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La nueva esclavitud que se nos viene

Redacción (Martes, 06-02-2018, Gaudium Press) El trabajo humano es sin duda lo que impulsa el progreso de la sociedad. Mientras se trabaje con esmero y diligencia, el desarrollo se verá por todas partes.

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La pequeña lechera, de Louis-Édouard May

Eso lo entendieron y tergiversaron a su modo, los socialistas utópicos de los siglos XVIII y XIX que fundamentaron sus teorías en la oposición del trabajo contra el capital para generar la lucha de clases la cual pasó a convertirse -según la utopía marxista, en el motor de la expansión económica: una clase lucha por destruir a otra sustituyéndola en la conducción del Estado, hasta que en algún momento histórico aquel desaparecerá y viviremos felices en una sociedad tribal sin jerarquías ni estructuras donde la libertad, la igualdad y la fraternidad serán plenas. Es claro, dice el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira en una de sus obras, pues ellos no creen en el Pecado Original, en la acción del demonio, son evolucionistas y además hegelianos. (1)

No es el trabajo del animal ni el de la máquina lo que hace el progreso, es el trabajo humano con todo lo que él tiene de fatigante e incluso doloroso. La inteligencia humana deberá siempre estar aplicada para sobrellevar en ella el gran esfuerzo creativo, la conducción y el manejo de la producción. Sin embargo en el otro extremo encontramos el apetito del ocio con el cual nos queremos regalar blandamente sin hacer nada. Fue lo que sorprendió a los conquistadores y colonos europeos tan pronto entraron en contacto con los aborígenes de América. Para estos bastaba salir a cazar algo o recolectarlo, traerlo a la taba para que las mujeres lo cocieran y ellos entre tanto vegetaban el resto del día en una hamaca bajo el efecto del algún alucinógeno. Esto los tenía debilitados, con un sistema inmunológico deficiente y en un estado de ánimo melancólico crónico casi siempre. (2)

No eran fuertes ni esmerados. Los antepasados de las culturas más avanzadas como Aztecas, Incas o Mayas habían hecho pirámides y templos pero todo ello con sus viviendas y sistemas de cultivos después fue decayendo inevitablemente en una ruina que los estaba llevando al canibalismo, como el medio más fácil de sobrevivir y alimentarse. Se fue acabando poco a poco la voluntad de trabajar y los que la mantenían fueron siendo esclavizados hasta el agotamiento y más tarde terminar en la dieta de algún miembro de la casta guerrera o del cazador furtivo. Eso fue lo que sucedió en la isla de Pascua o con la llamada Cultura de San Agustín en Colombia, o incluso con los propios Mayas y su misterioso abandono de ciudades para volver a la selva y morir de hambre, enfermedades y pasto de las fieras. La voluntad de trabajar se había agotado ya, y estaban desadaptados para sobrevivir otra vez en la extenuante vida silvícola.

¿Qué sucederá con nuestra civilización cuando esa voluntad se acabe? ¿Quién trabajara? ¿Los robots con los que el fantaseo de la tecnología de hoy nos tiene ilusionados? ¿Y nosotros a qué nos dedicaremos? No nos engañemos tanto desde ya, porque lo que nos espera en ese sentido es una verdadera catástrofe social con repercusiones económicas y políticas, para no mencionar las morales que serán más aterradoras. Sin trabajo y mente ocupada en el progreso material y espiritual de nuestra especie, el ocio degenerativo y paupérrimo tomará cuenta de la sociedad. Estaremos en condiciones mentales para caer en una forma de esclavitud no sabemos de quién o quienes pero auténtica esclavitud, de la que el sistema financiero de hoy día y sus tarjetas débito-crédito, es apenas una muestra pues llegará tal vez un momento en que la nuevas generaciones agotadas y endeudadas no querrán trabajar más para el «establishment» y preferirán vivir como indigentes al estilo de la tribus urbanas tal vez bajo efecto del consumo de la droga que las mantenga alucinadas en la nueva forma de esclavitud que se nos viene. Entonces la mejor defensa será desde ya optar por una forma de esclavitud de amor, protectora, dulce, mansa y creativa a Jesucristo Nuestro Señor por las manos de María Santísima como recomienda San Luis Grignion de Montfort. (3)

Por Antonio Borda

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(1). «La libertad de la Iglesia en el Estado Comunista».
(2). La Vorágine, Novela. José Eustasio Rivera.
(3). Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María.

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