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Redacción (Miércoles, 15-08-2012, Gaudium Press) ¿Quién diría que la dulce Francia, la del encanto, la etiqueta y los vinos emergería del fondo de los mares, dos siglos después de la Revolución Francesa? No es la Francia de los reyes y reinas, los palacios y fiestas brillantes, las marquesas vestidas de porcelana y los nobles señores con bellos trajes que resurgieron; esta vez, fue la Francia de los vinos.
Se trata del descubrimiento del champagne más antiguo del mundo que algunos buzos encontraron a 55 metros de profundidad, en las proximidades del archipiélago de Aaaland, situado a medio camino entre Suecia y Finlandia.
En el sótano de un barco naufragado, buzos encontraron cerca de 30 botellas valoradas cada una en 68 mil dólares, o tal vez hasta millones de dólares, en caso se compruebe que sean vinos enviados por Luis XVI a la corte imperial rusa en 1780. Para esto los exploradores deben averiguar el nombre del navío, aunque la escasa visibilidad de apenas un metro dificulte la búsqueda.
Terrible para los buzos, excelente para los vinos. El champán pasó más de dos siglos en condiciones de conservación excelentes: ausencia de luz y frío constante.
Afortunados enólogos ya comprobaron la calidad estupenda del precioso líquido. Por el hecho de que el corcho contiene la inscripción Veuve Clicquot, los especialistas deducen que estos champanes son de la época de Luis XVI y María Antonieta. La vinícola inició su producción en 1772, y las primeras colectas fermentadas salieron en 1782; no puede ser posterior a 1789, pues la Revolución Francesa impidió la producción de ese tipo específico.
Este deleitoso hecho me impulsa a querer compartir con el lector un pensamiento. La alegría que este descubrimiento produce en el espíritu de muchos hombres, no se reduce al mero sabor del champagne sumergido hace 200 años, sino a lo que este líquido precioso evoca en el espíritu de nuestros inteligentes contemporáneos que saben apreciar las luces, bellezas, encantos, artes y talentos del Antiguo Régimen Francés. Época en la cual, de hecho, el refinamiento y la cultura francesa alcanzaron su apogeo.
El espumante que emergió de los mares del norte, avivó en muchos espíritus las dulzuras del Ancien Régime, todavía sumergido en la fría oscuridad de la ignorancia, o de la visión tuerta y estereotipada de la Historia. En nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad, no solamente la producción de sabrosos vinos cesó, sino también la Francia de María Antonieta, del encanto, el buen trato y la Fe.
¿Ideal de un mundo irreal e imaginario? ¿Vino sumergido definitivamente por las olas de la Historia? No para aquellos que unidos al Vicario de Cristo en la tierra creen con toda el alma en su Evangelio y en el triunfo del Inmaculado Corazón de María.
Hay una champaña al mismo tiempo la más nueva y la más antiguo del mundo. Creada antes de los tiempos, comprado por la preciosísima sangre de Cristo y a disposición de todos para beneficio del mundo entero. Con todo, el vino del Evangelio que la Iglesia le ofrece querido lector, tiene mucho más valor que la champaña de Luis XVI. Este vino de valor infinito es la propia sangre de Cristo, ofrecida bajo las especies eucarísticas en la Sagrada Comunión. Este es el vino más precioso dado al mundo.
Por Michel Six
Comentario de noticia de la agencia France-Presse usado por el site de la revista Veja: «Champagne de Luis XVI no fundo do mar». Disponível em: http://veja.abril.com.br/noticia/ciencia/mergulhadores-encontram-no-baltico-champanhe-mais-antigo-do-mundo.
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