lunes, 25 de noviembre de 2024
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Consejo de un zorro sabio

Redacción (Sábado, 05-07-2019, Gaudium Press) ¿Qué entiende la contracultura revolucionaria de hoy día por doble moral? Frecuentemente escuchamos de muchos intelectuales y escritores, de conferencistas, políticos y académicos, que ellos están contra la doble moral de la sociedad.

Pero ¿qué es lo que ellos entienden por doble moral?

¿Manejar con discreción, paciencia, respeto y pudor lo hediondo de esta vida, y tratar de procurar lo más bello de la gente, de la sociedad humana y de la naturaleza?

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Procurando la belleza de los seres

Si es eso, se ve que no han entendido el orden del universo ni el microcosmos de él, que es el propio ser humano.

La vida -decía un poeta- está llena de espinas y abrojos. Pero también hay realidades maravillosas e inocentes que muchos no quieren ver porque están ciegos para la contemplación humilde y admirada de la estética del universo. Tal vez prefieran ir un rato a un cine o a Disney World para satisfacer esa apetencia natural humana de procurar cosas hermosas y descansar de este valle de lágrimas y pecados. Pero después siguen mirando solamente las partes dolorosas de la vida. Sin embargo la belleza y lo bueno están no solamente en nuestro corazón sino también alrededor de él:

«Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos. -Lo esencial es invisible para los ojos- repitió el principito para acordarse» (1).

Un corazón pervertido por el resentimiento y el reclamo. Por el odio a Dios, porque no le satisfizo falsas expectativas de una educación deformada por el naturalismo y la ambición del éxito, no podrá nunca ver lo esencial del hombre, de la sociedad humana y de la estética del universo.

¡Tenga caridad! Le pidió una vez Doña a Lucilia (2) a su muy joven hijo Plinio cuando este criticaba a un compañero de colegio. ¿Pero no ves que él tiene cosas buenas en el alma? La corrección le sirvió para el resto de su vida y para formar años más tarde a sus discípulos, a sus hijos espirituales e incluso a sus amigos más allegados.

Lamentablemente la vida cultural del siglo XX y lo que va corrido del actual, pareciera solazarse en lo hediondo, lo sórdido, lo prosaico y ruin que encontramos en este lugar de destierro, sin querer pensar que más allá del sol existe un mundo maravilloso junto a aquella Inteligencia Creadora que lo hizo y lo sustenta todo.

El autorechazo diabólico a nosotros mismos, porque no somos de acuerdo a nuestras fantasías y quimeras, es lo que la literatura contemporánea nos está entregando a montones, con libros que pervierten nuestra inocencia bautismal.

Nos han educado equivocadamente, enseñándonos a ver solamente lo que nos llega a través del globo ocular, renunciando a la mirada trascendente y sobrenatural que hay en todas las cosas. Y muy frecuentemente lo que nos llega por los ojos de la carne no es lo mejor ni más bello de la realidad. Tenemos que hacer un esfuerzo, a veces no pequeño, pero hay que hacerlo, para mirar lo esencialmente maravilloso del mundo. Esa siempre ha sido la educación que la Iglesia Católica ha querido dar a los hombres, fiel a aquel mandato de Cristo: «Amaos los unos a los otros como Yo os he amado». Nos amó -dice Santa Teresita- a pesar de nuestros yerros y torpezas como amó a sus apóstoles en el diario convivir con ellos. Él los conocía perfectamente sin ninguna mundanal ilusión al respecto de ninguno. Su amor estaba fundamentado en la fe, la esperanza y la caridad. Esperaba de ellos la realización de aquellos hijos sin mancha que hubieran sido si no fueran tantas sus miserias. Pero les advirtió que sin Él nada podrían. Y lo lograron.

Hay escritores e intelectuales hoy día de fama mundial, que resolvieron por su temática literaria, vivir en el alcantarillado y las cañerías de su propio barrio o casa y no salir al jardín del parque. Lo que les mana del pensamiento es para relacionarlo con la tragedia del Pecado Original cuyos terribles efectos solamente consigue atenuar el vivir en la gracia de Dios.

Lo único que han conseguido es creerse a sí mismos el sofisma de que no son gentes de doble moral porque para ellos el esfuerzo de ver lo bello y el filón dorado de un corazón aunque nos quiera hacer daño, sería entonces doble moral.

Doble moral porque quieres ver lo más bello, sublime y trascendental del ser. Porque te esfuerzas en no tratar a los demás ni a tu entorno por aquello que delata que no somos perfectos pero que estamos llamados intentar serlo no solamente con nuestro propio esfuerzo sino -y sobre todo- con la ayuda de Dios que hay que pedir humildemente.

Doble moral porque sabes perdonar, ignorar, dejar pasar como desapercibido algún yerro, un defecto, una falta, obviamente sin dejar de registrarla en tu entendimiento y dispuesto a ayudar a corregirla amorosamente en el momento más adecuado con toda claridad y firmeza como enseña la Iglesia.

Al contrario de todo esto, lo que se nota en esa rebelión contracultural de protesta, es una insistencia en resaltar siempre y sin caridad, lo más horrendo de la vida, y querer hacernos creer que esa es solamente la auténtica realidad. Un reclamo constante, resentido, atormentado, rencoroso y lleno de odio contra algo que podríamos ayudar corregir con paciencia y con ternura.

¿Qué diría el buen zorro si se encontrara con un escritor de esos? Gracias a Dios tropezó fue con Saint-Exupery.

Por Antonio Borda

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(1) El Principio, Antoine de Saint-Exupery. Cap.XXI.
(2) Lucilia Rivero dos Santos, (1876-1968) madre del Dr. Plinio Correa de Oliveira.

 

 

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