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La música en la Educación y su papel en la formación intelectual

Redacción (Viernes, 24-08-2012, Gaudium Press) Casi tan antiguo como el mundo, el arte musical siempre coloreó con su armonía la vida cotidiana de los hombres. Consciente del poder de la música, también la liturgia católica absorbió e inspiró conmovedoras armonías, las cuales llenan de consuelo y fervor las almas de los fieles como las elegantes notas musicales llenan los pentagramas.

Ya el Doctor de la Gracia, el gran San Agustín, testimonió el relevante papel que tuvo la música sacra en su vida espiritual – sobre todo por ocasión de las ceremonias litúrgicas presididas por San Ambrosio -, las cuales lo ayudaron a encontrar el camino de la Verdad: «¡Cuánto lloré oyendo vuestros himnos, vuestros cánticos, los acentos suaves que resonaban en vuestra Iglesia!

¡Qué emoción me causaban! Fluían en mi oído, destilando la verdad en mi corazón. Un gran impulso de piedad me elevaba, las lágrimas me corrían por el rostro, y me sentía plenamente feliz». [1]

1.jpgEsta poética recordación narrada en las Confesiones tiene su fundamento teológico, pues, si las perfecciones de las criaturas captadas por nuestros sentidos evocan en el espíritu la absoluta perfección de Dios, también la buena música, al penetrar en nuestros oídos, despierta las tendencias naturales por las cuales somos atraídos a las sendas de Aquel que es, en esencia, «el Camino, la Verdad y la vida» (cf. Jo 14, 6). Como afirmó Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, inspirador y maestro del Fundador de los Heraldos, «la música es un arte más espiritual que material, mejor que la simple materia, para ilustrar la representación de Dios en la Tierra y en el Cielo Empíreo». [2]

Por esta razón, el Seminario Santo Tomás de Aquino de los Heraldos del Evangelio busca «cultivar con sumo cuidado el tesoro de la música» sacra en la formación cultural de sus miembros, tal como incentivara el Concilio Vaticano II, respecto a la Schola cantorum «en los Seminarios, Noviciados y casas de estudio de religiosos de ambos sexos, así como en otros institutos y escuelas católicas». [3]

El canto gregoriano, modelo supremo de melodía.

Como recomienda el concilio, y como oportunamente recordaba Juan Pablo II, «en lo referente a las composiciones musicales litúrgicas, hago mía la ‘regla general’ formulada por San Pío X en estos términos: ‘Una composición religiosa es tanto más sagrada y litúrgica cuanto más se aproxima -en el recorrido, la inspiración y el sabor- de la melodía gregoriana; y es tanto menos digna del templo cuanto más se distancia de este modelo supremo’ » [4].

En este canto magnífico, el literato convertido al catolicismo Joris-Karl Huysmans veía un símil de mil maravillas en el orden del universo -como aquellas expresadas en la arquitectura, la escultura, la pintura e incluso en la literatura-, de las cuales nos dejó un encantador e inolvidable elogio, en líneas que translucen su capacidad descriptiva:

«El canto gregoriano parece tomar prestado del gótico sus nervaduras floridas, sus flechas recortadas, sus rodas de gaza, sus triángulos de encajes leves y finos como voces infantiles. Él pasa, entonces, de un extremo al otro, de la amplitud de las aflicciones al infinito de las alegrías.

«Otras veces, él mismo, como la escultura, se dobla para el júbilo del pueblo, asociándose a las alegrías inocentes, a las risas esculpidas en los viejos frontispicios. Él toma -tanto en el cántico navideño ‘Adeste Fideles’ como en el himno pascual ‘O Filii et Filiae’- el ritmo popular de las multitudes.

«Tal como los Evangelios, él se torna pequeño y familiar, se somete a los humildes deseos de los pobres y les proporciona una melodía de fiesta, fácil de retener en la memoria, que los eleva a las puras regiones donde sus almas cándidas se postran a los pies indulgentes de Cristo.

«Creado por la Iglesia, mejorado por ella en los coros de la Edad Media, el canto gregoriano es el parafraseado flotante y móvil de la inmóvil estructura de las catedrales. Él es la interpretación inmaterial y fluida de los cuadros de los pintores primitivos. Él es la traducción alada de las prosas latinas compuestas ahora por los monjes elevados, en sus claustros, fuera de tiempo». [5]

Polifonía e instrumentos resonando la insondable grandeza de los misterios divinos.

Los miembros del Seminario se sirven también, y mucho, de la polifonía sacra. Ahora con los vivos ritmos de Francisco Guerrero, o con los piadosos acordes de Tomás Luis de Victoria, pero sobre todo por las composiciones del maestro Giovanni Perluigi de Palestrina, buscan la armonía apropiada al «espíritu de la acción litúrgica». [6]

Además, puesto que la Constitución Conciliar Sacrossanctum Concilium permite la utilización en el culto divino de instrumentos musicales, «con tanto que estos instrumentos estén adaptados o sean adaptables al uso sacro, no desdigan de la dignidad del templo y favorezcan realmente la edificación de los fieles» (n. 120), el coro y orquesta del Seminario no se abstiene de cultivar su variada participación, pues como notaba la santa música Hildegarda de Bingen, «también los instrumentos musicales, por la emisión de múltiples sonidos, pueden instruir espiritualmente a los hombres» [7].

De este modo, con la ejecución de composiciones de Johann Sebastian Bach, Wolfgang Amadeus Mozart, y de Georg Friedrich Händel -estas últimas con especial destaque-, quieren ellos, de alguna forma, hacer resonar la insondable grandeza de los misterios celebrados en la Sagrada Liturgia, elevando así los corazones e instruyendo los espíritus.

¿La música puede aumentar la inteligencia y calmar los ánimos?

Solo los argumentos de la teología bastarían para que el Seminario Santo Tomás de Aquino fuese tan musical. Entretanto, hay más. Así como la música puede ser un poderoso medio de instrucción espiritual, puede colaborar fructuosamente en el mero plan natural, para la propia formación y desarrollo de las facultades cognitivas e intelectuales de los seminaristas.

Para tomar el resultado de solo algunas de innúmeras investigaciones realizadas en este sentido, la Universidad de Toronto, Canadá, concluye que niños que reciben clases de música tienen un coeficiente intelectual superior a los demás. Los jóvenes aprendices de instrumentos o canto demostraron poseer coeficientes más desarrollados que los de las clases de teatro. Estos últimos revelaban una mejor capacidad de adaptación en su conducta social, pero los que recibían clases de música alcanzaban notas más altas en los exámenes escolares [8].

De modo semejante, estudiosos de la Universidad de Hong Kong, después de examinar a 90 niños y adolescentes de 6 a 15 años, de los cuales la mitad estaba integrada en una orquesta escolar hace cerca de cinco años, concluyeron que las clases de música mejoran la memoria de los niños y pueden ser benéficas para sus estudios. La pesquisa demostró, inclusive, que el hecho de que los adolescentes ejecuten escalas en el piano desarrolla la parte izquierda del cerebro, donde están concentradas la memoria verbal y las aptitudes musicales. Al cabo de un año, los niños que dejaban la actividad musical empeoraban su memoria verbal en relación a los que en ella se mantenían, pero continuaban todavía superiores a los que nunca habían estudiado música [9].

En lo referente a la formación temperamental, un grupo de investigadores de la universidad de Derby, en Inglaterra, llegó a un resultado curioso en una de sus pesquisas. Según estos estudiosos, «la música de Mozart tiene el curioso poder de apaciguar la agresividad de los niños y mejorar su rendimiento escolar. Sobre todo en las clases de matemática los efectos fueron considerados «sorprendentes» [10].

En este sentido respecto a la música sacra, antes incluso de los investigadores, el pensador católico brasileño, Prof. Plinio Corrêa de Oliveira recomendaba: «para quien sufre de problemas psicológicos, nerviosos, parece propiamente, a mi ver, la cura. Una persona que por mucho tiempo escuchase este estilo de música, dejándose influenciar por esta armonía, sería introducida en el estado de equilibrio perfecto. Además de esta música ser orto-psíquica, con la propiedad de colocar habitualmente el temperamento interior en este estado de espíritu, produce en el alma un estado adecuado al camino de la santificación» [11]. Es lo que, en otras palabras, dijo el Papa Benedicto XVI: «la música armoniza nuestro interior [12].

Así, a través del canto gregoriano, de la polifonía sacra y de la armonización instrumental, los estudiantes del Instituto Teológico Tomás de Aquino y del Instituto Filosófico Aristotélico Tomista de los Heraldos del Evangelio buscan mejorar cuánto posible su formación intelectual, y, sobre todo, profundizar cada vez más una real y verdadera forma de oración como elevación de la mente a Dios. Como, por otra parte, recordaba Benedicto XVI, «cuando el hombre llega a establecer una relación íntima con Dios, no basta el lenguaje hablado» [13]. El canto nos une, nos arrastra, nos envuelve, nos transforma y nos eleva al Creador a través de la virtud de la caridad. Por eso, bien dijo San Agustín que «cantar es propio de quien ama» [14].

Por intermedio de María Santísima, que, por cierto, cantó melodías inefables en la Gruta de Belén y en el hogar de Nazaret, para el encanto sobrenatural de su castísimo esposo y su Divino Hijo, pidamos la gracia de saber utilizar el arte musical para alcanzar la plenitud de la santidad a la cual fuimos llamados, y, así, ser en la Iglesia, afinados, sonoros y perfectos «‘instrumentos’ del gran ‘Compositor’, cuya obra es la armonía del universo». [15]

Por Flávio Roberto Lorenzato Fugyama

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[1] San Agustín. Confissões, IX, 6, 14.
[2] Plinio Corrêa de Oliveira. Conferência. 8 set. 1979. Arquivo do ITTA.
[3] Cf. Sacrosanctum Concilium, 114-115.
[4] In Revista Arautos do Evangelho, n. 25, p. 18
[5] HUYSMANS, Georges Charles in RIDDER, Guy, apud Revista Arautos do Evangelho, n. 28, p. 51.
[6] Sacrosanctum Concilium, 116.
[7] in FERREIRA, Carmela Werner. In Revista Arautos do Evangelho, n. 69, p. 36.
[8] Cf. Revista Arautos do Evangelho, n. 34, p. 47.
[9] Cf. El Mundo in Revista Arautos do Evangelho, n. 21, p. 44.
[10]in Revista Arautos do Evangelho, n. 59, p. 43.
[11] Plinio Correa de Oliveira. Conferência. 2 mar. 1984. Arquivo ITTA.
[12]Revista Arautos do Evangelho, n. 61, p. 40.
[13] Introducción al espíritu de la liturgia, Joseph Ratzinger, p. 113.
[14] Cf. Cantare amantibus est, Sermo 336, 1.
[15] Palabras de Benedicto XVI tras el concierto de la Philharmonia Quartett Berlin, en la Sala Clementina, ofrecido al Santo Padre por el Presidente de Alemania, Horst Koehler, in Revista Arautos do Evangelho, n. 61, p. 40

 

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