viernes, 29 de noviembre de 2024
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Dejarse "misericordiar" por Dios: una necesidad, afirma el Papa

Ciudad del Vaticano (Martes, 07-11-2017, Gaudium Press) Cuando Dios da un don, este es irrevocable. Esto es, no puede ser deshecho, no da hoy y saca mañana. Así iniciço la homilía del Papa en la Casa Santa Marta, inspirada por la «elección de Dios», presente en la lectura de ayer de San Pablo a los Romanos.

En la homilía de la Misa de la Casa Santa Marta de ayer, el Papa Francisco explicó que en la historia de la salvación tres fueron los dones y los llamados de Dios a su pueblo. Todos irrevocables, porque Dios es fiel: «el don de la elección, la promesa y la alianza». Fue así para Abraham, y es así para cada uno de nosotros:

«Cada uno de nosotros es un elegido, una elegida de Dios. Cada uno de nosotros carga una promesa que el Señor hizo: ‘Camine en mi presencia, sea irreprehensible y yo le haré eso’. Y cada uno de nosotros hace alianzas con el Señor. Puede hacerlas, no quiere hacerlas – es libre. Pero eso es un hecho. Y también debe ser una pregunta: ¿cómo siento yo la elección? ¿O me siento cristiano por acaso? ¿Cómo yo vivo la promesa, una promesa de salvación en mi camino, y cómo soy fiel a la alianza? ¿Cómo Él es fiel?».

Francisco además prosiguió en su comentario a propósito de la lectura de San Pablo cuando el apóstol habla de la elección de Dios. Él repite cuatro veces dos palabras: «desobediencia» y «misericordia». Donde hay una, comentó el Papa, está la otra. Este es nuestro camino de Salvación:

«Eso quiere decir que en el camino de la elección, rumbo a la promesa y la alianza, habrá pecados, habrá desobediencia, pero delante de esta desobediencia hay siempre la misericordia. Es como la dinámica de nuestro caminar rumbo a la madurez: siempre hay la misericordia, porque Él es fiel, Él no revoca sus dones. Los dones son irrevocables y eso todo está unido, ¿por qué? Porque delante de nuestras debilidades, de nuestros pecados, hay siempre la misericordia y cuando Pablo llega a esta reflexión, hace un paso más: no de explicación a nosotros, sino de adoración.»

Francisco recomendó adoración y alabanza silenciosa delante «de este misterio de la desobediencia y la misericordia que nos hace libres y delante de esta belleza de los dones irrevocables como son la elección, la promesa y la alianza»:

«Pienso que puede hacernos bien, a todos nosotros, pensar hoy en nuestra elección, en las promesas que el Señor nos hizo y cómo yo vivo la alianza con el Señor. Y cómo me dejo – permítanme la palabra – ‘misericordiar’ por el Señor, delante de mis pecados, de mis desobediencias. Y, al final, si yo soy capaz – como Pablo – de alabar a Dios por aquello que me dio, a cada uno de nosotros: alabar y hacer aquel acto de adoración». (JSG)

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