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Santo Tomás de Aquino recordado por San Juan Bosco

Redacción (Miércoles, 29-01-2020, Gaudium Press) Ayer, día 28 de enero, celebramos la memoria de Santo Tomás de Aquino que vivió en el siglo XIII. Los que lo buscaban para aprender con tan célebre maestro, le dieron el apodo de «Ángel de las Escuelas».

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Foto: Archivo Gaudium Press

El día 31 de este mismo mes de enero la Iglesia celebra la memoria litúrgica de otro santo que vivió más próximo de nosotros: San Juan Bosco.

Sin duda, Santo Tomás de Aquino tendría mucho para decir sobre Don Bosco, si lo hubiese conocido en la Tierra. Pero, el Santo de Aquino vivió antes de su compatriota y solo lo conoció ya en el Cielo. Para San Juan Bosco fue diferente. Él conoció la historia, el pensamiento y las enseñanzas de aquel que es también conocido como Doctor Angélico. Él lo admiró y también escribió sobre él.

Un Santo recuerda otro Santo

El santo que vamos a conmemorar el día 31 comenta el santo que conmemoramos ayer. Veamos lo que el fundador de la Familia Salesiana recuerda de Santo Tomás de Aquino en su «Historia Eclesiástica»:

Entre los santos que brillaron en este tiempo [s. XIII] por grande saber y virtud, merecen singular mención los doctores San Buenaventura, toscano, y Santo Tomás de Aquino. Este último, nacido de noble familia napolitana, a los cinco años de edad entró para ser educado en el convento de los Benedictinos de Monte Casino.

Más tarde, al manifestar sus deseos de consagrarse a Dios en la orden de los Predicadores, los parientes, para impedirlo, lo encerraron en un calabozo. Personas infames lo tentaron allí gravemente para ver si le hacían perder la pureza, sin embargo salió Tomás vencedor, ahuyentándolas con una luz encendida.

Saliendo de la cárcel, fue a París, donde estudió teología bajo la dirección del célebre Alberto Magno.

El Buey mudo o Ángel de las Escuelas

Aunque hiciese maravillosos progresos en las Ciencias y la piedad, sabía ocultar de tal suerte su talento, que su silencio era juzgado necesidad, por lo que sus condiscípulos le llamaban «Buey mudo». Pero el maestro, que bien lo conocía, decía a los que mofaban de él, que algún día los sabios mugidos del buey mudo resonarían en toda la tierra.

A los 25 años tomó a su cargo la cátedra de filosofía y teología en la universidad de París. Los oyentes que acudían para aprender con tan célebre maestro, lo apodaron el «Ángel de las Escuelas».

¡Deseo a ti, solamente a ti!

Cierto día, estando en Nápoles, le habló la Imagen de Jesucristo y le dijo: «¿Tomás, has escrito bien de mí; que premio deseas?». Le respondió: «¡A ti solamente, oh mi Dios!»

Encontré el argumento…

Sentado un día a la mesa de San Luis, rey de Francia, recordando una cuestión teológica, encontró de pronto la solución y dando un golpe con la mano sobre la mesa, exclamó: «Encontré el argumento contra Manés».

Recordándole su superior que se encontraba en presencia del rey, pidió humildemente perdón; entretanto el príncipe llamó en seguida un secretario, a quien ordenó escribiese los argumentos del Santo Doctor. Le ofrecieron el arzobispado de Nápoles, que él por humildad jamás quiso aceptar.

El Papa Gregorio lo invitó al concilio ecuménico que debía reunirse en Lyon. El santo ya se encaminaba para aquella ciudad, pero al llegar al monasterio de Fossanova, se enfermó, pidió el viático y completamente absorto en pensamientos celestiales, descansó en el Señor en el año 1274 a los 49 años de edad. (ARM)

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