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Oración: Un tesoro inestimable a nuestro alcance

Redacción (Lunes, 22-07-2019, Gaudium Press) Al tratar de la oración, San Alfonso María de Ligorio no lo hace a la manera de un teólogo que enseñará respecto a ella todo cuanto es posible. Él escribe como director de consciencias, mostrando el precioso provecho a tirar de la oración en la vida espiritual.

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Acompañando su enseñanza, lo vemos constantemente de cara a una determinada situación espiritual, no enunciada, pero que debemos conocer con toda la claridad. Es lo que podríamos llamar el encalle.

Encalle y desencalle

En efecto, en la vida de piedad existe el encalle y, después, el desencalle. Se sabe bien lo que significa encallar. Por ejemplo, un automóvil encalla cuando encuentra cualquier obstáculo que le impide andar, o cuando sufre algún tipo de avería interna, falta de combustible, etc.

La idolatría en la Antigüedad, un «encalle»

Innúmeras almas encallan en la vida espiritual, en cualquier etapa de ella, a veces de un modo completo, y hasta aparentemente irremediable. El más prodigioso ejemplo de encalle espiritual se verificó, a mi ver, con la idolatría en los pueblos antiguos.

El célebre predicador francés Bossuet, al referirse a la situación del mundo en aquel período, invectiva la creencia idólatra como un defecto grosero y un error evidente practicado por aquellas poblaciones.

Los antiguos estaban profundamente aferrados a ese error, no obstante de poseer muchos de ellos una inteligencia privilegiada, como los griegos y los romanos.

Inteligencia no es todo

No que la razón humana no fuese bastante fuerte para percibir el error de la idolatría. Lo prueban las diversas voces discordantes de ella, entre las cuales Sócrates, Aristóteles y Platón.

Con todo, esos tres hombres, de los más inteligentes de todos los tiempos, hablando para un pueblo también de los más sabios del mundo, renunciaron a abolir ese mal, por considerar que el pueblo estaba encallado en la idolatría.

Característica del Encalle

Eso es lo que notamos en el encalle de la vida espiritual: existen todas las posibilidades para ver el error en que se cayó, pero las personas están arraigadas en el apego a él. No existen argumentos ni recursos que obtengan resultados, por causa de un punto encallado.

El desencalle de la Historia

En contrapartida, el cristianismo es el ejemplo del mayor desencalle de la Historia. Después de la venida de Nuestro Señor, hombres menos inteligentes, dirigiéndose a pueblos a veces menos favorecidos en lo referente a la inteligencia, lograron vencer con facilidad la idolatría.

De modo repentino, porque entró un factor nuevo diferente de todos los anteriores, ellos desencallaron. Tenemos entonces, en la idolatría y el cristianismo, casos colectivos de encalle y desencalle.

Características del «encalle» espiritual

Lo que propiamente caracteriza a un encallado en la vida espiritual es el hecho de él negarse a salir del error en que se encuentra prisionero.

Alguien puede tener un defecto, pero se empeña en la actitud de dejarlo, acatando los consejos que le dan en ese sentido. Este individuo no debe ser tenido como un encallado.

Al contrario, la víctima del encalle es aquella que toma en relación a su defecto un apego tal que no quiere deshacerse de él, a pesar de todas las amonestaciones y orientaciones que reciba. Ese defecto no será, necesariamente, un pecado mortal. Es una falta venial o una mera imperfección. Pero, a medida que la persona no quiere renunciar a aquel punto, ella estanca.

Por eso la vida espiritual es semejante a una montaña en cuya pendiente se puede encallar, a cualquier altura.

Hay quien pare en un punto muy elevado de ella.

No raro, cuanto mayor la altitud alcanzada, tanto menor la bagatela por la cual se queda preso.

Se diría existir una especie de enfermedad de las alturas, pues el individuo que no se dejó encallar por miedo de leones, se detiene por causa de una mariposa.

Es una forma de vértigo en la vida espiritual, un tremendo complejo contra el cual es preciso defenderse con diez mil cuidados.

A veces, una persona que renunció a todo se juzga muy simpática y se toma de apego por los chistes que prodiga.

En otros casos, el hombre se apega a lo que no tiene. Por ejemplo, un grande jurista con manía de ser poeta, tiene poco o ningún apego por su saber jurídico, pero vive con recelos de que no lo reconozcan como autor de versos inspirados. Nace de ahí la vanidad, viene el encalle…

El saludable y valioso remedio de la oración

Puesto, entonces, delante de ese problema que se presenta en la vida espiritual de incontables almas, San Alfonso hace una afirmación bien característica al comienzo de su libro, indicando un elemento para su solución.

Escribe él:

Veo que los cristianos poco cuidan de emplear este gran medio de salvación [que es la oración].

Y, lo que todavía más me aflige… es ver que los predicadores y confesores tampoco recomiendan la oración a sus oyentes y penitentes.

E incluso los libros espirituales que hoy en día corren por las manos de los fieles no tratan suficientemente de ese asunto, cuando es cierto que todos los predicadores y confesores y todos los libros otra cosa no deberían inculcar, con más empeño y ahínco, que la necesidad de orar.

Enseñan ellos a las almas tantos medios de conservarse en la gracia de Dios, como huir de las ocasiones, frecuentar los sacramentos, resistir a las tentaciones, oír la palabra de Dios, meditar las máximas eternas y otros medios.

Todos ellos son ciertamente utilísimos, pero, digo yo, ¿de qué valen las prédicas, las meditaciones y todos los otros medios aconsejados por los maestros espirituales, si falta la oración, cuando es cierto que el Señor dice no conceder gracias sino a quién las pida?

«Petite et accipietis: Pedid y recibiréis».

Sin la oración (hablando según la providencia ordinaria) serán inútiles todas las meditaciones que se hacen, todos los propósitos y todas las promesas.

Si no oramos, seremos siempre infieles y todas las luces de Él recibidas y a todas nuestras promesas. (…)

Nuestro Cirineo

Yo quisiera, querido lector, antes que todo lo que voy a escribir aquí, explicar este sentimiento mío, para que agradezcáis al Señor, el cual, por medio de este mi librito, da la gracia de hacer la oración con mayor entendimiento y conocimiento de este gran medio de salvación que tenemos, pues todos los que se salvan, hablando de los adultos, ordinariamente se salvan por este único medio.

La oración es, por tanto, el camino más seguro que nos conduce a la salvación. Y el primer fundamento para comprender este valor de la oración, en el plan de la Providencia, es considerar como Dios desea ser, Él mismo, nuestro Cireneo. (JSG)

 

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