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Redacción (Viernes, 06-01-2012, Gaudium Press) Suscitada en una situación considerada inevitablemente dramática para Francia, Santa Juana de Arco -cuyo VI centenario de nacimiento se conmemora hoy -infundió confianza y audacia en aquellos que entonces defendían a Francia y consiguió revertir aquella situación histórica.
Indudablemente el fervor que suscita ‘La Pucelle’ (doncella) de 17 años, todavía hoy en todo el orbe católico, radica en su fe de mover montañas.
La fama de esta heroína se debe, entre otros, al historiador laicista francés, Jules Michelet, que en 1841 escribió a propósito «¿Qué leyenda más bella puede haber que esta incontestable historia?» En la época, la obra fue considerada como un marco positivo en el redescubrimiento de la Edad Media.
Enredado en medio de una verdadera guerra civil entre el pretendiente inglés en el trono de Francia y el sucesor francés, el pueblo deseaba ardientemente una solución milagrosa.
Surge entonces, desde dentro del anonimato, una joven que se dice llamada por voces celestes a expulsar a los ingleses del reino.
Fácil no fue para la doncella convencer a los mandatarios franceses de que ella hubiese sido mandada por Dios para restaurar los derechos dinásticos del delfín.
Parecía que, al menos, la joven podría restablecer la confianza en sí misma.
Después de una primera victoria militar notable en Orleans, convence al delfín a ser consagrado sin más demora en Reims, para consolidar su legitimidad.
Finalmente, posterior a un distanciamiento con el ya nuevo rey francés Carlos VII, que juzgaba a Juana ya menos útil, la doncella acaba siendo prisionera de los ingleses en 1430.
Estos afirman que la doncella debe ser condenada como bruja por un tribunal de la Iglesia, con vistas primordialmente a que fuese desacreditada la consagración de Carlos VII en Reims.
Un proceso movido contra ella -verdadera obra prima de iniquidad e injusticia- por la Inquisición, concluye en que ella fue condenada a ser quemada viva (práctica reservada a brujerías) en Rouen el 30 de mayo de 1431.
Un cuarto de siglo después de su muerte, en 1456, el Papa Calixto III ordena que sea establecido un proceso declarando la nulidad de la sentencia y el proceso anterior, rehabilitando la memoria de la joven heroína.
No deja, entretanto, de permanecer en el olvido de la memoria histórica.
La publicación de las actas del proceso injusto, así como del referido libro de Michelet, en el siglo XIX contribuyeron decisivamente a realzar su excepcional grandeza de alma.
Fue beatificada en 1909 por San Pío X y canonizada en 1920 por Benedicto XV. Su fiesta se celebra el 30 de mayo, fecha de su suplicio.
Por Guy de Ridder
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