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Un libro profético

Redacción (Miércoles, 12-04-2017, Gaudium Press) Descubierto a mediados del siglo XIX tras haber pasado más de cien años escondido, el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen tuvo desde entonces una amplia difusión a nivel mundial. Piedra angular de la espiritualidad de muchos santos modernos, motivo de elogio de los Papas del siglo pasado, se ha convertido en el «libro de cabecera» de numerosos devotos de la Virgen Madre.

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San Luis María de Montfort

Basílica de San Pedro, Roma

¿Qué nos enseña esta obra? Nos invita a consagrarnos a María como esclavos de amor, para que de este modo pertenezcamos más perfectamente a Jesucristo. Y lo hace armonizando un lenguaje cálido y sin pretensiones con el más profundo de los argumentos teológicos.

Pero el Tratado es también, y tal vez principalmente, una obra profética. Predice el glorioso triunfo de la Virgen Madre y la fundación de una era histórica que podríamos llamar Reino de María, y prevé el surgimiento de almas llenas del espíritu de María Santísima, de las que Ella se servirá para restaurar la fe, la caridad y el verdadero amor a la Santa Iglesia.

¿Qué dijeron los Papas?

La eficacia salvífica de la devoción propuesta por San Luis María Grignion de Montfort fue reconocida, en los albores del siglo XX, por el Papa León XIII, que beatificó a su autor y concedió indulgencia plenaria a todos los que hicieran o renovaran esa consagración a Jesús por María el 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, y el 28 de abril, festividad del santo.

Asimismo San Pío X tenía en mucha estima al Tratado y en dos ocasiones confesó que se había inspirado en él para escribir la encíclica mariana ‘Ad diem illum’. 1

El 27 de diciembre de 1908 concedió «muy de corazón y con vivo afecto la bendición apostólica a los que leyeren el Tratado tan admirablemente compuesto por el Beato Montfort». 2

En una carta dirigida al superior general de la Compañía de María, con motivo de la muerte de San Luis Grignion, Benedicto XV «alaba especialmente el librito de La verdadera devoción, por su ‘suavísima unción y solidísima doctrina’ «. 3

Pío XI, por medio de su secretario de Estado, el cardenal Pacelli (futuro Pío XII), elogió la edición alemana del Tratado de la verdadera devoción y otras obras del santo autor.

Al comienzo de su discurso sobre el entonces Beato Montfort, al conceder el decreto para su canonización, Pío XII lo compara con el «gran Padre y Doctor San Bernardo de Claraval». 4

San Juan Pablo II fue más allá: se consagró a la Virgen como esclavo según el método de San Luis Grignion de Montfort. En varias ocasiones elogió el Tratado e hizo especial mención a su autor, al tratar la auténtica espiritualidad mariana, en la encíclica ‘Redemptoris Mater’: «A este propósito, me es grato recordar, entre tantos testigos y maestros de la espiritualidad mariana, la figura de San Luis María Grignion de Montfort, el cual proponía a los cristianos la consagración a Cristo por manos de María, como medio eficaz para vivir fielmente el compromiso del bautismo». 5

Cristo reinará en el mundo por medio de María

El Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen nos presenta, como hemos dicho, la importancia suprema de María en la obra de la Creación, su lucha contra el demonio y su profético papel, especialmente en el período histórico que San Luis llama últimos tiempos
.
El santo autor concluye la Introducción de su obra aclarando que «la divina María ha permanecido desconocida hasta ahora» y por eso Jesucristo «aún no es conocido como debe serlo. 6 Y termina afirmando que el conocimiento y el Reino de Cristo sólo vendrán al mundo «como una consecuencia necesaria del conocimiento y del Reino de la Santísima Virgen María», 7 pues, como Ella lo trajo al mundo la primera vez, le corresponde hacerlo resplandecer en su segunda venida. Osada afirmación, difícil de encontrar en otros autores…

Según la lógica del Tratado, éste está destinado a propagar la devoción a la Virgen para que venga el Reino de Cristo. «Se trata, por tanto, de una obra de una visión amplia y de un alcance histórico muy extenso, fijándose en el deseo de traer el Reino de Cristo a un mundo que no lo posee, haciéndolo preceder en cierto sentido por el reinado de María Santísima». 8

San Luis Grignion expone su fundamento teológico en las primeras palabras del Tratado: «Por medio de la Santísima Virgen María vino Jesucristo al mundo y también por Ella reinará en el mundo». 9

Ahora bien, si el Reino de Cristo ha de venir al mundo a través de María, difundir la devoción a Ella es, desde esta perspectiva, «la mayor obra a la que un hombre puede aspirar». 10 Por consiguiente, la devoción enseñada por este gran santo es de una importancia capital para la implantación del Reino de Cristo. He aquí otro punto nada fácil de encontrar en los manuales de mariología.

Ella es el paraíso terrenal del nuevo Adán

Aún en la Introducción, se extiende en alabanzas a la augustísima Reina de los Cielos. «Digo con los santos: La divina María es el paraíso terrenal del nuevo Adán, donde Él se ha encarnado por obra del Espíritu Santo para realizar allí maravillas incomprensibles». 11

Ella es el gran y divino mundo de Dios, la magnificencia del Todopoderoso, donde ha escondido a su Hijo único «y en Él todo lo que hay de más excelente y de más precioso». 12

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Muerte de San Luis María de Montfort

Vitral en Saint Laurent sur Sèvre, Francia

Tras hacer observar que los espíritus mundanos ignoran las grandezas de la Virgen por ser indignos e incapaces de conocerla, Grignion de Montfort pone de relieve una verdad algo relegada al olvido en los días actuales: «Los santos han dicho cosas admirables de esta santa ciudad de Dios; y nunca han estado más elocuentes y ni más contentos, como ellos mismos admiten, que cuando han hablado de ello». 13

De hecho, una especialísima e intensísima devoción a la Virgen es una característica de todos los santos. Más adelante, San Luis Grignion va a demostrar cómo esta devoción es necesaria a todos los bautizados, es una exigencia de toda auténtica vida espiritual.

El papel de la Virgen en la Encarnación

Pero no se detiene en este punto. Profundizando en las razones teológicas de la devoción a la Santísima Virgen, aborda un tema de enorme trascendencia: el Todopoderoso quiso servirse de María en la Encarnación; y sostiene que tal devoción se basa en el papel central que Ella desempeñó en este evento fundamental.

En efecto, la Encarnación del Verbo es un episodio culminante de la Historia de la humanidad; en el campo de los acontecimientos humanos, no hay nada que pueda, ni de lejos, ser tan importante como este sublimísimo hecho: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1, 14). De ello resulta que, en el plan divino de la Creación y la Redención, la Madre de Dios tenga el papel más importante y fundamental.

Debido a esta insuperable posición de la Virgen María, San Luis Grignion traza elevadas consideraciones sobre las relaciones de Ella con las tres Personas de la Santísima Trinidad.

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Su relación con la Santísima Trinidad

El Padre eterno le comunicó su fecundidad para que pudiera engendrar a su divino Hijo y a todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Por eso mismo María es la Madre de todos los fieles en el orden de la gracia.

La cooperación de la Virgen con Dios Hijo se da por el hecho de que Ella formó su santísimo cuerpo, lo alimentó y de Él cuidó durante su infancia. Fue un sagrario vivo en el cual Jesús empezó a glorificar al Padre en esta tierra, desde el primer momento de la unión hipostática.

Colaboración con el Espíritu Santo: como María es verdaderamente la Esposa del Espíritu Santo, su participación en este acontecimiento es de una sublimidad y de una intimidad imposibles de imaginarlas. Además, en estas circunstancias, a Ella le corresponde un cometido importantísimo en la santificación y en la perseverancia de cada uno de nosotros.

Prosiguiendo su sólida argumentación, Grignion de Montfort demuestra de manera brillante que Jesucristo es el fin último de la devoción a María. Este punto es crucial, porque desmonta los sofismas de todos los que objetan contra la devoción a la Virgen, bajo el falaz pretexto de que es una traba para la devoción a nuestro divino Redentor.

Esclavitud a María y sus consecuencias

El punto esencial de la «verdadera devoción» predicada por San Luis Grignion es la consagración como esclavo de amor a la Santísima Virgen. Una consagración que -lo deja bien claro en su Tratado – es en realidad una consagración a Jesucristo «por manos de María», expresión que repite numerosas veces en su portentosa obra.

Quizá a algunos lectores les parezca extraño la palabra Esclavo usada por San Luis, adaptándola de San Pablo (cf. Flp 2, 7), para designar la entrega total a Cristo por medio de su Madre Santísima. Pero como él dice, es una perfecta renovación de las promesas del Bautismo, que todo católico hace varias veces a lo largo de su vida.

Antes del Bautismo, explica nuestro santo, todo ser humano es esclavo del demonio, porque le pertenece. No obstante, en su Bautismo, renuncia solemnemente a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y toma a Jesucristo por su Maestro y soberano Señor, para depender de Él en calidad de esclavo de amor. Y concluye: «Esto es lo que se hace en la presente devoción: se renuncia (como aparece en la fórmula de la consagración) al demonio, al mundo, al pecado y a sí mismo, y uno se entrega completamente a Jesucristo por manos de María». 14

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Pero con una importante diferencia: en el Bautismo, los niños se manifiestan por la boca de sus padrinos; en esta devoción, la persona habla por sí misma, con pleno conocimiento de causa.

Ella nunca se deja superar en amor

Continuando, Grignion de Montfort nos presenta varios motivos que nos recomiendan el ejercicio de «la verdadera devoción». Por medio de ésta uno se consagra enteramente al servicio de Dios, sin perjuicio de sus deberes de estado; nos lleva a imitar el ejemplo de Jesucristo y a practicar la virtud de la humildad.

En el tercer motivo el autor subraya los beneficios de esta devoción. Explica que la Santísima Virgen nunca se deja superar en amor y liberalidad. Al ver que alguien se consagra totalmente para honrarla y servirla, «Ella también se da por entero y de una manera inefable a aquel que le ha dado todo. Lo sumerge en el abismo de sus gracias, lo adorna con sus méritos, lo apoya con su poder, lo ilumina con su luz, lo abrasa con su amor, le comunica sus virtudes: su humildad, su fe, su pureza, etc. Se vuelve su fiadora, su complemento y su todo para con Jesús». 15

Ya sólo esto es suficiente para mostrar cómo son insondables las gracias y ventajas que nos vienen de la práctica de esta devoción. Pero hay mucho más. Puesto que la Virgen de las vírgenes tiene especialísimas relaciones con la Santísima Trinidad, quien a Ella se entrega por entero como esclavo de amor pasa a tener con la mismísima Trinidad una relación mucho más rica, intensa e íntima; cambian también sus relaciones con la Sagrada Eucaristía, pues pasa a comulgar con María, en María, por María y para María. Se puede decir que entra en una nueva economía de la gracia quien se consagra de este modo a Ella.

En resumen, es del todo inefable el comportamiento de esta Virgen fiel con sus hijos y esclavos. «Los ama porque es su verdadera Madre, y una madre siempre ama a sus hijos, fruto de sus entrañas; los ama por reconocimiento, porque efectivamente la aman como su buena Madre; los ama porque, siendo predestinados, Dios los ama […]; los ama porque se consagraron por entero a Ella y son su porción y su heredad». 6

Más aún: siempre que sean fieles en la práctica de esta devoción, el alma de la Santísima Virgen estará en ellos para glorificar al Señor; cada cual tendrá el espíritu de María para regocijarse en Dios, nuestro Salvador. 17

Sobre el odio del demonio al «Tratado»

Bien podríamos agregar aquí amplios fragmentos de ese maravilloso libro, pero nos parece mejor invitar a los lectores a que recorran sus páginas y se dejen guiar por este ejemplar devoto de María Santísima.

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San Luis María Grignion de Montfort fue un santo dotado de carisma profético, lo cual se pone de manifiesto en varios pasajes de su Tratado y, sobre todo, en la plegaria titulada Oración abrasada, o Súplica ardiente. Leyéndola nos parece sentir el fuego sagrado que ardía en su alma de apóstol.

En uno de esos pasajes declara prever claramente que rabiosas bestias llegarán furiosas para destrozar con sus diabólicos dientes «este pequeño libro y a aquel de quien el Espíritu Santo se sirvió para escribirlo» 18 o, al menos, para esconderlo en el fondo de un baúl donde nadie lo pueda encontrar. ¿Se desanimó ante tal perspectiva? Todo lo contrario. Esta previsión le animaba a tener la esperanza de un gran éxito, es decir, el surgimiento de «un numeroso batallón de intrépidos y valientes soldados de Jesús y de María, de ambos sexos, que combatirán al mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida, en los tiempos más peligrosos que nunca, que están por llegar». 19

La primera parte de esta profecía se cumplió al pie de la letra. San Luis moría en 1716 (unos años después de haber escrito ese libro) y, por varios factores, entre ellos la necesidad de esconder los preciosos manuscritos durante el período de las persecuciones promovidas por la Revolución francesa contra la Iglesia, solamente en 1843 se publicó la primera edición. Casi ciento treinta años de espera.

María y los apóstoles de los últimos tempos

El gran santo mariano se expresa con resonancia profética también cuando se refiere a «estos últimos tiempos», 20 en los que Dios quiere revelar y manifestar al mundo entero la obra maestra de la Creación. «María debe resplandecer, más que nunca, en misericordia, en fuerza y en gracia en estos últimos tiempos». 21

En misericordia, dice él, para acoger amorosamente a los pobres pecadores que se convertirán; en fuerza, contra los enemigos de Dios y de la Iglesia; en gracia, para animar y sustentar a los valientes y fieles servidores que combatirán por los intereses de Jesucristo.

Y concluye con esta afirmación: «Finalmente, María debe ser terrible al diablo y sus secuaces como un ejército en orden de batalla, principalmente en estos últimos tiempos, porque el diablo, sabiendo que le queda poco tiempo -mucho más que nunca- para perder a las almas, redoblará diariamente sus esfuerzos y ataques. Suscitará en breve crueles persecuciones, y tenderá terribles emboscadas a los fieles servidores y verdaderos hijos de María, más difíciles de vencer que las demás». 22 ¿Pero quiénes serán esos «fieles servidores y verdaderos hijos de María»? En una profecía abrasada de amor a la Virgen, San Luis delinea su perfil espiritual: «Serán un fuego llameante, ministros del Señor que prenderán el fuego del amor divino por todas partes. Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos». 23

«Bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones», continúa el santo, esos esclavos de la Virgen «llevarán el oro del amor en el corazón, el incienso de la oración en el espíritu y la mirra de la mortificación en el cuerpo». 24

Como «nubes tronantes moviéndose al soplo del Espíritu Santo», 25 derramarán la lluvia de la Palabra de Dios, atronarán contra el pecado, rugirán contra el mundo, castigarán al demonio y sus secuaces.

En resumen, «serán verdaderos apóstoles de los últimos tiempos, a quienes el Señor les dará la palabra y la fuerza para obrar maravillas y vencer gloriosamente sobre sus enemigos». 26 Llevarán «en su boca la espada de dos filos de la Palabra de Dios; sobre sus hombros, el estandarte ensangrentado de la cruz; en la mano derecha, el crucifijo; en la izquierda, el rosario; en su corazón, los sagrados nombres de Jesús y de María». 27

No obstante, ¿cuándo y cómo sucederá esto? El modo y la hora sólo Dios lo sabe, pero San Luis añade una sabia orientación: «A nosotros nos toca callar, orar, suspirar y esperar». 28

Una esperanza profética

San Luís Grignion de Montfort manifiesta en su magna obra la esperanza de que la propia Reina del Cielo obtendrá de su divino Esposo que éste conduzca a un varón elegido hacia el más alto grado de la verdadera devoción aconsejada por él.

Como lo esencial de esta devoción, explica el santo, consiste en el interior que ella debe formar, no será comprendida igualmente por todos.

Unos, la mayor parte, se detendrán en lo que tiene de exterior. Un número reducido entrará en su interior, pero subirá solamente un nivel. Menos serán los que alcancen algunos escalones más.

En fin, se pregunta el santo, ¿quién se identificará con ella por entero? Y responde: «Sólo aquel a quien el Espíritu de Jesucristo le revele este secreto y cuya fidelísima alma Él mismo conducirá para hacerlo avanzar de virtud en virtud, de gracia en gracia, de luz en luz, hasta llegar a la transformación de sí mismo en Jesucristo y a la plenitud de su edad sobre la tierra y de su gloria en el Cielo». 29

Como indicamos al principio de estas líneas, aumenta cada día el número de personas que desean consagrarse a la Santísima Virgen según el método de San Luis Grignion. Son hombres y mujeres, sobre todo jóvenes, de todas las profesiones y categorías sociales. Incluso en algunos países existen cursos online de preparación para esta consagración.

El creciente interés por practicar esta especial forma de devoción a la Virgen Madre de Dios, y por Ella a Jesucristo, nuestro Señor, ¿no será una señal de que estamos viviendo días muy promisorios y de que ya se vislumbra en el horizonte el surgimiento del Reino de María profetizado por él?

Por el P. Juan Carlos Casté, EP

(Publicado en la Revista Heraldos del Evangelio – Abril de 2017)

***

1 Una vez «al P. Lépidi, OP, maestro del Sacro Palacio, y otra al P. Lhomeau, procurador general de la Compañía de María» (PÉREZ, SJ, Nazario. Introducción. In: SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT. Obras. Madrid: BAC, 1954, p.429).
2 Ídem, ibídem.
3 Ídem, ibídem.
4 Ídem, ibídem.
5 SAN JUAN PABLO II. Redemptoris Mater, n.º 48.
6 SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT. Traité de la vraie dévotion à la Sainte Vierge, n.º 13. In: Œuvres Complètes. Paris: Du Seuil, 1966, p. 494.
7 Ídem, ibídem.
8 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Comentários ao «Tratado da verdadeira devoção à Santíssima Virgem». São Paulo, 1951.
9 SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT, op. cit., n.º 1, p. 487.
10 CORRÊA DE OLIVEIRA, op.cit.
11 SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT, op. cit., n.º 6, p. 490.
12 Ídem, ibídem.
13 Ídem, n.º 7.
14 Ídem, n.º 126, p. 566.
15 Ídem, n.º 144, p. 578.
16 Ídem, n.º 201, p. 620.
17 Cf. Ídem, n.º 258, p. 660.
18 Ídem, n.º 114, p. 557.
19 Ídem, pp. 557-558.
20 Ídem, n.º 50, p. 515.
21 Ídem, p. 516.
22 Ídem, ibídem.
23 Ídem, n.º 56, pp. 520-521.
24 Ídem, p. 521.
25 Ídem, n.º 57.
26 Ídem, n.º 58.
27 Ídem, n.º 59, p. 522.
28 Ídem, ibídem.
29 Ídem, n.º 119, p. 562

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