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Premios y castigos

Redacción (Viernes, 19-07-2019, Gaudium Press) Pocos días antes del inicio de su Pasión, Nuestro Señor se encontraba en el Monte de los Olivos con sus discípulos a los cuales, entre otros temas, habló del Juicio Final. Dijo Él:

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Dos Juicios

«Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, acompañado de todos los Ángeles, entonces se asentará en su trono glorioso.

«Todos los pueblos de la Tierra serán reunidos delante de Él, y Él separará unos de los otros, así como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Y colocará las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda.

«Entonces el Rey dirá a los que estén a su derecha:

«‘¡Venid, benditos de mi Padre! ¡Recibid como herencia el Reino que mi Padre os preparó desde la creación del mundo!’ […]

«Después el Rey dirá a los que estén a su izquierda: ‘¡Alejaos de mí, malditos! Id para el fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles'» (Mt 25, 31-34.41).

Cada uno de nosotros será sometido a dos Juicios: el particular, luego después de nuestra muerte, y el final, apenas termine el mundo.

Este será universal porque también lo fue la propia Redención.

Explica Monseñor João Clá:

«En el juicio particular cada hombre es juzgado privadamente por Dios, permaneciendo su fuero íntimo, así como todas las consecuencias de sus pecados, ocultos a los otros hombres.

«Para la plena glorificación de la justicia divina es indispensable que haya otro Juicio, público y universal, en el cual queden patentes a los ojos de todos la inocencia de los buenos y la torpeza de los malos».

Los pecados de los elegidos no serán manifestados

Cuántas tramas secretas fueron articuladas contra la Santa Iglesia a lo largo de los siglos… En el Juicio Final todo será conocido. «Dios hará prestar cuentas de todo lo que está oculto, todo acto, sea él bueno o malo» (Ecl 12, 14).

Los que hicieron urdiduras para promover, por ejemplo, la decadencia de la Edad Media, el surgimiento del Humanismo y Renacimiento, de la pseudo-Reforma, de la Revolución Francesa, etc., prestarán cuentas al Divino Juez.

Y serán premiados aquellos que, movidos por ardiente amor a Dios, denunciaron esas tramas. Citemos dos ejemplos: el Papa San Pío X que condenó, a través de una encíclica, la secta modernista. Y Dr. Plinio Corrêa de Oliveira que escribió diversas obras contra errores infiltrados en la Iglesia, siendo la primera de ellas «En defensa de la Acción Católica», publicada en 1943.

Cada persona deberá prestar cuentas no solo de sus obras, sino también de sus omisiones, pues, conforme afirma el Apóstol Santiago el Menor, «aquel que sabe hacer el bien y no lo hace, peca» (Tg 4, 17).

A respecto de las personas que, aunque hubiesen cometido graves pecados, se arrepintieron y se salvaron por la misericordia divina, San Alfonso María de Ligorio – Doctor de la Iglesia y considerado el mayor de los moralistas – defiende una bella tesis. Dice él:

«Los pecados de los electos, en el sentir del Maestro de las Sentencias y de otros teólogos, no serán manifestados, sino que quedarán encubiertos, según estas palabras de David: ‘Bienaventurados aquellos, cuyas iniquidades fueron perdonadas, y cuyos pecados son borrados’ (Sl 31,1).

«Al contrario – dijo San Basilio – las culpas de los réprobos serán vistas por todos, a primera vista, como si estuviesen representadas en un cuadro».

Visión beatífica

Entonces, el Divino Juez dirá a los que estén a su derecha: «¡Venid, benditos de mi Padre! ¡Recibid como herencia el Reino que mi Padre
os preparó desde la creación del mundo!» (Mt 25, 34).

«La esencia del premio será la visión beatífica, es decir, la contemplación de Dios cara a cara. Por la fuerza de la gracia nos será posible contemplar la propia esencia de Dios, en vez de apenas discernirlo por sus reflejos en las criaturas».

Además de la visión de Dios, los Bienaventurados recibirán en el Cielo otros premios. Tendrán cuerpos gloriosos, conforme afirma el Apóstol: «sembrado en la corrupción, el cuerpo resucita incorruptible; sembrado en el desprecio, resucita glorioso; sembrado en la debilidad, resucita vigoroso; sembrado cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual» (I Cor 15, 42-44).

Y disfrutarán la inimaginable alegría de poder contemplar a Nuestro Señor Jesucristo, Nuestra Señora y los Santos.

bPena de daño

Después, Nuestro Señor a los que estén a su izquierda proferirá la sentencia:

«¡Alejaos de mí, malditos! Id para el fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles» (Mt 25, 41a).

¡Qué castigo espantoso ser alejado para siempre de Nuestro Señor! «Se trata de la llamada pena de daño, palabra derivada del latín damnum, pérdida, pues ese tormento consiste en la pérdida de la posesión de Dios, nuestro fin último. […]

«Por ser infinitamente verdadero, bueno y bello, Dios es infinitamente atrayente. Los condenados, por su naturaleza, son atraídos por esa Belleza Suprema, única capaz de satisfacer su necesidad insaciable de amor.

«Entretanto, Dios los repele por completo, y ellos, en delirios de furor infernal, no hacen sino detestarlo, maldecirlo, blasfemar contra Él.

Es el tormento de un corazón apasionado y roído de odio. Es el sufrimiento atroz del amor contrariado, despreciado, transformado en furia, puesto continuamente en un extremo de odio y desespero».

Fuego devorador

Y a esos precitos Jesús ordenará: «Id para el fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles» (Mt 25, 41b).

«Comparada con el horror de la pena de daño, la pena de los sentidos puede hasta parecer suave… ¡Con todo, por sí sola es también tremenda!

«El agente de ese castigo es el fuego: ‘¿Quién de nosotros podrá permanecer cerca de este fuego devorador?’ (Is 33, 14), pregunta con pavor el profeta Isaías. El Infierno es un abismo de fuego, un ‘tanque ardiente de fuego y azufre’ (Ap 21, 8).

«Y no nos ilusionemos pensando que la expresión ‘fuego eterno’ sea apenas una metáfora, una imagen para referirse al remordimiento de la consciencia.

Es doctrina universalmente aceptada en la Iglesia, basada en la Sagrada Escritura y en el consenso de los Padres, que se trata de un fuego real, eterno e inextinguible, que tortura a los espíritus y quemará los cuerpos sin destruirlos».

Considerando esas verdades, vemos como todo en la vida es serio. Que Nuestra Señora nos conceda la gracia de siempre tenerlas delante de los ojos, a fin de en todo buscar la gloria de Dios y de su Santa Iglesia.

Por Paulo Francisco Martos

(in «Noções de História Sagrada» – 202)
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Bibliografía

CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2013, v. II.
SAN PÍO X. Pacendi Dominici gregis, de 19-7-1908.
Lib. de Ver. Virg.
SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, Preparação para a morte. Tradução de Celso de Alencar. Edição PDF de Fl. Castro. 2002, Consideração XXV, p. 80.

 

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