viernes, 29 de noviembre de 2024
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Sumergirse en el misterio de Cristo con el corazón, no con palabras, recomienda el Papa

Ciudad del Vaticano (Martes, 24-10-2017, Gaudium Press) La homilía del Papa Francisco pronunciada este martes en la Capilla de la Casa Santa Marta nació de la Primera Lectura del día que es extraída de la Carta a los Romanos.

En esta carta, San Pablo -para que podamos tener una mejor comprensión del tema-, habla de pecado, desobediencia, gracia, perdón. A pesar de usar estas contraposiciones aclaradoras, él se siente «impotente» para explicar este misterio. Y eso es razonable, pues lo que él intenta explicar es la historia, el misterio, de la salvación, de la creación, de la caída y la redención.

Ver a Cristo sumergido en Él

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Francisco explica en sus reflexiones que, en la carta de San Pablo, él quiere llevarnos a ver a Cristo y, no teniendo palabras suficientes para explicar estos santos enigmas, «nos impulsa», «nos empuja, para que caigamos en el misterio» de Cristo.

Las contraposiciones usadas por San Pablo en su Carta son didácticas. Ellas son apenas pasos que nos conducen para sumergirnos en el misterio de Nuestro Señor Jesucristo.

Ocurre que el misterio de Cristo no es fácil de entender, de ser abarcado por la inteligencia apenas. Este misterio es tan «superabundante», «generoso», «inexplicable», que no se puede entender con argumentaciones, porque estas llevan hasta cierto punto. Para entender «quién es Jesucristo para usted», «para mí», «para nosotros», para penetrarse en este misterio es necesario también los ojos de la Fe, el amor, además de la comprensión normal de la inteligencia.

Se dio a sí mismo, por mí: prueba de amor

«Se amó y dio a sí mismo por mí», dice San Pablo, mirando a Jesucristo. Es difícil encontrar alguien dispuesto a morir por una persona justa, pero Jesucristo quiere dar la vida «por un pecador como yo». Pensar en eso es suficiente para introducir en el misterio de Cristo. Eso no es fácil, dice San Pablo, «es una gracia».

Es por eso que Francisco comenta: «Entrar al misterio de Jesucristo es más, es dejarse ir en aquel abismo de misericordia donde no existen palabras: solamente el abrazo del amor. El amor que lo llevó a la muerte por nosotros. Cuando nosotros vamos a confesarnos porque pecamos – sí, debo sacar los pecados, digamos; o «que Dios me perdone los pecados» – vamos, contamos los pecados al confesor y nos quedamos tranquilos y contentos. Si yo voy allá, voy a encontrar a Jesucristo, entrar en el misterio de Jesucristo, entrar en aquel abrazo de perdón del cual habla Pablo; de aquella gratuidad de perdón».

Caminar con Jesús en la Vía Sacra

«Entender el misterio de Jesucristo no es una cosa de estudio», «Jesucristo es entendido solamente por pura gracia», reafirma el Papa. Y el Santo Padre, entonces, recuerda que el ejercicio de piedad de la Vía Sacra es un excelente momento para entender este misterio. La Vía Sacra consiste en caminar con Jesús en el momento en que Él nos da «el abrazo de perdón y de paz»:

«Es bonito hacer la Vía Sacra. Hacerla en casa, pensando en los momentos de la Pasión del Señor. También los grandes Santos aconsejaban siempre comenzar la vida espiritual con este encuentro con el misterio de Jesús Crucificado. Santa Teresa aconsejaba a sus monjas: para llegar a la oración de contemplación, la elevada oración que ella tenía, comenzar con la meditación de la Pasión del Señor. La Cruz con Cristo. Cristo en la Cruz. Comenzar a pensar. Y así, intentar entender con el corazón, que ‘me amó y dio a sí mismo por mí’, ‘dio a sí mismo hasta la muerte por mí'».

¿Usted entra en el Misterio de Jesucristo?

Acentuando que en la primera lectura, San Pablo quiere justamente revelar el abismo del misterio de Cristo, el Santo Padre pregunta y hace una reiteración al final de su homilía:

«‘Yo soy un buen cristiano, voy a la Misa los domingos, hago obras de misericordia, recito las oraciones, educo bien a mis hijos’: esto está muy bien. Pero la pregunta que hago: «Usted hace todo esto: ¿pero entra en el misterio de Jesucristo? Aquello que usted no puede controlar (…)
Pidamos a San Pablo, verdadero testigo, alguien que encontró a Jesucristo y se dejó encontrar por Él y entró en el misterio de Jesús que nos amó, dio a sí mismo hasta la muerte por nosotros, que nos hizo justos delante de Dios, que perdonó todos los pecados, también las raíces del pecado: de entrar en el misterio del Señor».

Al concluir sus palabras, la invitación del Papa Francisco es justamente la de mirar para el crucifijo recordando: «Cristo crucificado, centro de la Historia, centro de mi vida». (JSG)

De la Redacción Gaudium Press, con Informaciones de RV.

 

 

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