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Fátima: el Ángel y los pastorcitos

Redacción (Jueves, 16-02-2017, Gaudium Press) Las apariciones de Nuestra Señora en Fátima fueron precedidas por tres visiones que Lucía, Francisco y Jacinta tuvieron del Ángel de Portugal, o de la Paz, entre abril y octubre de 1916, en una colina próxima a la Cova de la Iria, denominada Cabeço. Por medio de las palabras del Ángel, la Providencia predisponía a los niños para el momento en que la propia María Santísima les hablaría.

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Algunas manifestaciones sobrenaturales antecedieron a la aparición del Ángel. Lucía, y tres otras niñas más, vieron sobrevolar, sobre el arbolado del valle, una especie de nube blanquísima con forma humana, «una figura, como si fuese una estatua de nieve, que los rayos del Sol tornaban aún más transparente», según las palabras de Lucía. En días diferentes, esta aparición se repitió ¬dos veces.

Un joven resplandeciente y de gran belleza

Fue en la Loça de Cabeço que, en un día de primavera de 1916, el Ángel apareció por primera vez. Después de rezar, los niños estaban jugando cuando un fuerte viento sacudió los árboles. Ellos ven, entonces, caminando sobre el olivar en su dirección, un joven resplandeciente y de gran belleza, aparentando tener 14 a 15 años, de una consistencia y un brillo como el del cristal atravesado por los rayos del Sol. Según narra la hermana Lucía, el Ángel, al llegar junto a ellos, dijo:

– ¡No temáis! Soy el ángel de la Paz. Orad conmigo.

Y, arrodillando en tierra, curvó la frente hasta el piso y los hizo repetir tres veces estas palabras:

– ¡Mi Dios! ¡Yo creo, adoro, espero y os amo! Os pido perdón para los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.

Después, erguiéndose, dijo:

– Orad así. Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas – y desapareció.

«La atmósfera de sobrenatural que nos envolvió», relata la hermana Lucía, «era tan intensa que casi no nos dábamos cuenta de la propia existencia por un gran espacio de tiempo, permaneciendo en la posición en que nos había dejado, repitiendo siempre la misma oración. La presencia de Dios se sentía tan intensa e íntima que ni siquiera entre nosotros nos atrevíamos a hablar. Al día siguiente, sentíamos el espíritu todavía envuelto por esa atmósfera que solo muy lentamente fue desapareciendo».

«Jesús y María tienen sobre vosotros designios de misericordia»

En el verano de 1916, cuando los tres pastorcitos jugaban en el terreno de la casa de los padres de Lucía, les aparece nuevamente el Ángel. Él les dice, según la narración de la hermana Lucía:

– ¿Qué hacéis? ¡Orad! ¡Orad mucho! Los Corazones Santísimos de Jesús y María tienen sobre vosotros designios de misericordia.

Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios.

– ¿Cómo nos habremos de sacrificar? – preguntó Lucía.

– De todo lo que pudieres, ofreced a Dios sacrificio, en acto de reparación por los pecados con que él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz.1 Yo soy el Ángel de su guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe- y desapareció.

Como después de la primera aparición del Ángel, también esta vez los niños quedaron un tiempo en una especie de éxtasis.

Preparados para las apariciones de Nuestra Señora

Al final del verano o principio del otoño del mismo año se dio la última aparición del Ángel, nuevamente en la Loça do Cabeço, conforme describió la hermana Lucía:

«Después de haber merendado, quedamos en ir a rezar en la gruta, que estaba del otro lado del monte. […] Luego que ahí llegamos, de rodillas, con los rostros en tierra, comenzamos a repetir la oración del Ángel: ¡Mi Dios! Yo creo, adoro, espero y os amo, etc. No sé cuántas veces habíamos repetido esta oración, cuando vemos que sobre nosotros brilla una luz desconocida. Nos levantamos para ver lo que pasaba, y vemos al Ángel teniendo en la mano izquierda un cáliz, sobre el cual está suspensa una Hostia, de la cual ¬caen algunas gotas de Sangre dentro del cáliz».

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Dejando el cáliz y la Hostia suspensos en el aire, el Ángel se postró en tierra junto a los niños y les hizo repetir tres veces la oración:

«Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo, os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la Tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores».

Después, levantándose, dio la Hostia a Lucía, y el cáliz, lo dio a beber a Francisco y Jacinta, diciendo:

– ¡Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos! Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios.

Y postrándose de nuevo en tierra, repitió con ellos otras tres veces la misma oración: «Santísima Trinidad, etc.», y desapareció.

Ellos permanecieron en la misma actitud, repitiendo siempre las mismas palabras. Cuando se levantaron, vieron que era de noche y volvieron a casa.

La sensación de la presencia de Dios en esa última aparición fue mayor que en las anteriores. Desde aquel momento, los niños comenzaron a expiar por los pecadores por medio de sacrificios y de una asidua vida de oración. La Providencia los preparaba para las apariciones de María Santísima que habrían de marcar la Historia.

(Transcrito, com adaptaciones, de: CLÁ DIAS, EP, João Scognamiglio; Fátima. O meu Imaculado Coração triunfará!)

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