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Perplejidad de San José

Redacción (Jueves, 04-01-2018, Gaudium Press) Después del nacimiento del Precursor, Nuestra Señora y San José retornaron a su casa en Nazaret. Entonces, el esposo virginal de María pasó por una prueba que fue, hasta entonces, la mayor de su vida, ya repleta de sufrimientos.

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Nunca dudó de la virginidad de María Santísima

Cierto día, él notó que María Santísima esperaba un Hijo.

«En hipótesis alguna San José dudaría del procedimiento de María Santísima, en la cual jamás viera siquiera un acto menos perfecto. Entretanto, tenía delante de sí un hecho incontestable: Ella concebirá.

«Su espíritu sumamente ordenado, por la exención del pecado original, no se precipitó en sacar conclusiones y se puso a reflexionar. En sus cuestionamientos discernió algo de divino en lo ocurrido, pero la sublimidad sobrenatural de aquel misterio excedía en mucho la más dotada mente humana. E inmensa fue su perplejidad de cara a aquello que no entendía […].

«A su vez, en su humildad y confianza en Dios, Nuestra Señora decidiera no contarle nada, dejando el caso en las manos de la Providencia.» Pero nunca pasó por la mente de San José «dudar de la virginidad de Ella, aunque el demonio buscase, totalmente en vano, insinuarle ese absurdo.

«San José no se dejó influenciar en nada, a pesar de las insistentes investidas diabólicas. Tal acción preternatural, inclusive, tuvo efecto contrario al deseado por el tentador, pues confirmó todavía más a San José en la certeza de la integridad de Nuestra Señora. Bien sabía él que el demonio siempre miente; se buscaba insuflar en su espíritu aquella desconfianza, era señal que la realidad debería ser opuesta […]

Hasta del piscar de las pestañas de María dimanaban torrentes de castidad

«Concebido en gracia, él gozaba del carisma de discernimiento de los espíritus y del don de sabiduría en una plenitud inigualable. Luego, penetrara a fondo el alma de Nuestra Señora con percepción inerrante, progresando en su comprensión a lo largo del tiempo que llevaban casados, conviviendo de cerca, y conocía perfectamente, con más propiedad que al contraer matrimonio, cuál era el grado de virtud que Ella poseía.»

Afirma el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira: «A San José bastaba mirar para Ella o contemplarla de espaldas, bastaba ver el modo cómo su túnica raspaba ligeramente por el piso, o como Ella Se apoyaba en una mesa mientras conversaba, para descansar un poquito; de cualquier gesto, hasta del piscar de las pestañas, dimanaban en torno de Ella torrentes de castidad.»

San José se acordaba del texto del Profeta Isaías: «Una Virgen concebirá, y dará a luz un Hijo» (Is 7, 14). Persuadido de la virginidad de su Esposa, entendió que esa Virgen era María. Y juzgó que no era digno de permanecer junto a Ella.

Y Nuestra Señora quedaba en silencio, pues «desde la Anunciación supiera que no debía comentar con nadie el hecho y, muy obediente, así actuó». Ella pedía a Dios que, de alguna manera, Se manifestase a San José. «Y, para compensar en algo el sufrimiento de su esposo, lo servía con mayor dedicación y ternura que lo habitual, llegando a hacerlo de rodillas […].

Podría haber ocurrido algo más grave que el pecado original

«Era una situación durísima, en la cual dos silencios se entrecruzaban: el silencio de María Santísima y el silencio de José. Tal vez este sea el ejemplo más pungente en materia de confianza en Dios de toda la Historia, pues podría haber ocurrido algo aún más grave que el pecado original si San José o Nuestra Señora tomasen una actitud equivocada.»

Juzgándose indigno de vivir junto a Nuestra Señora, San José tomó la decisión de distanciarse. Eso fue para él un lacerante dolor de alma. «¿Cómo debería ser la convivencia diaria con Ella? El mundo entero es una cueva de reptiles en comparación con esa convivencia con la Virgen Inmaculada.»

Entretanto, él con total serenidad fue a dormir. Entonces, su Ángel de la Guarda le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por Esposa, pues lo que en Ella fue concebido viene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un Hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 20-21).

¿Por qué el mensajero de Dios dijo a San José «no temas»? «Como San Gabriel hiciera con María Santísima, el Ángel alejaba de San José el recelo de no estar a la altura, pues también él fuera concebido sin pecado original. Luego, no cabía ni aflicción, ni cualquier perplejidad.»

Repleto de alegría, San José comprendió que se estaba cumpliendo la profecía de Isaías arriba citada.

Considerando el sufrimiento pungente de San José, debemos recordarnos de «una ley en el procedimiento de la Providencia: los dolores atroces torturan las almas más llamadas, y solo en la prueba ellas se santifican, con un ‘élan’ que no tendrían si gozasen de una vida tranquila. En ese período, sin duda, San José hizo enormes progresos […]

¡Ave José!

«Él despertó en la hora en que había previsto abandonar a María y, dice simplemente la Escritura, ‘hizo como el Ángel del Señor había mandado’ (Mt 1, 24).

De la misma forma como Nuestra Señora respondiera ‘Hágase en Mi según tu palabra’ (Lc 1, 38), el santo varón se sometió enteramente a lo que el mensajero celeste le comunicara. De una virginidad absoluta, acató como voluntad divina, con respuesta inmediata y dedicación total, todas las intenciones del Padre Eterno respecto al nacimiento del Niño Jesús y todos los fines del Salvador.»

Al levantarse, San José deshizo su equipaje y, al ver a Nuestra Señora, se arrodilló delante de Ella para adorar al Divino Niño que estaba en su claustro materno.

Y la Santísima Virgen le preguntó:

«¿José, mi esposo, dijiste sí? Ante la respuesta afirmativa, María agregó: ‘Ave, José, mi esposo virginal, el Señor, verdadero Hijo vuestro y mío, es con nosotros. Bendito sois vos, hijo de David, entre la descendencia de Adán, y bendito es el fruto de mi vientre y de tu obediencia a la voluntad de Dios. Con este sí, compraste para vos el trono más glorioso en el Cielo.»

Por Paulo Francisco Martos

Bibliografía

CLÁ DIAS, João Scognamiglio, EP. São José: quem o conhece?… São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae. Arautos do Evangelho. 2017, p. 142.145.146.

CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferência. São Paulo. 14 jul. 1994.

 

 

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