León XIV recibió a un grupo de religiosas de varias comunidades, que están en Roma por el Jubileo o capítulo general.
Foto: Vatican Media
Redacción (30/06/2025 09:07, Gaudium Press) Hoy el Papa León XIV ha recibido a algunas representantes de institutos religiosos femeninos. El encuentro, ocurrido en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, inició con un cálido saludo del Papa: “Queridas hermanas, ¡buenos días y bienvenidas!”.
El Pontífice sabía que “algunas vienen con ocasión del Capítulo General, otras para la peregrinación jubilar”, pero todas van “ante la tumba de Pedro a renovar su amor al Señor y su fidelidad a la Iglesia”.
El Pontífice mencionó con nombre propio a las cuatro comunidades presentes (Hermanas de la Orden de San Basilio Magno, Hijas de la Divina Caridad, Hermanas Agustinas del Amparo, Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones), “nacidas en momentos y circunstancias diferentes”. Sin embargo, en la vida de todas esas comunidades, “sus historias muestran una dinámica común, por la cual la luz de grandes modelos de vida espiritual del pasado —como [San] Agustín, [San] Basilio y [San] Francisco— por medio de la ascesis, la valentía y la santidad de vida de fundadores y fundadoras, ha suscitado y hecho crecer nuevos caminos de servicio”. Es decir, el Santo Padre recalcó la fecundidad de la unión con los fundadores y con sus inspiradores.
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Insistió León XIV en cómo debe ser esta ligación con la tradición de cada comunidad, unión que debe inspirar el afrontamiento de los nuevos retos: “Las varias vicisitudes de su pasado y la vivacidad del presente hacen experimentar cómo la fidelidad a la sabiduría antigua del Evangelio es el mejor motor para quien, impulsado por el Espíritu Santo, recorre nuevos caminos de donación, dedicados al amor de Dios y del prójimo en la escucha atenta de los signos de los tiempos (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 4; 11)”.
El Papa aprovechó la presencia de estas comunidades, más vueltas hacia la acción caritativa, para mostrar la unión entre apostolado y devoción: “el Concilio Vaticano II, hablando de los Institutos religiosos dedicados a servicios de caridad, ha subrayado la importancia de que en ellos «toda la vida […] de sus miembros ha de estar imbuida de espíritu apostólico, y toda su actividad apostólica ha de estar, a su vez, informada de espíritu religioso» (Decr. Perfectae caritatis, 8), para que los religiosos «primordialmente respondan a su llamamiento a seguir a Cristo y servirle en sus miembros […], [en] unión íntima con Él» (ibíd.)”. Es por tanto, un servicio de caridad, pero viendo a Cristo en el otro.
Como ya es habitual, León XIV no dejó de citar un texto de su padre San Agustín:
“San Agustín, a este respecto, hablando de la primacía de Dios en la vida cristiana, afirma: «Para ti Dios es todo: si tienes hambre, Dios es tu pan; si tienes sed, Dios es tu agua; si estás en tinieblas, Dios es tu luz, porque permanece incorruptible; si estás desnudo, Dios es tu vestido de inmortalidad» (Tratados sobre el Evangelio de San Juan, 13, 5). Nos hace bien dejarnos interrogar por estas palabras: ¿en qué medida esto es verdadero para mí? ¿Cuánto sacia el Señor mi sed de vida, de amor, de luz? Son preguntas importantes. En efecto, este enraizamiento en Cristo es lo que ha llevado a quienes nos han precedido —hombres y mujeres como nosotros, con cualidades y límites como los nuestros— a hacer cosas que quizá nunca hubieran pensado que podían realizar, permitiéndoles esparcir semillas de bien que, a través de siglos y continentes, hoy han alcanzado prácticamente todo el mundo, como demuestra la presencia de ustedes”.
El Santo Padre concluyó sus palabras, recordando que las religiosas se encuentran en la Ciudad Eterna también para “tomar decisiones importantes de las que depende el propio futuro, de las hermanas y de la Iglesia”. Por este motivo, les hizo presente “el hermoso deseo que san Pablo dirigía a los cristianos de Éfeso”:
“«Que Cristo habite en sus corazones por la fe, y sean arraigados y edificados en el amor. Así podrán comprender, con todos los santos, cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, en una palabra, ustedes podrán conocer el amor de Cristo, que supera todo conocimiento, para ser colmados por la plenitud de Dios» (Ef 3,17-19). Gracias por su trabajo y su fidelidad. Que las acompañe la Virgen María, junto con mi bendición”.
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