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La era Monfortiana de María

Redacción (Miércoles, 04-03-2015, Gaudium Press) El año entrante se cumplirán 300 de la muerte de san Luis María Grignion de Montfort y 100 de las apariciones del ángel de la paz en Portugal a los pastorcitos de Fátima. Dos acontecimientos que aunque muy lejanos uno del otro, tienen especial significación en nuestros días para una promesa que está contenida en ellos: «Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará». Tales conmemoraciones podrán servir para preparar los cien años de las apariciones de la Virgen en mayo de 1917.

El tiempo está volando de manera asombrosa.

San Luis María es el autor del tratado de la Verdadera devoción a la Santísima Virgen y allí afirma que la humanidad deberá llegar a una era en la que se respirará a María como al aire, tal la devoción y el fervor que se tendrá por Ella. Que si Jesús vino al mundo por María, por la devoción ardiente a Ella deberá reinar definitivamente en el mundo. Nuestra Señora en las apariciones de Fátima profetizó que habría un triunfo de su Inmaculado Corazón, el cual hasta ahora no se ha visto. Todo está entonces previsto para que la humanidad entre en una nueva era de paz y concordia maravillosa que si bien no será propiamente el paraíso, tendrá algo de parecido.

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Nuestra Señora de Grasse, iglesia Nuestra Señora de Taur, Touluse

La certeza de que esta era llegará para elevar la humanidad a grados de amor de Dios y maravilloso desarrollo espiritual y material, acompaña hace muchos años ya a quienes siguiendo la espiritualidad «monfortiana» han visto confirmadas esas bellas expectativas con el mensaje de la Virgen en sus apariciones de Fátima. En efecto, la Santísima Virgen prometió paz para la humanidad con el rezo diario del santo rosario, la comunión reparadora de los primeros sábados de cada mes y una conversión de las costumbres. El mundo de hecho ha cambiado mucho desde 1716 y 1917, los años de la temprana muerte de San Luis (43 años de edad) y las apariciones a los pastorcitos. Si para peor o mejor va a estar a criterio de la propia conciencia humana cuando se haga una retrospectiva de tantos acontecimientos y transformaciones que se han sucedido y sucederán hasta el 2016 y 2017 a la luz de la moral católica. Los cierto es que los hombres seguimos siendo los mismos: con nuestras esperanzas y nuestros fracasos, nuestras luchas y nuestros momentos de paz, contradicciones y certezas, progresos y retrocesos a la búsqueda de la felicidad.

La Virgen en Fátima nos invitó a rezar mucho por la conversión de los pecadores, de tal modo que podemos decir que unos recen por otros en un deseo de convivencia fraterna y amorosa para todos salvarnos e ir al Cielo. Y san Luis nos dice en su Tratado que la devoción a la Virgen, traerá grandes bienes para el prójimo (No.171) ya que por esa práctica se ejerce la caridad con él de modo eminente pues se le da todo el valor de nuestros méritos personales a María para que Ella los emplee en la conversión de quienes lo necesitan y en la liberación de las almas del purgatorio. Para conocer la excelencia de esto -agrega San Luis María- sería necesario conocer el bien tan grande que es convertir un pecador o librar un alma del purgatorio, algo mayor que la creación misma pues se da a un alma la posesión definitiva y eterna de Dios.

Así que quienes se han consagrado como esclavos de amor a Jesús por las manos de María, son hoy día la más aguda y fina punta de la caridad, entregando a Ella los méritos de sus mejores obras para que Nuestra Madre del Cielo los aplique en la salvación eterna de los «pereclitantes» (*), aunque estos no hayan realizado sino las acciones propias y ordinarias de su estado, concluye el santo.

Por Antonio Borda

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(*) Que corren peligro de condenación eterna.

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