lunes, 25 de noviembre de 2024
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Cultura del hedonismo vs. Cultura cristiana ascética

Redacción (Miércoles, 26-06-2019, Gaudium Press) La situación de degradación actual puede ser etiquetada de muchas maneras. Creemos que una de las que más la caracteriza, es la de hedonismo vs. ascesis cristiana.

Definimos hedonismo como la idea -más o menos bruta, más o menos consciente- de que la felicidad se encuentra en el máximo goce posible de placeres sensibles, o incluso también no sensibles. Y ascesis cristiana, pues bien, no es más que la lucha por practicar los mandamientos de la Ley de Dios, y progresar en la virtud.

Un alma a la que le reste algo de rectitud, se inclinará por la ascesis cristiana, o por lo menos no se declarará abiertamente por la segunda, porque suena muy feo, todavía queda mal.

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Entretanto, toda la cultura moderna, esa que entra por los poros, nos pregona el goce ilimitado de los apetitos sensibles, y de forma particularmente subrepticia, nos bombardea con ese mensaje: ser feliz es no tener que trabajar sino poder vivir toda la vida en una playa; o ser feliz es ganarme el premio mayor de la gran lotería y viajar por el mundo haciendo lo que quiero; ser feliz es hacer lo que hacen los protagonistas de anuncios y comerciales que consumen tal producto o hacen tal cosa y no paran de reir; ser feliz es como decía un libro «comer y viajar…».

Y poco a poco el mensaje va entrando a los espíritus, y cuando las personas se dan cuenta van intentando o llegando a vivir esas vidas hedonistas, y sus convicciones cristianas se fueron por la borda. Cristo, desde lo alto de su Cruz Redentora, bello pero martirizado, es muy antipático al hedonismo.

Entretanto, la mentira hedonista es solo eso, una vil mentira. Si fuera verdad, Cristina Onassis, tal vez la mujer más rica del mundo en su época, no se habría suicidado. Como no se habrían suicidado los muchos especímenes del jet set que de tanto en tanto mojan titulares con las gotas de la sangre de su muerte auto-inflingida.

En sentido contrario, el fiel no solo acepta la ascesis cristiana sino que la ama.

La ama porque ella lo asemeja a Cristo, que murió por todos nosotros, con muerte de Cruz. El cristiano sabe que no es más que su Maestro y que también tiene que sufrir. Como todos los hombres, porque el que dice que no sufre es sólo un embustero. El cristiano abre su pecho decidido al dolor de toda vida, a su cuota de sufrimiento, y lo enfrenta confiado en la gracia de Dios.

El cristiano sabe o intuye que el sufrimiento hace que las potencialidades de su alma afloren, desabrochen, se requinten. Talento sin sacrificio, es solo una semilla que se pudrió. El diamante en bruto no es tan bello, solo cuando el esmeril lo roza con rudeza, aparecen sus facetas, su magnífico brillo.

El cristiano no es tampoco un pseudo-dios del Olimpo, o un Supermán. Él sabe que por lo general sus fuerzas naturales no son suficientes para enfrentar los sufrimientos de esta vida, particularmente el sufrimiento de refrenar sus malas pasiones; el cristiano conoce su debilidad: pero el cristiano es humilde, no es orgulloso, no teme juntar las manos, no teme hincarse y clamar al Cielo por la fuerza que le falta, cierto de que Dios no le faltará. Y eso lo hace valiente, esa confianza y ese recurso a Dios lo tornan un héroe, mucho más que Supermán, pues Supermán no es capaz de enfrentar un reto que está por encima de sus fuerzas, en cambio el cristiano sí, con la ayuda de Dios.

El cristiano auténtico no solo no le huye al sacrificio debido, sino que se asquea cuando pasa mucho tiempo sin sufrir y solo va de placer en placer. Primero porque siente que los meros placeres no le están brindando la verdadera y profunda felicidad que ya ha degustado, que es la limpieza de alma, las alegrías de la inocencia. Pero también se asquea porque siente que como que le está robando el tiempo a Dios, pues si bien es cierto que Dios quiere nuestros momentos de solaz y esparcimiento, Dios sobre todo quiere que construyamos aquí su Reino, y eso es una lucha, constante, con sacrificio, con dolor, pero maravillosa, gratificante.

«Militia est vita hominis super terram»: la frase no es de un militar, es de la Escritura. La vida, debe ser vista como una batalla y así es vivible, así es bella, así es gloriosa, pues como decía Plinio Corrêa de Oliveira, la verdadera gloria solo nace del dolor.

Por Saúl Castiblanco

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