domingo, 07 de septiembre de 2025
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Redescubrir la belleza de mirarnos a los ojos

Vivimos en una sociedad que se está enfermando a causa de una ‘bulimia’ de conexiones en las redes sociales: estamos hiperconectados, bombardeados por imágenes, a veces, incluso, falsas o distorsionadas”: León XIV.

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Foto: Artem Beliaikin / Unplash

Redacción (07/09/2025 07:14, Gaudium Press) Se calcula que más de 5 mil millones de personas, un 65 % de la población mundial, utilizan los teléfonos móviles, y más del 92 % de estos usuarios, por este medio, acceden a internet. Todos adhirieron a las redes ante la promesa de ser un encuentro, pues lógicamente, a mayor conexión, habría mayor relacionamiento. Diferente situación de cómo fuera, en su momento, la televisión que reunía en torno de ella a la familia, pero todos mirando la pantalla.

Llegados al momento, vemos que numerosos estudios psicológicos, demuestran que estar conectado no es sinónimo de estar acompañado y menos aún, que ayude a mejorar las relaciones entre sí.

Una investigación realizada por el psicólogo Celestino González, del Centro de Investigación sobre Medios, Tecnología y Salud, de la Universidad de Pittsburgh, revelaba que, aquellos que pasan dos horas o más por día conectados a las redes sociales tienen, el doble de probabilidades de sentirse solos y aislados, que quienes pasan menos tiempo conectados.

En las terapias psicológicas, cada vez más se nota la influencia del uso excesivo de la tecnología: adicción, aislamiento, deterioro de las relaciones personales. Triste realidad: a más conexión, más soledad, tristeza, menos relación.

Con singular título, “Tristes por diseño”, el libro de Geert Lovink, comenta que, dentro de las plataformas digitales, “después de dar clic, navegar, pasar el dedo y dar “me gusta”, todo lo que nos queda es el evidente y vacío resultado del tiempo perdido en la aplicación”.

Una “profética” advertencia hacía el influyente arzobispo estadounidense Fulton Sheen, que fuera beatificado en el 2019, conocido evangelizador en los medios de comunicación de ese tiempo, se preguntaba en un programa radial en 1947: “¿No está, la tecnología, avanzando a un ritmo vertiginoso, exigiendo la obediencia de gran parte de la población?”.

Depende de nosotros…”

Esta realidad la quiso resaltar el Papa León XIV, a los “misioneros digitales” que se concentraron el día de su Jubileo en Roma: “Hoy nos encontramos en una nueva cultura, profundamente caracterizada y formada por la tecnología.  Depende de nosotros, depende de cada uno de ustedes, garantizar que esta cultura siga siendo humana. La ciencia y la tecnología influyen en la forma en que nosotros vivimos en el mundo, afectando incluso al modo de entendernos a nosotros mismos, de relacionarnos con Dios y los unos con los otros” (29-7-2025).

Feliz advertencia, pues nos encontramos en el universo de la inmediatez, estamos juntos, pero solos, cada uno sumergido en las redes sociales, corriendo el riesgo de salir de la vida real y ahogarnos en la “vida” virtual. Nunca los hombres y mujeres, a través de la Historia, han estado tan relacionados, pero en lo hondo de los corazones se sienten completamente solos.

“Hoy nos encontramos – continuaba León XIV con su consejo a los influencers – en una cultura en la que la dimensión tecnológica está presente en casi todo, especialmente ahora que la adopción generalizada de la inteligencia artificial marcará una nueva era en la vida de las personas y de la sociedad en su conjunto”, invitándolos a que “hagan redescubrir la belleza de mirarnos a los ojos”.

Es un tema que le preocupa, es insistente para con él, también lo expresó el 30 de julio último a los cientos de miles que se acercaron a Tor Vergata, Roma, en los días del Jubileo de los Jóvenes: “Vivimos en una sociedad que se está enfermando a causa de una ‘bulimia’ de conexiones en las redes sociales: estamos hiperconectados, bombardeados por imágenes, a veces, incluso, falsas o distorsionadas”. Calificaba el relacionamiento entre los jóvenes con singular frase: “por muy cercanos que estemos, ya no somos capaces de decirnos las cosas más simples y profundas”.

No ha sido el único desvelo frente a los jóvenes durante el acto en Tor Vergata el 3 de agosto. Entró, León XIV, caminando un extenso recorrido rumbo al gigantesco estrado en que estaba el altar, portando la Cruz de los jóvenes, rodeado de representantes de los numerosos países presentes. A los inicios del evento hubo un momento de “diálogo” con preguntas al Santo Padre, una de las cuales expresaba la preocupación y dificultades de los jóvenes de hoy en llevar a Jesús en sus corazones.

Le tocó el momento a una joven mexicana que se hacía portavoz “de una realidad que vivimos los jóvenes en tantas partes del mundo. Somos hijos de nuestro tiempo. Vivimos en una cultura que nos pertenece y que, sin darnos cuenta, nos va moldeando; está marcada por la tecnología, especialmente en el ámbito de las redes sociales… Experimentamos diversas formas de soledad. Estamos cerca y conectados con tantas personas y, sin embargo, no son relaciones verdaderas y duraderas, sino efímeras y comúnmente ilusorias, ¿cómo la fe puede ayudarnos a construir nuestro futuro?

Relaciones confusas, predispuestas por algoritmos

Fue una de las sabias y espirituales respuestas del Sumo Pontífice, comentando cómo las relaciones de hoy se “vuelven confusas, ansiosas e inestables”, “hoy en día hay algoritmos que nos dicen lo que tenemos que ver, lo que tenemos que pensar, y quienes deberían ser nuestros amigos…cuando el instrumento domina al hombre, el hombre se convierte en un instrumento: sí, un instrumento de mercado y a su vez en mercancía”.

Ejemplificando de “¡cuán difícil es encontrarla!” – una amistad auténtica – citaba a su fundador, San Agustín, que buscando la Verdad que no defrauda, la Belleza que no pasa, la encontró en Jesucristo: “No hay amistad que sea fiel si no es en Cristo”, “Ama verdaderamente al amigo quien ama a Dios en el amigo”.

Era su consejo, su invitación a que se amen unos a los otros en Cristo, en saber ver a Jesús en los demás, pues “la amistad puede cambiar verdaderamente el mundo, es el camino por la paz”.

El grandioso acto, con la presencia de un millón de jóvenes de 146 países, fue avanzando hacia la Vigilia de oración con el Santísimo Sacramento expuesto de forma solemne. De rodillas, el Santo Padre y la mayoría de los asistentes, en un silencio que “hablaba” a los corazones, durante casi una hora de adoración, hasta el momento central de la bendición con el Santísimo Sacramento del Altar que se encontraba en bella y antigua custodia.

Ciertamente ha sido el momento álgido de la gigantesca concentración de jóvenes católicos que quieren remar contra la corriente, sanar la forma de comunicarse, huir de los falsos atractivos del mundo con sus frivolidades, en la búsqueda de la belleza y la luz de la verdad.

(Publicado originalmente en La Prensa Gráfica, 7 de septiembre de 2025.)

Por el P. Fernando Gioia

www.reflexionando.org

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