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Conducido por un auto de fuego

Redacción (Jueves, 05-05-2016, Gaudium Press) El Rey de Israel Ocozías, hijo de Acab y Jezabel, por haber caído del balcón de su aposento, en Samaria, quedó gravemente enfermo. Entonces, envió mensajeros a fin de consultar a Belzebú para saber si él sobreviviría.

Ocozias fue peor que Acab

Belzebú es uno de los nombres del espíritu maligno. Los fariseos lo consideraban «el jefe de los demonios» (Mt 12, 24). Cuando Nuestro Señor envió a los Doce Apóstoles a fin de predicar el Reino de Dios, curar enfermos, resucitar muertos y expulsar demonios, Él hizo referencia a Belzebú (cf. Mt 10, 25).

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Ese ídolo era considerado el «dios de las moscas», lo que indica la bajeza para la cual el hombre tiende cuando rechaza a Dios. «Consultar a Belzebú» significaba «renegar y abandonar totalmente a Yaveh – o sea, el verdadero Dios. El propio Acab no había llevado su apostasía a este punto».

Obedeciendo a las órdenes de un Ángel, Elías fue al encuentro de los mensajeros y les mandó que transmitiesen a Ocozías estas palabras: «¡No hay, por ventura, un Dios en Israel, para que vayas a consultar a Belzebú […] Por esto dice el Señor: No saldrás de la cama en la cual te acostaste, ciertamente morirás!»(II Rs 1, 3-4).

Los mensajeros volvieron y comunicaron ese mensaje al Rey, el cual les preguntó cómo se trajeaba el hombre que así hablara. Ellos respondieron que vestía pieles de animales y con un cinto de cuero a la cintura. Traje semejante usará siglos después San Juan Bautista (cf. Mt 3, 4). Ocozías exclamó: «¡Es Elías!» (cf. II Rs 1, 8).

Dos pelotones de soldados consumidos por el fuego

Y mandó que un jefe de un grupo de 50 hombres fuese, con sus comandados a buscar al Profeta y lo trajesen a su presencia. «Elías estaba sentado en lo alto de una montaña. El jefe subió hasta él y dijo: ‘Hombre de Dios, el Rey manda que desciendas.’ Elías dijo al jefe de los 50: Si soy un hombre de Dios, descienda un fuego del cielo y devore a ti y tus 50 hombres. Descendió entonces un fuego del cielo y devoró a él y a los 50 que estaban con él» (II Rs 1, 9-10). Esa montaña era probablemente el Monte Carmelo, donde Elías permanecía frecuentemente.

El Rey envió un nuevo grupo de 50 hombres, con su comandante; fueron dichas las mismas palabras y hubo castigo idéntico.
El Padre Fillion explica: El Profeta Elías «precisaba vengar el honor de su Maestro groseramente ultrajado. Ocozías había preferido Belzebú a Yaveh, desafiando así al verdadero Dios a la vista de todo Israel; era preciso dar al Rey y sus súbditos una lección brillante».

Por último, Ocozías mandó a un tercer grupo con el mismo número de hombres. Se nota la obstinación diabólica del Rey, queriendo luchar abiertamente contra Dios y su Profeta. Pero el jefe de ellos, aterrorizado con lo que ocurriera a los dos grupos anteriores, fue humilde; llegando delante de Elías, cayó de rodillas y le suplicó que salvase su vida y la de los 50 hombres que estaban bajo sus órdenes.

Un Ángel ordenó a Elías que fuese con ese hombre hasta la presencia del Rey. El Profeta obedeció y, estando delante de Ocozías, le dijo las palabras que pronunciara a los primeros mensajeros. Y el Rey de Israel luego después murió, conforme Elías había predicho.

Cuando los samaritanos se negaron a conceder hospedaje a Nuestro Señor y sus discípulos, San Juan Evangelista y San Santiago Mayor preguntaron al Redentor: «Señor, ¿quieres que mandemos descender fuego del cielo, para que los destruya?» (Lc 9, 54), tenían ellos en mente la acción de Elías contra los soldados de Ocozías. Pero Jesús no consintió.

Eliseo recibe el espíritu de Elías

Después de Elías haber luchado fulgurantemente por la gloria de Dios y contra el mal, el Altísimo decidió arrebatarlo de esta Tierra. Él fue a encontrarse con Eliseo, y ambos se pusieron a caminar; llegaron a Guilgal, donde Elías dijo a su discípulo: «¡Quédate aquí! El Señor me envió a Betel. Eliseo respondió: Por la vida del Señor y por la tuya, yo juro, no te dejaré» (II Rs 2, 2).

Llegando a Betel, los discípulos de los profetas comunicaron a Eliseo que Elías sería arrebatado; Eliseo ordenó que guardasen silencio. Partieron de allí y llegaron a Jericó, donde ocurrió el mismo hecho. Elías quiso pasar por Betel y Jericó para visitar, por última vez, las escuelas de profetas instaladas en esas ciudades.

Continuando la caminata, Elías y Eliseo llegaron a los márgenes del Rio Jordán. «Elías tomó entonces su manto, lo enrolló y golpeó con él en las aguas, que se dividieron para los dos lados, de modo que ambos pasaron a pie secos.

«Después que pasaron, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieres que yo te haga antes de ser arrebatado de tu presencia. Eliseo dijo: Que me sea dado el doble de tu espíritu. Elías respondió: Estás pidiendo algo muy difícil. Si me observares cuando yo sea arrebatado de tu presencia, tu pedido será concedido; caso contrario, no será.

«Entonces, mientras andaban conversando, un auto de fuego y caballos de fuego los separaron uno del otro, y Elías subió al cielo» (II Rs 2, 8-11).

Viendo eso, Eliseo gritaba: «¡Mi padre, mi padre!» Elías dejó caer su manto en las manos de Eliseo y desapareció (cf. II Rs 2, 12).

Por tanto, Eliseo recibió lo que pidiera, o sea, «tal abundancia de virtudes y dones sobrenaturales y poderes taumatúrgicos que lo caracterizasen como digno sucesor del gran profeta».

Eliseo, al regresar, llegó frente al Jordán; tomó el manto de Elías con el cual hirió las aguas, que se dividieron, y él pasó a pie seco. Los discípulos de los profetas, que estaban en Jericó, al ver a Eliseo, exclamaron: «El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo»; y se prosternaron delante de él, en señal de respeto y veneración. (cf. II Rs 2, 8-15).

Por Paulo Francisco Martos

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1 – FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 3. ed. Paris: Letouzey et aîné. 1923, v.II, p. 559.
2 – Idem, ibidem, p. 559-560.
3 – Cf. Idem, ibidem, p.560.
4 – Idem, ibidem, p. 560-561.
5 – Cf. Idem, ibidem, p. 562.
6 – MOLERO, Francisco X. Rodriguez. In LA SAGRADA ESCRITURA – Texto y comentario por profesores de la Compañía de Jesús. Madrid: BAC. 1968, v. II, p.663.

 

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