viernes, 29 de noviembre de 2024
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La mujer pagana que nos enseñó a pedir

Redacción (Viernes, 09-02-20118, Gaudium Press) Es muy posible que la Sirio-Fenicia del Evangelio -la Cananea (1), esté ya en el Cielo. La respuesta que le dio al Señor, sensata y muy femenina, lo dejó complacido. ¡Mujer, grande es tu fe! Que te suceda como lo deseas. (Mt 15, 21-28) Esa forma de pedir tan humilladamente fue una gracia que Dios le concedió a esta pagana y ella aceptó con humildad. Desde que supo que Jesús andaba por ahí en esa tierra de idólatras, se puso a seguirlo por las calles gritando que le hiciera el favor de sacarle el demonio a su hijita seguramente poseída de hacía tiempo atrás.

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Jesús con la Cananea a sus pies

Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, Clermont-Ferrand, Francia

El hecho también lo relata el Evangelio de San Marcos (Mc 7, 25-30). Ella venía atrás de los discípulos y no cesaba de pedir. Estos le dijeron al Señor que le concediera ese favor pues seguramente los gritos los tenían medio intimidados, ya que estaban en tierra de paganos poco amigos y la mujer decía públicamente a voz en cuello que Jesús era hijo de David, el famoso rey de los Judíos cuyo hijo Salomón en su tiempo había sometido a los Siros y Fenicios. Y ella, una pagana, reconocía lo que muchos en Judea e Israel no querían reconocer y proclamar por todas partes: Que Jesús era el descendiente legítimo de David, el más grande y noble rey de los hebreos. Entonces Jesús les dijo a los discípulos que Él había sido enviado para buscar las ovejas perdidas de la casa Israel. Y ellos no respondieron nada. Los dejó callados. La Mujer seguía gritando porque habiendo oído de la fama y milagros de ese Judío maravilloso y compasivo que curaba leprosos, resucitaba muertos, hacía hablar a mudos, oír a sordos y -sobre todo, que expulsaba con majestuosa autoridad demonios perdonado los pecados y errores de la vida, le podía perfectamente hacer ese favor: sacarle el demonio a su hija. Demonio no menos criminal de los que hoy día poseen a tantos, y que seguramente solo podrán ser expulsados por los hijos legítimos de la Santa Iglesia.
Y la respuesta de Jesús fue terrible. Hubiera podido resentir a cualquiera. No iba Él, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, enviado del Padre Eterno, asumido totalmente por la divinidad, judío de nacimiento y buen linaje, darle el pan de los hijos a los perros. ¡Cosa tremenda!

Y la respuesta de esta Cananea (Mt 15,27) que al parecer era una madre joven pero de la que desconocemos su nombre. De esta mujer que como todas las paganas seguramente acostumbraba a adornarse agresivamente como no lo hacían ni siquiera las judías, conmovió el Corazón de Jesús que en el acto le respondió: Por lo que has dicho, vete. El demonio ha salido ya de tu hija (Mt 15, 29). ¿Madre soltera? ¿Abandonada del esposo? ¡Vete! , vete, como le dijo al endemoniado de Gerasa (Mc 5, 1-20) que le había pedido llevarlo con Él. Vete a proclamar entre los tuyos la compasión que el Señor ha tenido contigo.

La cuestión es pedir y pedir humildemente como enseña San Alfonso María de Ligorio en su libro (2). A veces exigimos no se sabe bien si con cierto tipo de insolencia, como si Nuestro Buen Dios tuviera la obligación de darnos todo lo que le pedimos en el acto y exactamente como lo queremos. Sin embargo es únicamente Él quien sabe lo que realmente necesitamos porque no nos da lo que nos parece sino lo que nos conviene, y que nos conviene para la felicidad eterna, que en nada se parece a la que frecuentemente buscamos aquí en este cada vez más deteriorado planeta de exilio, lágrimas y pecados …

Por Antonio Borda

(1) Los más impíos de los gentiles. «Lo inédito sobre los Evangelios», T.II Pags.275 y ss, Mons. Joao Scognamiglio Clá Dias. (2) El Gran Medio de la Oración

 

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