023.

Una misa en la cima del mundo

Antes de iniciar su viaje, el padre Doohan expresó su deseo de conocer la vivencia de la fe católica “en el punto más alto de la Tierra”. Llegó a Nepal el 2 de mayo cargado de suministros médicos para la iglesia de San Ignacio, en Katmandú, y desde allí emprendió una ascensión de ocho días desde Lukla acompañado por un pequeño grupo de porteadores. La liturgia —Missa pro Pace, la Misa por la Paz— fue celebrada con recogimiento, un momento de esperanza para el mundo desde lo alto del Himalaya.

Durante la misa celebrada en el campamento base, el padre Doohan afirmó con emoción: “El cielo ha vuelto a descender a la tierra en su punto más alto”. Y añadió, haciendo referencia al contexto eclesial: “Es la primera misa que se celebra en este lugar en el naciente pontificado del Papa León XIV”.

Uno de los momentos más simbólicos fue el uso de un altar tallado a mano por uno de los porteadores hindúes. Este hombre, al entender el significado del altar gracias a las explicaciones de otro compatriota, ofreció su trabajo con respeto y admiración.

Un testimonio entre la nieve

En Nepal, donde los católicos apenas representan el 0,03 % de la población (unos 8.000 fieles), esta celebración fue un signo silencioso pero poderoso de la presencia de Cristo en los lugares más remotos. El padre Doohan aprovechó la ocasión para bendecir con reliquias a las veinte personas presentes en la misa, en medio del frío, el agotamiento y el mal de altura.

La subida no fue sencilla. El sacerdote lo admitió sin rodeos: “El cuerpo está limitado por todos los elementos posibles”, dijo. Entre el frío intenso, el aire escaso y los dolores musculares, cada paso fue un acto de fe. “A veces es simplemente dar un paso delante del otro, pero hay una sensación de gratitud en medio del agotamiento”.

Fiel a su vocación y al espíritu de peregrinación, el sacerdote realizó toda la caminata vistiendo su sotana. Quería que quedara claro que no se trataba solo de una aventura, sino de un viaje espiritual.

Un pasado difícil, una vocación clara

Ninian Doohan no viene de una vida sencilla. Afectado por la adicción de su padre, el abandono y las constantes mudanzas, dejándolo mayormente al cuidado de su madre y abuelos, encontró refugio en el clima espiritual católico de Glasgow— ciudad portuaria en el río Clyde, en el oeste de las Tierras Bajas de Escocia. Bautizado en Santa Margarita María en Rutherglen, desde niño mostró una gran devoción por la Eucaristía.

Su vocación floreció en Australia, donde emigró con su familia a los 12 años. Allí, mientras asistía a misa en Sídney en 2002, escuchó al sacerdote decir, “quizás hoy hay alguien aquí presente llamado por Dios a ser sacerdote. Solo necesita decir ‘Sí’”. Aunque era el único joven entre un grupo de “ancianas piadosas”, supo en ese instante que esa invitación era para él.

Desde entonces, su vida fue una entrega continua, sirviendo a la parroquia, a los pobres y a los enfermos, leyendo a San Juan Pablo II y formándose en el amor a Cristo. Hoy colabora en la iglesia de San Patricio en Edimburgo y en dos hospitales locales. Además, trabaja en la fundación del primer Oratorio de San Felipe Neri en Escocia.

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Misión cumplida

Antes de culminar su peregrinación, sus feligreses organizaron una campaña para recaudar 1.000 dólares destinados a la misión jesuita de San Ignacio en Katmandú. Las donaciones superaron los 6.700 dólares antes de que el padre Doohan llegara al campamento base. Él, con humor, atribuyó parte del mérito a “Dios… y al perro que le dio cachorros, que vendió a sus feligreses para pagar su vuelo”.

La misa del padre Doohan se convierte así en la celebración eucarística más alta jamás registrada, siguiendo camino sembrado por la fe que en 1953 dejó Sir Edmund Hillary, al enterrar un crucifijo bendecido por el Papa Pío XII en la cima del Everest.

Con su testimonio, el padre Ninian Doohan no solo conquistó la altura geográfica, sino que elevó los corazones con la fuerza silenciosa del Evangelio.
Con información de Religión en Libertad.

 

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