domingo, 24 de noviembre de 2024
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Las espadas que atraviesan el alma de la Virgen

Redacción (Viernes, 03-04-2020, Gaudium Press) «…y una espada atravesará tu alma, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones» (Lc 2, 35).

El viejo y fiel profeta Simeón ya podía morir tranquilo, pues sus ojos habían contemplado al Redentor del Mundo. Pero en el deceso alegre de su vida, no lo abandonaba el dolor, él tenía un nuevo dolor, al avisar a la Madre del Redentor lo que ella mucho sufriría. Y de una forma misteriosa Simeón también relacionaba el dolor de la Virgen con el descubrimiento de pensamientos ocultos…

«Después de la visita de Simeón, María quedó sumida en tristes pensamientos, de los que vino a sacarla la profetisa Ana, una viuda de edad avanzada..», nos dice Gruenthaner 1.

Ella ya tenía luces sobre su papel en el misterio redentor

Pero es claro que con su ciencia ya conocía para ese momento los dolores futuros de su Hijo y los suyos propios, lo que representaba para Ella algo como una pasión anticipada. Lo que hizo Simeón fue recordárselos, hacérselos pre-gustar: «La Virgen María recibió (…) en plan extraordinario o carismático, luces especialísimas sobre el misterio de la Encarnación y el papel excepcional que Ella misma habría de desempeñar en el misterio redentor como Corredentora de la humanidad. Sobre esto no puede abrigarse la menor duda», nos dice el docto Royo Marín. 2

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Es cierto que ese papel excepcional particular al que se refiere Royo es el de Virgen de dolores, Madre perfecta y compungida que contemplaría, acompañaría y co-sufriría el sacrificio de su Hijo por el bien de los ingratos hombres. Sacrificio que alcanzó su cenit en la pasión, crucifición y muerte del Señor.

Co-operó, co-inmoló, co-ofreció

«La maternidad divina elevaba a María de un modo relativo al orden hipostático, el cual en el presente orden de cosas está esencialmente ordenado, por voluntad de Dios, a la redención del hombre con la inmolación de la vida de su Hijo en la cruz, por cuya voluntad estaba plenamente identificada la de la Madre, no sólo en el fin de nuestra redención, sino también en los medios señalados por el mismo Dios para conseguirla. La Virgen María, además de preparar la Víctima del sacrificio infinito, cooperó con el Hijo en la consecución de nuestra redención co-inmolando en espíritu la vida del Hijo y co-ofreciéndola al padre por la salvación de todos, juntamente con sus atroces dolores y sufrimientos, constituyéndose así en verdadera ‘colaboradora’ y ‘cooperadora’ de nuestra redención», 3 expresa el arriba citado Royo Marín.

«…sus atroces dolores y sufrimientos…»

Nadie como María comprendía la injusticia de lo que estaba siendo hecho. Madre perfecta, co-sentía hasta lo más profundo de su ser el dolor de las llagas de su Hijo perfecto: «María entendía las prerrogativas de Jesús y era más sensible que ningún otro ser humano en lo que se refiere a su maternidad. Como la intensidad de su amor estaba en relación con esta comprensión, podemos decir verdaderamente que fue la Reina de los mártires. Cada insulto, cada herida, debía de ser para ella una angustia sin precedentes». 4

Nunca hubo dolor en el mundo de mera creatura como el dolor de la Virgen. Por ello cuando Simeón habló de Espada de dolor, no pudo ser más preciso, pues ninguna hoja cortante heriría corazón alguno, como fue herido el de Nuestra Señora en la Pasión.

Su dolor aumentaba el de Jesús

El dolor de la Virgen incluso aumentaba el dolor de Jesús y Ella lo sabía. Pero también sabía que esos puros dolores sumados salvarían a la humanidad: «La Virgen sabía que esta misma conciencia de su dolor aumentaba la agonía de su Hijo, pero, a pesar de todo, sufrió sin desmayar, con un silencio heroico y dándose cuenta plenamente de que sus dolores, unidos a la pasión de su Hijo, eran necesarios para la redención de la humanidad». 5

Por ello es católico afirmar que «los inmensos dolores de María, sobre todo los de su compasión al pie de la cruz de Cristo, tienen razón de verdadero y auténtico sacrificio, enteramente subordinado al de Cristo Redentor y en forma análoga y proporcional». 6

Así Dios lo quiso

No es porque nuestra Redención requiriese más sacrificio que el infinito de Cristo, sino que «la razón misma nos dice que la Virgen Santísima, habiendo sido ‘mártir con Cristo» para la redención, ha satisfecho juntamente con Cristo la pena debida por el pecado. Lo inmenso de su caridad, la dignidad de sus actos satisfactorios, la magnitud de su dolor, nos revelan toda la excelencia de su satisfacción. A quien nos objetase que a una satisfacción por sí misma suficiente, más aún, de infinito valor -como es la de Cristo-, no se puede añadir otra satisfacción, respondemos que la satisfacción de María no se añade a la de Cristo para aumentar el valor infinito de ésta, sino sólo para que se cumpla la ordenación divina, que lo ha dispuesto así libremente para la redención del género humano». 7

Virgen dolorosa, Virgen valiente, Virgen mártir, Virgen fiel, Virgen instrumento querido por Dios para nuestra salvación, Ruega por Nosotros.

Por Saúl Castiblanco

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1 Gruenthaner, Michael J. María en el Nuevo Testamento In Mariología – J.B. Carol, OFM. BAC. Madrid. 1964. p. 97

2 Royo Marín, A. La Virgen María – Teología y espiritualidad marianas. BAC. Madrid. 1968. pp. 356-357.

3 Royo Marín, op. cit. p. 144.

4 Gruenthaner, op. cit. p. 106.

5 Cfr. Rábanos, R., La corredención de María en la Sagrada Escritura In Gruenthaner, op cit. p. 106.

6 Royo Marín, op. cit. p. 170.

7 Roschini, La Madre de Dios según la fe y la teología In Royo Marín, op. cit. p. 167.

 

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