lunes, 25 de noviembre de 2024
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La hora del jaque-mate

Redacción (Jueves, 26-07-2018, Gaudium Press) Una partida de ajedrez proporciona al hombre un atrayente reposo y lo ayuda a desarrollar el raciocinio.

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Pero puede también llevarnos a considerar la gran batalla de la vida.

Sobre el tema del ajedrez, transcribimos lo que dice Marcelo Rezende Costa para la Revista Heraldos del Evangelio.

-En los lejanos parajes de Oriente, envueltos en misterios y grandezas, con palacios que parecen aflorar del mundo de los sueños, nació uno de los más interesantes pasatiempos: el juego de ajedrez. Surgido en la India, según consta, antes de la Era Cristiana, atravesó las inmensidades de la distancia y del tiempo: de allá pasó a China, Japón, Corea, y también a Persia y Arabia, llegando por fin a Europa, de donde acabó esparciéndose por todos los países de la Tierra.

Los «Ejércitos»

Los lances de ese duelo trabado por dos «ejércitos» de 16 piezas, sobre un tablero de 64 cuadrados negros y blancos, bien pueden simbolizar los combates que todo cristiano precisa vencer a lo largo de su vida. A bien decir, cada una de las piezas de este juego parece querer transmitir alguna enseñanza para nuestro espíritu.

Peones

Colocados en la primera línea de batalla, los peones avanzan decididos delante de las dificultades de la lucha, dispuestos a cualquier sacrificio, sin dejarse intimidar por las amenazas de los adversarios. Son, así, ejemplo de cómo debe actuar todo cristiano delante de las pruebas, en este valle de lágrimas.

Torres

El movimiento profundo y rectilíneo de las torres simboliza la integridad de alma del hombre honesto, el cual trilla el camino del deber sin desviarse en nada. Estas piezas nos dan también el ejemplo del holocausto: en el lance denominado roque, cambian de posición con el rey para protegerlo de las amenazas del adversario, ofreciendo para esto, si necesario, la propia «vida».

Obispos

La presencia de los obispos nos trae a la mente la importancia de la oración, medio seguro para que el hombre atraviese las más duras pruebas sin dejarse manchar por el pecado. Arrastrándose en sentido diagonal, estas piedras traspasan ágilmente las hileras del adversario, alcanzando eficazmente su objetivo.

Caballos

Capaces de saltar en forma de «L», los caballos evocan el modo de actuar de los misioneros enviados por la Santa Iglesia a todas las partes del mundo. ¡Cuántos obstáculos deben ellos superar en su pugna por conquistar almas para Cristo!

Reina

La más versátil, elegante y fuerte de las piezas del ajedrez es la reina. Ella avanza en cualquier dirección para todas las posiciones del tablero, sin que ninguna otra pueda superarla en agilidad o poder. Ella se asemeja así a la Auxiliadora de los Cristianos, siempre lista a socorrer a quien la invoca en los momentos de peligro o necesidad.

Rey

Entretanto, todos los lances de defensa o de ataque se dan en función del rey. Él es la pieza central de este juego, y la lucha por defenderlo nos conduce a una bella comparación: en el gran «ajedrez» de la vida, el «rey» a ser resguardado es nuestra propia alma.

Cada uno de Nosotros

Cabe a nosotros conservar íntegra esa valiosísima pieza, utilizando para esto la perseverancia de los peones, la rectitud de espíritu de las torres, la impostación sobrenatural de los obispos, la agilidad misionera de los caballos y, sobre todo, la fuerza y prontitud de la reina, siempre dispuesta a proteger como amorosa Madre a cada uno de sus queridísimos hijos.

¡Entonces, no perdamos tiempo!

La partida ya comenzó. Para algunos, incluso, tal vez esté próxima la hora de dar, o de recibir, el «jaque-mate»…

Por Marcelo Rezende Costa

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