lunes, 25 de noviembre de 2024
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Guerra de las galaxias: parodia irreverente

Redacción (Sábado, 16-03-2019, Gaudium Press) La Caballería, otrora una de las más altas expresiones de la austeridad Cristiana, se vuelve amorosa y sentimental. (1)

Difícil encontrar en las páginas de toda la historia universal, institución más atrayente y enigmática que la Caballería Medieval, nacida de las castas entrañas de la propia Edad Media. Por encima de ella solamente la Iglesia católica, precisamente al servicio de la cual la caballería estuvo dispuesta.

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De ella surgieron las cruzadas, las legendarias órdenes religiosas militares de monjes guerreros con votos de pobreza, castidad, obediencia y no retroceder nunca en el combate; surgieron también los caballeros andantes con vocación de servicio a los más desvalidos, paladines de la justicia y el honor, pero que lamentablemente dieron en galantes y sentimentales, pervertidos por la acción deletérea de juglares y trovadores, una página de la historia todavía sin suficiente profundización.

¿A dónde habría llegado esta institución santa y aguerrida si no hubiese decaído? Quizá en manos de ella Dios habría puesto la cristiana conquista y evangelización no solamente de toda la Tierra sino también de otros planetas, tal vez sistemas y galaxias del universo.

Acorazados de hierro, bajo soles caniculares, desafiando ventiscas de arena y polvo para rescatar el Santo Sepulcro profanado, dieron prueba de ser algo más que simples hombres de guerra. Nadie hoy día sería capaz de repetir esa gesta en las condiciones que ellos la hicieron. Tal vez habrían llegado al Gobi y a China hasta las orillas del Pacífico, al mismo estrecho de Bering y los tendríamos en América bien antes de Colón.

¿Qué es la tal Guerra de las Galaxias, cinematográfica saga de ficción y niñerías al lado de lo que ha podido ser la gesta de la Caballería Medieval? Aunque se diga que esta serie -que cada año lanza un nuevo capítulo, tiene más de 40 millones de fans, no significa nada ante las posibilidades de una caballería cristiana conquistando el universo para la gloria de Dios. Que los productores y directores de ese remedo de epopeya hayan tenido que apelar al residuo de lo maravilloso medieval -que todavía es una brasa viva en el alma de la humanidad- es prueba de que la caballería no ha desaparecido del horizonte visual de muchos en este planeta cada vez más prosaico y sin grandeza. Lo lamentable es la horrible tergiversación que hacen del sentido histórico legendario que tuvo y todavía tiene la auténtica caballería cristiana.

La caballería es todavía un proyecto de vida apostólica inconcluso que se recogió con su ángel tutelar -en expresión muy frecuente del Dr. Plinio- a los esplendores del Padre Eterno para esperar una segunda oportunidad. Es inconcebible que no vuelva a renacer, y con más fuerza y esplendor que antes, porque la fe mueve montañas y traslada árboles para sembrarlos en el mar. Su decadencia fue más el resultado de un conspiración articulada, deliberada y consciente que de un simple fortuito de la historia. Por esa sola razón el ángel del desquite y el desagravio regresará con toda su belleza y poderío para llevarla a su más alta expresión de combatividad y grandeza.

La llegada de un caballero noble con su pequeño séquito de pajes, lebreles, destreros, palafrenes y rocines -a veces hasta llevaban una rapaz ave de cetrería- casi siempre acompañado o precedido de un monje de tosco sayal que predicaba, confesaba, bautizaba y celebraba matrimonios, procesiones y bendiciones con el Santísimo, era el gran acontecimiento en algún lejano castillo aislado al pie del cual vivía una aldea con hombres y mujeres de trabajo feudal. El monje enseñaba bellos cantos, los aldeanos tocaban sus primitivos instrumentos y un santo gozo atraía ángeles y alegraba la dureza de la vida.

Ese maravilloso modo de hacer apostolado bien pronto fue detectado por los enemigos de la cristiandad que comenzaron a promover compañías vagabundas de troveros y cantores, actores y saltimbanquis, adivinadores y mujeres livianas con lo que hicieron un trabajo pésimo en las malas tendencias que acompañan al hombre desde el Pecado Original. Todavía no sabemos decir si fue falta de vigilancia de alguna parte del clero de la época o una traición premeditada. Lo cierto es que el ataque fue certero y desarticuló un apostolado misionero maravilloso pero gracias a Dios no consiguió destruirlo, porque ciertamente resucitará algún día con el triunfo del Inmaculado Corazón de María prometido en Fátima. Mientras mantengamos la fe, la esperanza y el amor a las bellezas que produjo la Civilización Cristiana, y que iban camino a su plenitud para unir Cielo y Tierra, ellas estarán siempre vivas en muchos corazones.

Por Antonio Borda

(1) REVOLUCIÓN Y CONTRA-REVOLUCIÓN, I, cap. III, B. Plinio Correa de Oliveira.

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