lunes, 25 de noviembre de 2024
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El porvenir de la Reina de la Poesía

Redacción (Viernes, 22-02-2019, Gaudium Press) Afirmaba Plinio Corrêa de Oliveira que un conocimiento místico-simbólico de parte de Adán y Eva ocurría en el paraíso terrenal. Decía él que era normal en los padres del género humano, por ejemplo, ver el sol en su magnificencia y pensar en el astro como símbolo de la omnipotencia de Dios, de su infinitud en todo. Y que cuando Dios se paseaba por el Jardín del Edén «a la hora en que sopla la brisa» (Gen 1, 8), Adán podría haber pensado que esa brisa era justamente la caricia divina que le permitía no sentirse abrumado, quemado, por tanta majestad divina simbolizada por el sol. Y así con todo.

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Afirmaba también el Dr. Plinio que ese caminar feliz rumbo hasta las propiedades divinas a partir de los seres creados, no era título exclusivo de la primera pareja, sino que era el caminar normal del espíritu humano, que no se debía estancar meramente en la deleitabilidad de las criaturas, sino que debía alcanzar un gaudio más alto, que era la felicidad que encuentra el alma cuando entra en contacto místico-simbólico con el Creador.

Completaba el Dr. Plinio estas afirmaciones diciendo que por lo demás ese caminar era una habituación a lo que será la vida en el cielo, pues en la gloria ese tipo de alegrías del alma primarán sobre las meramente corporales.

En cierto sentido el Dr. Plinio definía así un magnífico camino de trilogía, que podríamos definir de Maravilla – Admiración – Poesía.

Maravilla porque la Creación es maravillosa (claro que hay seres más maravillosos que otros, pero en su conjunto la creación es la gran maravilla), y lo propio de la maravilla es causar la Admiración en quien la contempla, una admiración que no es sólo un ‘ad mirare’ sino que ya es un mirar medio absorto, entusiasmado, a medio camino del éxtasis, porque percibimos las huellas de Dios en lo que se admira.

Y luego de la Admiración, la Poesía, en el sentido de que el contemplar extasiados la maravilla nos invita a imaginar una realidad por encima incluso de la realidad maravillosa que estamos contemplando, porque sabemos que esa realidad inclusive fabulosa es pálido reflejo de la realidad celestial, del cielo empíreo. Y por ello nuestro espíritu sediento de ese cielo empíreo que aún no conoce ya busca alcanzarlo creando fábula, haciendo ‘poesía’, es decir, imaginando una realidad aún más perfecta, pero no por ello irreal.

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Como por ejemplo hicieron los que idearon el que para nosotros es el ‘puente’ más bello del mundo, el Castillo de Chenonceau. Un día unos hombres vieron un puente y se maravillaron, tal vez pensaron en Dios que hizo la naturaleza como puente hacia Él. Pero tras la admiración se pusieron a hacer poesía’ e imaginaron algo más perfecto e idearon Chenonceau. Y ahora nosotros que ya no tenemos que imaginarlo, podemos maravillarnos ante él y pedirle a Dios que nos permita hacer a partir de ahí ‘Poesía’, imaginando un Chenonceau más perfecto, más celestial, más divino.

Y así con todo, con todas las artes, con todos los oficios, con el convivio humano, con todo. Incluso con la propia vida espiritual.

Ciertamente, el futuro que es de María, será también el futuro de la Poesía. Inclusive, en ese sentido, podríamos pensar en el Ella como la Reina de la Poesía.

Por Saúl Castiblanco

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