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Julio Verne, Francia y la religión católica

Redacción (Martes, 28-05-2019, Gaudium Press) Esta nación volverá otra vez por los caminos de la auténtica civilización cristiana -de la que fue «cabeza de puente» con la conversión de Clovis- el día que haga un público reconocimiento de su manera errónea y cruel como manejó la idea del sano republicanismo, que algunas naciones Europeas ya practicaban desde la Edad Media.

No fue poca la sangre que hicieron correr los revolucionarios franceses de 1789 para imponer la república, hoy tenidos como héroes nacionales. Incluso con su dañino ejemplo la hicieron también correr en nuestra América a punta de guerras civiles y odio anticlerical. Un baño de sangre y persecución despiadada a la Iglesia Católica es algo que no se puede echar tan fácilmente en el olvido. Son cientos de miles de almas que reclaman desde la Eternidad que se haga justicia; y aquí en la tierra crece el número de los que exigen -incluso franceses- no seguir manteniendo esa farsa de que la Revolución Francesa inauguró la era de la Libertad-Igualdad-Fraternidad. ¿Dónde se cumple hoy esa sangrienta trilogía utópica con más de doscientos años de experimentación y que aún no se puede realizar?

7.jpgDe tipo contra-revolucionario, una novela del escritor Julio Verne que su editor le censuró y no se la quiso publicar, pero que este año 2019 la Editorial Española LIBROS LIBRES (1) ha puesto a circular con no pequeño éxito hasta ahora, nos recrea escenas del levantamiento campesino contra el régimen de terror que impuso Robespierre en toda Francia.

Por supuesto que es una novela romántica y sentimental, pero mezclada con buena información investigativa -como acostumbraba a hacer el autor que siempre se destacó por esto cuando escribía aquellas otras que resultaron como premonitorias y todavía hoy asombran por haberse adelantado en algunas de ellas al futuro.

El Conde de Chanteleine se parece mucho a la que en 1829 escribió Balzac (2) y que también en su momento fue saboteada por la prensa liberal, aunque este lo fuera tanto y más que otros liberales de su siglo.

Los buenos historiadores -si es que todavía no están contaminados de Marxismo, el nieto aventajado del liberalismo- saben muy bien lo que fue la reacción campesina católica en la región noroeste de Francia contra las quemas de iglesias, exclaustración de religiosas indefensas, los reclutamientos arbitrarios de jóvenes labradores y el odio genocida que profesó la revolución a todo lo que fuera la antigua aristocracia rural de la región, pasada sin fórmula de juicio por el horror satánico de la guillotina.

Lo interesante del tema de la novela -que Balzac supo atenuar servilmente en la suya y escribió bajo pseudónimo- es la cuestión de los curas juramentados. Es decir aquellos que por razones de oportunismo o cobardía, adhirieron sin condiciones al ideal revolucionario, o simplemente eran unos remanentes del jansenismo, la herejía que intentó secar por dentro la Iglesia como lo hace aquella mata científicamente llamada la urostigma olearia amazónica, con la que el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira comparó la gran conspiración anticristiana que padece la Iglesia en nuestros días. (3) Un bejuco parásito mortal que se enreda poco a poco a lo largo del tronco de un árbol y le va succionando la sabia vital hasta agotarlo y ser imposible separarlo, porque del árbol genuino ya no queda sino la forma muerta, puesto que realmente la viva es la tal Figueira brava como se conoce en Brasil o Mata-palo en otros países de Suramérica.

La novela relata -con la amenidad propia de Verne, las aventuras de un aristócrata rural de la Bretaña, perseguido y odiado por un antiguo sirviente ladrón apartado del castillo. Sirviente que encontró con la Revolución, la ocasión de vengarse articulándose a los nuevos dueños políticos de Francia y a un puñado de traidores bretones, con los que integró una banda criminal para perseguir a los católicos de la misma región y expoliarlos. La traición y el resentimiento siempre han sido el medio más eficaz con el que el mal consigue avanzar. Y las revoluciones la gran oportunidad de los bandidos.

Dura, brumosa, fría, casi inhóspita, de gentes rudas pero trabajadoras incansables, sencillas y de fe robusta, Bretaña es descrita de forma tal que el autor casi nos lleva de la mano a través de pantanos, acantilados, pastos altos, bosques y rústicas aldeas pobres de pescadores acostumbrados al sufrimiento y a la lucha por la vida; menudo pueblo de Dios Nuestro Señor que es el que sabe levantarse en su momento, cuando las revoluciones pisan la mina anti-personal de la opinión pública y la indigna hasta convertirla en heroica epopeya por la justicia Divina, ofendida ya sea por la criminal violencia revolucionaria o por la manipulación legislativa, a través de la que también se puede llevar un pueblo a la total perversión de sus sanas costumbres.

Por Antonio Borda

(1) www.LibrosLibres.com
(2) Les Chouans
(3) Revolución y Contra-Revolución, Parte II, Cap. III, 1 B.

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