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La creación: un dedo apuntando al cielo

Redacción (Viernes, 13-07-2012, Gaudium Press) En la creación, Dios muchas veces se hace «pequeño» para que así podamos alcanzarlo, y comprender el verdadero sentido que las cosas poseen. Pues, entre todas las criaturas terrenales, el hombre es el único capaz de pensar y, a través del raciocinio, llegar a entender la transcendencia de los seres creados, el verdadero sentido que poseen. A ese respecto, ya en los cursos filosóficos aprendemos como todo efecto posee una causa, y del mismo modo remonta a algo superior.

Para ayudar al homo viator a no perderse en ese camino, Dios inscribió en su corazón un deseo de lo sublime, lo que constituye una de las más altas dignidades del hombre, como nos afirma la Gaudium et Spes 1: «el aspecto más sublime de la dignidad humana está en esa vocación del hombre a la comunión con Dios. Esa invitación que Dios dirige al hombre, de dialogar con Él, ya comienza con la existencia humana» (GS 19).

e.jpgSiendo así, ya en el estado de inocencia original, el hombre, teniendo sus potencias sometidas a la razón superior, con una simple mirada de aprehensión subiría a la causa y al fin de lo creado, una vez que existe en el alma humana, por causa de su naturaleza material y al mismo tiempo espiritual, la necesidad de participar de lo invisible a través de lo visible 2.

Con todo, sabiendo Dios de la inmensa dificultad que tendríamos en alcanzar lo sobrenatural, después del pecado original, nos dio sensiblemente algo como «elevadores», que nos hiciesen llegar hasta Él, fin último de todo. Y ese ascensor es la creación que, como un dedo, apunta hacia Dios.

Así, por ejemplo, al ver un águila que sin ningún temor agita sus alas, desafiando los vientos, y que, de repente, en un solo lance agarra su presa y la arrasa; con una mirada más profunda podemos ver en eso una analogía con la belleza de un alma luchando por un ideal, sin dejar abatirse por los vientos contrarios de la dificultades que soplan, continúa su recorrido, volando hasta alcanzar su meta. Personificando, llegamos a Dios, fuente y raíz de toda virtud.

De modo más sublime podemos decir del agua, elemento tan banal a nuestros ojos, que, entretanto, tuvo como primera causa de su creación el Bautismo 3, regeneración espiritual que sin su materia no produciría lo que opera.

Entre otros innumerables ejemplos citemos en el propio ser humano la necesidad de la alimentación que, como nos enseña Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, fue impuesta con vista al Sacramento de la Eucaristía. En la mente divina primero estaba el Pan de la Vida y, por este motivo, fue creado en el cuerpo humano el aparato digestivo 4.

Por tanto, podemos concluir que con todo lo que existe sensiblemente se puede hacer una analogía con lo sobrenatural; y como todo lo creado, de modo directo o indirecto, al ser formulado por Dios visaba la unión con Él. Y fue así que actuó el Divino Pedagogo, al hacer el cuerpo humano, para que este sirviese de «metáfora» para el verdadero organismo, que es el Cuerpo Místico de Cristo.

«El Cuerpo Místico de Cristo es la matriz primera, el ‘analogado primario», la ‘arquetipia’ del cuerpo humano. Y el Cuerpo Místico de Cristo, por tanto, tiene leyes y maravillas mucho más elevadas, más ricas, más profundas y más amplias que el propio cuerpo humano» 5.

El cuerpo humano, figura del Cuerpo Místico de Cristo

Inspirado por el Espíritu Santo, con la intención de expresar tal unión, el Apóstol usó varias imágenes, tales como edificio, templo, familia de Dios (Ef 2, 19-22), esposa de Cristo (Ef 5, 22-23), cuerpo de Cristo (Ef 1, 23; 2, 16; 3, 6; 4, 4. 12. 16; 5, 23), complemento de Cristo (Ef 1, 23), y en todas ellas encontramos la singular expresión de la necesidad de unión con Cristo Jesús, de modo a vivir por Él, con Él y en Él.

A pesar de poseer semejantes significados, la que más se destaca es la del cuerpo de Cristo, tal vez por contener todas y mejor expresarlas, como aludió Pío XII en 1943, en su encíclica Mystici Corporis.

Al contrario de los otros, el término «cuerpo de Cristo» parece ser de la hechura de San Pablo, refiriéndose a él varias veces.

Discuten entre sí los exegetas cuál habría sido el origen de este término usado por el Apóstol. Dicen algunos, lo más probable, que la idea de Iglesia Cuerpo de Cristo proceda del término «esposa, cuerpo del marido», muy corriente en el Antiguo Testamento, expresando, bajo la figura de matrimonio, el vínculo de Dios con el pueblo de la Alianza (Cf. Is 62, 4-5; Jer 3, 20; Ez 16, 8-29; Os 2, 19-22), por tanto muy propia para transponer la imagen de Cristo y su Iglesia. El pasaje más explícito sobre esa apropiación encontramos en Efesios: «el marido es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza de su Cuerpo, del cual Él es el Salvador» (Ef 5, 23).

a.jpgLos lectores, para los cuales se dirigían estas palabras, las entendían muy bien, pues el marido era la cabeza y la esposa, sumisa a él, era el cuerpo, de la misma forma como la Iglesia a Cristo. Ese enlace entre los esposos servía de preparación para comprender el amor de Cristo por la Iglesia (Ef 5, 33), que llevado hasta las últimas consecuencias se entregó enteramente a Ella (Ef 5, 25).

Inspiró Dios al apóstol San Pablo la figura del cuerpo para simbolizar la unión entre Cristo y la Iglesia, a la manera de la cabeza con el resto del cuerpo, por diversas razones.

Dice la Lumen Gentium que de sobremanera quiso Dios escoger esta figura, por proyectar la intimidad de Cristo con la Iglesia, y en este sentido cada cristiano debe desear el máximo de unión, haciendo todo por Él, con Él y en Él (LG 7).

Para comprender mejor esa profunda analogía, cabe a la teología ceder el lugar a la anatomía.

Enseña la medicina que el cuerpo, como tal, solo puede existir en la unión de sus miembros, los cuales solo desempeñarán su función en ligación con la cabeza, lugar más complejo del cuerpo, donde residen los principales comandos nerviosos y casi la totalidad de los órganos de los sentidos, además de las partes iniciales del aparato digestivo y respiratorio.

De este modo, por orden de la cabeza, encontramos la suprarrenal enviando una hormona llamada cortisol, que en dosis exacta regula el organismo para que él despierte. O entonces, en medio de la concentración del trabajo, sin precisar de una continua atención nuestra, el corazón continúa latiendo. Paralelamente, el pulmón prosigue su respiración sin ningún lapso.

Toda esa ordenación del organismo es realizada por la hipófisis, pequeña glándula situada en el cerebro 6.

Con esta pequeña muestra, vemos la íntima y esencial unión, dentro del organismo, y la primacía de la cabeza en relación a los otros miembros, los cuales no serían lo que son sin la cabeza; que a su vez no sería lo que es sin los miembros; y, con tal unión, basta una aguja perforar el último de los aparatos, que en tres segundos el cerebro recibirá informaciones de lo ocurrido y con rapidez responderá en auxilio, enviando lo necesario para el restablecimiento.

Además de eso, todo es animado por el alma, a tal punto que en la separación de ésta del cuerpo se produce la muerte.
En el orden sobrenatural, «la comparación de la Iglesia con el cuerpo proyecta una luz sobre los lazos íntimos entre la Iglesia y Cristo. Ella no es solamente congregada en torno a Él; es unificada en Él y en su Cuerpo» (CCE 789).

Pungente es ver que siendo Cristo el Fundador de la Iglesia podría designarse bajo otras imágenes; pero prefirió la del Cuerpo, para atestiguarnos algo ya contenido al inicio de la Revelación: «huesos de mis huesos y carne de mi carne» (Gn 2, 23). O sea, la Iglesia, Esposa de Cristo a semejanza de la creación de Eva, floreció del costado de Nuestro Señor Jesucristo sufriendo en la Cruz, donde con toda propiedad podía Cristo designarse su Esposo (Mc 2, 19) y Cabeza (Ef 4, 15-16) de su Iglesia.

Por Fahima Akram Salah Spielmann

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1 Gaudium et Spes.

2 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Summa Theologiae. III, q. 61, a. 1.

3 CLÁ DIAS, João Scognamiglio. As criaturas nos oferecem o que não podem dar! Só Deus é o rochedo! : Homilia. São Paulo, 4 dez. 2008. (Arquivo IFTE).

4 Id. A manifestação do amor de Deus às criaturas: Conversa. Lisboa, 26 mar. 2008. (Arquivo IFTE).

5 Id. A humanidade de Jesus Cristo: Conferência. São Paulo, 12 set. 2007. (Arquivo IFTE).

6 CLÁ DIAS, João Scognamiglio. A Igreja é una, Santa, Católica e Apostólica: Conferência. São Paulo, 1 ago. 2002 (Arquivo IFTE).

 

 

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