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Lucía la pastorcita: sufrida pero feliz

Redacción (Lunes, 20-05-2019, Gaudium Press) Bucólica y pastoril, mansa y tranquila era la vida de los pastorcitos de Fátima en su querida comarca tan campesina y sencilla como el oficio de los niños pastores. En sus memorias (1) Lucía hace unas descripciones maravillosas de las costumbres, las diversiones aldeanas, su primera comunión, la esfoyaza del maíz en las noches de luna, la vendimia y la recolección de las aceitunas, las reuniones familiares remendando ropa y pegando botones mientras cantaban o rezaban, los bailes populares castos y alegres.

Aunque estaban siendo preparados por las apariciones angélicas, la de Nuestra Señora fue una sorpresa descomunal para los niños.

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-¿De dónde viene Su Merced? Le preguntó la niña. Y la Virgen le respondió simplemente que del Cielo. En Fátima quedó claro que existe el Cielo, que la Virgen está allá en cuerpo y alma, que existe el purgatorio y el infierno y que también existen los ángeles y el perdón de los pecados; si hay arrepentimiento, claro está.

Pero toda aquella sencilla calma comarcal vino a ser interrumpida dramáticamente por la dulce madre del Cielo. Las apariciones llenaron el corazón de los niños especialmente el de Jacinta que fue la que contó e hizo detonar la incomprensión, la burla, el maltrato y las palizas a Lucía.

Ella era de una inocencia encantadora y limpia como su mirada de niña de campo. Una de las cosas que más atrae en sus memorias es percibir su sinceridad en todo lo que nos cuenta; entre otras, la atracción que ejercía sobre sus primitos y otros niños del lugar. En alguna parte ella dice que notaba cómo les gustaba estar con ella, oírle sus historias, sus explicaciones de catecismo y sensatas reconvenciones y llamados de atención. No era muy bonita: cara ancha y un poco tosca de facciones, pero debe haber sido simplemente muy atractivo su trato y modo de ser.

Cuando la Virgen les dijo que pronto se llevaría para el Cielo a Francisco y Jacinta, Lucía casi que le reclamó: Entonces, ¿yo me quedo aquí solita? Y Nuestra Señora muy maternalmente le preguntó ¿Es que sufres por eso? Yo estaré ayudándote, le dijo.

¡Cuánta cosa¡ Bien pronto la más grande incomprensión de parte de sus hermanas mayores y de la propia mamá comenzó a torturarla. Muy pintorescamente dice que Doña María Rosa varias veces le «sacudió la ropa que llevaba puesta» con el cabo de una escoba, llamándola mentirosa.

En las memorias también se nota la incredulidad del Clero, el susto que le dio el párroco diciéndole que eso todo podía ser obra del demonio, los constantes interrogatorios de vecinos, forasteros, curas y monseñores venidos de Lisboa y otras ciudades. Nada sabía la niña y sus primitos del revuelo que estaban produciendo en su país y media Europa todavía en guerra. Es que Fátima es sin duda el acontecimiento mundial más importante del siglo XX como dijo alguna vez el Prof. Plinio Correa de Oliveira. ¿Qué puede ser más importante que una visita de la Madre de Dios, Reina del Universo entero? Ni siquiera la de la Emperatriz Zita de Austria en aquellos días hubiera sido tan importante al lado de esta.

Las memorias están llenas de sensatas reflexiones de Lucía, ya hecha religiosa. Las comenzó siendo Dorotea, comunidad a la que ingresó definitivamente a los 18 años y en la que estuvo hasta 1948 cuando una perentoria orden del Papa Pío XII la mandó irse para el Carmelo de Coimbra en clausura perpetua y silencio absoluto, con prohibición expresa de hablar algo de las apariciones, especialmente de la tercera parte del secreto.

La revelación -según cuenta ella- tuvo que ponerla por escrito en sobre lacrado por orden del obispo de Coimbra en 1941, plena segunda guerra mundial; seguramente por temor a que la joven monja muriera o que la propia guerra produjera algún estrago que hiciera perder el testimonio de la única auténtica vidente, pues las más de setenta mil personas que asistieron en definitiva a las apariciones no vieron a la Virgen pero sí el milagro del sol el 13 de octubre de aquel año en que Rusia caería en el comunismo. Caería transformando totalmente la mentalidad de aquel pueblo maravillable y convirtiéndolo al pragmatismo materialista que hoy todavía padece -aunque la publicidad nos quiera hacer creer que ha vuelto a la religiosidad de la autodenominada Iglesia Ortodoxa Rusa. Pueblo que según Nuestra Señora de Fátima, se convertirá, no sin antes posiblemente volverse un flagelo para los buenos.

Pero la gente que asistió a las apariciones y que no veía a la Virgen, no necesitó verla para creer. La actitud seria, compenetrada, esplendorosamente serena y el arrobo de las expresiones de los niños, era suficiente: ¡estaban viendo algo maravilloso!

No vale mucho hablar ahora de las vicisitudes que pasó la buena monja muerta el 13 de febrero de 2005 a la edad de casi 98 años. Algunas veces dijo que la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María no había llenado los requisitos que puso la Virgen en Fátima. Después cierta prensa afirmó que la monja se había corregido. Lo cierto es que todavía hoy no hay absoluta y completa claridad al respecto. Llama la atención muchísimo que la Virgen haya pedido que Rusia fuera consagrada a su Inmaculado Corazón. Algo de misterioso pesa sobre ese pedido. Y tal vez la pastorcita y monja, se llevó ese secreto a la tumba como la buena Santa Bernardita lo hizo también con el suyo.

Queda sí muy claro que la Virgen siempre pidió conversión de costumbres, rezo del santo rosario, oración por los pecadores y penitencias reparadoras. Falta comprobar si hemos alcanzado a hacer eso y si algunos párrocos han tomado en serio estas peticiones para inducir a sus feligresías a cumplir ese pedido. Por la situación en que se encuentra hoy la humanidad todo indica que no.

(1) Secretariado de los Pastorcitos, Fátima-Portugal, 10ª. Ed., Sept. De 2008 Compilación P.Luis Kondor,SVD.

 

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