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Bajo la acción del Espíritu Santo se construye la Iglesia una y diversa

Ciudad del Vaticano (Lunes 05-06-2017, Gaudium Press) En la homilía de la Solemnidad de Pentecostés, celebrada ayer por el Papa en la Plaza de San Pedro, el Pontífice resaltó que las lecturas del día muestran dos novedades aportadas por el Espíritu Santo: «El Espíritu hace que los discípulos sean un pueblo nuevo», y el Paráclito «crea en los discípulos un corazón nuevo».

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El Espíritu Santo «a cada uno da un don y a todos reúne en unidad. En otras palabras, el mismo Espíritu crea la diversidad y la unidad y de esta manera plasma un pueblo nuevo, variado y unido: La Iglesia Universal».

El Espíritu Santo con su creatividad infinita «crea la diversidad; en todas las épocas en efecto hace que florezcan carismas nuevos y variados. A continuación, el mismo Espíritu realiza la unidad: junta, reúne, recompone la armonía: «Reduce por sí mismo a la unidad a quienes son distintos entre sí» (Cirilo de Alejandría, Comentario al Evangelio de Juan, XI, 11). De tal manera que se dé la unidad verdadera, aquella según Dios, que no es uniformidad, sino unidad en la diferencia».

Bajo la acción del Espíritu Santo la diversidad no deriva en dispersión o fragmentación. Y la unidad no se convierte en homogeneidad. Todos, bajo la acción del Paráclito obtienen «un corazón que sienta la Iglesia, madre nuestra y casa nuestra: la casa acogedora y abierta, en la que se comparte la alegría multiforme del Espíritu Santo».

Asimismo el Espíritu Santo crea «un corazón nuevo», un corazón que perdona: «A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 22-23). «El Espíritu es el primer don del Resucitado y se da en primer lugar para perdonar los pecados. Este es el comienzo de la Iglesia, este es el aglutinante que nos mantiene unidos, el cemento que une los ladrillos de la casa: el perdón. Porque el perdón es el don por excelencia, es el amor más grande, el que mantiene unidos a pesar de todo, que evita el colapso, que refuerza y fortalece. El perdón libera el corazón y le permite recomenzar: el perdón da esperanza, sin perdón no se construye la Iglesia». Un perdón que «conduce todo a la armonía».

El Pontífice concluyó su sermón con una invocación al Espíritu Santo: «Ven Espíritu de Dios, Señor que estás en mi corazón y en el corazón de la Iglesia, tú que conduces a la Iglesia, moldeándola en la diversidad. Para vivir, te necesitamos como el agua: desciende una vez más sobre nosotros y enséñanos la unidad, renueva nuestros corazones y enséñanos a amar como tú nos amas, a perdonar como tú nos perdonas. Amén».

Con información de Radio Vaticano

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